El miércoles 5 de junio de 2024 se inaugura a las 19.30 h la exposición “Acuarelas” de Ángel María Leyra Faraldo (1938-2021), mi padre, en la Casa de Galicia en Madrid, en su preciosa sede de la calle Casado del Alisal, 8, entre el Museo del Prado y el Parque del Retiro, al lado de la iglesia de los Jerónimos. Se podrá visitar hasta el domingo 30 de junio de este año.
La muestra ha sido seleccionada por Pedro Javier González Rodríguez, profesor de Historia del Arte en la UNED, amigo del artista como también lo fue de su padre, el pintor e intelectual gallego José Leyra Domínguez (1912-1997). Él es quien ha seleccionado los cuadros de los que se podrá disfrutar durante estas semanas de primavera y verano en Madrid, así como el que les ha puesto nombre y redactado el precioso prólogo con el que comienza el catálogo editado para la ocasión.
Por cierto, aprovecho para señalar un pequeño error que aparece en el catálogo que se debe a un descuido mío. Y como de los errores se puede aprender, quisiera aprovecharlo para dejar constancia aquí: debajo de la foto de cada cuadro aparecen las siglas “Ca” que en latín abrevian la palabra “Circa” que en español significa “Alrededor de, aproximadamente” y que se suele emplear para fechar obras cuya datación exacta se desconoce. Pues bien, en el catálogo, las siglas “Ca” aparecen delante de las medidas y no de las fechas como debería ser. Esta pequeña confesión es un homenaje a mi padre y a su amigo Pedro Javier, a los que gustaba y gusta hacer las cosas bien y cuidar los pequeños detalles. Yo no he heredado esa virtud de mi padre y tiendo a hacer las cosas más bien “deprisa y corriendo”.
El origen de esta exposición está, como se puede imaginar, en el grandísimo cariño que todos tenemos a mi padre, un hombre profundamente bueno. Más concretamente, el 5 de marzo de 2019 presentamos con gran alegría en la querida Casa de Galicia en Madrid una exposición sobre la obra pictórica de su padre (titulada «Paisajes gallegos de José Leyra Domínguez»). En aquella ocasión, le sugerimos la idea de exponer algún día su propia obra en acuarela, inédita hasta la fecha y, con sentido del humor, nos animó a hacerla más bien después de su muerte. Mi padre era un hombre reservado y detestaba ser el centro de atención.
La vida de Ángel María Leyra Faraldo
Nacido en Ferrol el 25 de febrero de 1938 y fallecido en esa ciudad a la que siempre se sintió vinculado el 27 de agosto de 2021 -providencialmente ambos años xacobeos-, desde su juventud vivió en un entorno próximo al arte y a la cultura, pues su padre fue un intelectual gallego con gran afición a la pintura y poseía una excelente biblioteca. Estudió Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, donde pudo frecuentar a profesores de la talla de don Paulino Pedret, don Ramón Otero Pedrayo, don Álvaro D´Ors y don Alfonso Otero. También en esa época participó en círculos intelectuales galleguistas con Ramón Piñeiro, Juana Torres, María Auz y José Luis Franco Grande, como recoge este último en su libro de memorias Los años oscuros. La resistencia cultural de una generación.
Profundamente creyente, para él lo primero era su trato con Dios, de donde sacaba fuerzas para atender con esmero a su familia y su trabajo y tratar de ayudar con su característica cordialidad a todo el que se acercara a él. Funcionario de la Administración Civil del Estado, el 10 de agosto de 1968 se casó con María Luisa Curiá Martínez-Alayón, el gran amor de su vida, con la que tuvo 7 hijos y a la que fue fiel hasta su muerte.
Trabajó en la Universidad Laboral de La Laguna, en el INSALUD y en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde se jubilaría en 2003 y que le distinguió con la medalla a la dedicación y excelencia en el trabajo. En aquel acto dijo que se retiraba con el ánimo de seguir el consejo recibido por Sancho de don Quijote cuando iba a iniciar el gobierno de la ínsula de Barataria: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje”. Durante sus años de trabajo, y más intensamente después de jubilarse, mantuvo viva su gran afición a las Humanidades, especialmente a la Historia. Fruto de esos años de lecturas e investigaciones dejó tres obras publicadas, las dos últimas póstumamente: Santiago el Mayor, tras las huellas del apóstol; El traslado del cuerpo de Santiago el Mayor y Breve historia del liberalismo; también dejó numerosos escritos inéditos.
Junto al amor que profesó durante toda su vida a Galicia y a la cultura gallega, me gustaría señalar que Ángel María Leyra Faraldo se sintió toda su vida español, europeo y ciudadano del mundo. En definitiva, supo compaginar, como la inmensa mayoría de los gallegos, su amor a la patria chica y su aprecio a la madre patria, respetando y admirando las buenas obras de tantas personas de tantos lugares y de diferentes países. Puedo decir sin exagerar que fue un gallego universal, no porque sea mundialmente conocido sino por su capacidad de apreciar y valorar las cosas buenas de todo el mundo.
Como señala el profesor González Rodríguez en el prólogo del catálogo, Ángel María era de formación jurídica, pero, ante todo, gustaba de buscar la belleza en lo que le rodeaba, y, como hombre de profundas convicciones cristianas –un místico, creo–, tenía siempre conciencia de la presencia de lo sobrenatural. En una carta del año 2020 (14 de junio) me decía: “En una ocasión, estando en el jardín de la casa de un yerno mío, vi unos lirios de lejos y se me ocurrió la torpeza de pensar que no era tanta su belleza. Pero, tras reaccionar, me acerqué y contemplé, sorprendido y maravillado, su extraordinaria y misteriosa hermosura”. Así era él, siempre maravillado ante la belleza de la creación.
Siendo niño, según él mismo cuenta en un escrito inédito, titulado “Recuerdos de mi vida” (2018), sus padres le regalaron una caja de acuarelas y, desde entonces, al abrigo de su padre, mientras D. José Leyra no se cansaba de pintar óleos por los hermosos parajes de la comarca ferrolana, él utilizaba sus acuarelas para captar, a su manera, la belleza. De hecho, el paisajista gallego Felipe Bello Piñeiro le aconsejó “que eligiera para pintar, amplios panoramas, paisajes con dilatados horizontes”. También, según sabemos, su padre lo animaba en su lento y meticuloso hacer. La acuarela, aunque empleada por grandes maestros como Durero, W. Blake y Turner, no siempre fue considerada como una técnica mayor. Recordemos que Evelyn Waugh, en su delicioso «Retorno a Brideshead» le hace decir al padre del protagonista: “Supongo que te vas a dedicar en serio a la pintura y que vas a emplear la técnica del óleo”.
Entre los años cincuenta y sesenta aproximadamente se desarrolla su no muy extensa producción pictórica, en ocasiones premiada. En sus obras, Ángel María, al igual que su padre, se muestra como un enamorado del paisaje gallego; un paisaje idealizado en el que intenta atrapar lo hermoso de lo cotidiano que, tal vez, por tenerlo siempre presente, no veamos. El mar, los campos, las piedras compostelanas…, la Galicia eterna es lo que nos transmiten sus pinceladas.
Llevándole, en este caso sí, la contraria a Rainer Maria Rilke, creo que podemos afirmar que en los paisajes de Ángel María Leyra Faraldo la belleza, cuando aflora, no conduce a lo terrible, sino a la paz”.