El día 1 de mayo coincide el Día de la Madre (primer domingo del mes de las flores) con el Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores; una fecha en mi opinión muy propicia para acordarnos de las madres que trabajan exclusivamente en el hogar, las tradicionalmente conocidas como amas de casa.
Bien es cierto que el 8 de marzo, Día de la Mujer, algunos se acuerdan de ellas; pero son los menos, puesto que es una jornada que, en su origen, reivindicaba primordialmente los derechos laborales de las mujeres. También hay otra fecha, el 9 de octubre, en la que se celebra el Día del Ama de Casa (desconozco el porqué), pero para la mayoría pasa absolutamente desapercibida. Y es que pasar desapercibida es la especialidad del ama de casa, pues el trabajo del hogar siempre es silencioso y oculto, aunque imprescindible.
Por eso hoy quiero sacarlas a la luz y romper una lanza por ellas: las amas de casa. Me da igual que me critiquen los ideólogos de género o los gurús del movimiento woke: ¡vivan las amas de casa!
Porque no hablo de quienes no tuvieron otra oportunidad, no hablo de quienes fueron obligadas a quedarse en casa en términos de desigualdad, hablo de quienes libre y voluntariamente, conscientes de la importancia de la familia como núcleo vital o quizá sin un discernimiento tan profundo, sino simplemente guiadas por el sentido práctico, decidieron que lo mejor para sus hijos, para su marido y para ellas mismas era encargarse en exclusiva de cuidar de los suyos.
Son muchas hoy en día las profesionales altamente capacitadas y bien situadas en el mercado laboral, con maridos implicados en las tareas domésticas, que viven una relación igualitaria, pero que se dan cuenta de que las promesas de felicidad que les ofrecía la carrera profesional no han cubierto sus expectativas y que, en un movimiento revolucionario, vuelven al hogar a hacer ese trabajo que no se cotiza en euros, porque dar la vida por los demás no puede pagarse.
Y es que ser ama de casa hoy en día es mucho más que poner lavadoras, preparar la comida o limpiar la casa, eso lo puede hacer un empleado, un marido, los hijos…; ser ama de casa es estar al servicio en el sentido amplio del término, es una diakonía.
En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2021, el papa Francisco invitó a fomentar una «cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día», y afirmaba que «la educación para el cuidado nace en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad, donde se aprende a vivir en relación y en respeto mutuo».
Las amas de casa nos enseñan el valor de entregar la vida entera a los cuidados. Reflejan al Buen Pastor que desafía a la lógica y a lo que todo el mundo hace para atender a quien lo necesita; reflejan al Buen Samaritano, que pierde su tiempo, su estatus y su dinero para cuidar de quien nadie quiere cuidar. Porque hoy nadie quiere cuidar a los bebés (la natalidad está en mínimos históricos), porque hoy nadie quiere cuidar a los niños ni a los adolescentes (los centros educativos extienden sus horarios para hacer de cuidadores), porque hoy nadie quiere cuidar a los ancianos (la eutanasia se abre paso como válvula de escape de la olla exprés de la cada vez más invertida pirámide poblacional), porque las palabras servir y dar gratis producen urticaria.
Es fácil leer este artículo en clave de lucha de sexos (¿por qué ellas y no ellos?) o en clave económica (es que con un solo sueldo es imposible). Perderíamos una vez más la ocasión de hacerlas protagonistas. Y es que hoy quiero fijarme en ti, ama de casa, que no tienes un pelo de tonta ni te dejas dominar por nadie, sino que has descubierto la perla de la que habla Jesús cuando dice: «¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22, 27
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.