El año pasado, la peregrinación a Santiago de Compostela que narró en Twitter a través de su cuenta @CaminodeAlvaro, suscitó tal ola de cariño y devoción en todo el mundo que hasta el Papa Francisco le escribió una carta de agradecimiento. En ella le decía que «en medio de la pandemia que nos toca vivir, con tu sencillez, alegría y simplicidad, fuiste capaz de poner en movimiento la esperanza de muchas de las personas que te cruzaste en el camino o por las redes sociales».
Quienes tenemos la suerte de conocer a Álvaro desde pequeño y de compartir con él la vida de fe, ya sabíamos lo que este chaval era capaz de transmitir. Y es que, desde muy pequeño, la Eucaristía ha sido el momento más feliz de su vida. Conozco a chicos que han disfrutado menos de una jornada en Eurodisney que lo que Álvaro es capaz de experimentar en una celebración de la Santa Misa.
Celebrarla con él al lado es vivir muy de cerca el misterio, el banquete celeste en el que el cielo y la tierra se unen. Una gran fiesta en la que Dios se nos da todo y nosotros no podemos más que acoger ese don del cielo, el maná que llueve sobre nosotros. Dios no le ha concedido el talento de hablar de forma clara, pero sus gestos de recogimiento y de alabanza según el momento de la misa, proclaman clarísimamente a todos los que la comparten con él que algo grande está pasando en la comunidad reunida.
Pero la Eucaristía es sólo el momento culmen de una vida que es toda una liturgia. Como a todos los niños de su edad, le gusta jugar al fútbol, bañarse en el mar y correr por el campo, pero, en toda ocasión, tiene presente a Dios e invita a los que lo rodean a no olvidarlo y a amarlo a Él sobre todas las cosas.
Claro que la explicación fácil es hablar de los comportamientos repetitivos y de las fijaciones de los chicos con discapacidad, pero ¿quién no tiene un monotema, una obsesión, un asunto sobre el que vuelve una y otra vez?
Como a todos los niños de su edad, le gusta jugar al fútbol, bañarse en el mar y correr por el campo, pero, en toda ocasión, tiene presente a Dios e invita a los que lo rodean a no olvidarlo.
Antonio Moreno
Yo pienso más bien que Álvaro es un regalo que Dios ha hecho a su familia y al mundo entero, porque «lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso» (1 Cor 1, 27). Como aquellas figuras de “El Ojo mágico” en 3D que estaban ocultas tras una colorida ilustración y que uno solo era capaz de ver si dirigía la mirada a la profundidad del papel, Álvaro es un mensaje oculto a un mundo que solo quiere ver lo que tiene delante de sus narices.
En una ocasión, oí al padre de Álvaro decir que, si hoy pudiera escoger que naciera sin discapacidad, no lo elegiría, «porque entonces ya no sería Álvaro». Y era necesario que Álvaro fuera como es para que tantos podamos ver, más allá de la colorida ilustración, un Dios en tres dimensiones que es real y que nos guiña con complicidad.
¡Buen camino, Álvaro!
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.