La música es sin duda uno de los elementos que mejor refleja los deseos y los anhelos de una determinada cultura. Llevamos siglos expresado nuestros sentimientos -de amor y desamor- a través de canciones.
Fijarse en las letras de las melodías que escuchamos ayuda a entender la cultura en la que vivimos y a conocer qué llevan las personas -especialmente los jóvenes- en el corazón.
La música postmoderna canta las grandes contradicciones del amor deconstruido propio de nuestro tiempo. El desamor se expresa de una manera descarnada y muestra nuestra creciente dificultad para querernos.
La cultura tecnológica individualista en la que estamos inmersos nos impide a menudo descubrir al otro y, aunque no sea lo que pide el corazón, se acaban aceptando amores efímeros.
En el fondo, queremos ser el único para el otro, confiesa Olivia Rodrigo en Happier. Por eso duele tanto el desamor, y no soportamos la traición porque nos recuerda nuestra falta de compromiso, como reconoce una despechada Shakira en sus últimas producciones. Al final no queda otra que intentar justificar una vida de soledad como en How to be lonely de Rita Ora.
Hay quien desesperada y absurdamente, llega a cantar que nos amamos mejor a nosotros mismos, como Miley Cyrus en Flowers.
Tampoco faltan canciones que hablan de un amor basura que, como la comida rápida, satisface pero no llena.
La música refleja en definitiva las heridas -a veces profundas- del desamor que, como sociedad, llevamos en el corazón.
Afortunadamente, a pesar de estas desgarradoras experiencias, y como una especie de vindicación contra el nihilismo de este siglo, seguimos cantando sobre la belleza que encierra el deseo de amar y ser amados de manera incondicional y para siempre.
Escuchamos bellas melodías de amor esponsal como la popular Perfect de Ed Sheeran. No faltan canciones que hablan sobre la fuerza del amor de una madre o de una hija, como las Canciones de amor a ti o Ay mamá de Rigoberta Bandini. También las hay sobre el amor auténtico y desinteresado de los amigos, en Eso que tú me das de Jarabe de Palo.
Son muestras esperanzadoras de que, aunque las circunstancias, los modos de expresar lo que sentimos sea diverso, el ser humano es el mismo; y pide a gritos, como siempre, amar y ser amado. Ojalá la buena música contribuyera en mayor medida a dar la batalla cultural.
Necesitamos urgentemente nuevos modelos de vida que nos ayuden a recomponer las piezas de un amor deconstruido.
Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.