Tres millones de euros. Esa es la cifra que la cantante y compositora estadounidense Mariah Carey se embolsa cada Navidad en concepto de derechos de autor y reproducciones de su archiconocido tema navideño «All I Want for Christmas is You» («Todo lo que quiero por Navidad eres tú»). Curioso que una canción que habla de que lo importante de la Navidad son las personas sobre lo material sea una de las minas de oro de la historia del negocio musical. ¿Y para usted? ¿Qué es más importante el dinero o su familia? ¿Su bolsillo o la gente que le rodea?
La batalla entre dos señores
Forma parte de la condición humana la lucha constante entre el egoísmo y la generosidad. Diariamente tenemos que elegir entre compartir o acumular; entre los otros y yo; en definitiva, entre Dios y el dinero.
Jesús, en el Evangelio, nos advierte muy seriamente sobre esta batalla, porque supera las fuerzas humanas. Pone el dinero al nivel de Dios y nos enseña que: “nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. ¡Ni a Satanás le da tanta importancia! El dinero es el verdadero Némesis de Dios. Él es quien nos enfrenta a nuestro creador que se hace presente en cada uno de nuestros hermanos, sobre todo, en los más pobres. Él es quien rompe la comunión entre los seres humanos y está detrás de tantas guerras, asesinatos, rupturas familiares y explotación de personas.
Por eso, en Navidad, cuando se supone que deberíamos estar más unidos, irrumpe la «otra» Navidad: la comercial, la del consumo por encima de nuestras posibilidades, la de la paga extra, la de las rebajas adelantadas, la de los aguinaldos, la de los regalos o la de la lotería y los sorteos especiales.
Es duro nadar contracorriente en este río que nos arrastra cada año (el que esté libre de pecado que tire la primera peladilla), pero conviene recordarnos año tras año que la Navidad es la gran fiesta de los pobres, de los «anawin» –palabra hebrea con la que la Biblia se refiere a la gente sencilla y dispuesta a dejarse encontrar por Dios, como aquellos pastores–. Benedicto XVI explicaba así el significado que da Jesús a la pobreza: “presupone sobre todo estar libres interiormente de la avidez de posesión y del afán de poder. Se trata de una realidad mayor que una simple repartición diferente de los bienes, que se limitaría al campo material y más bien endurecería los corazones. Ante todo, se trata de la purificación del corazón, gracias a la cual se reconoce la posesión como responsabilidad, como tarea con respecto a los demás, poniéndose bajo la mirada de Dios y dejándose guiar por Cristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. La libertad interior es el presupuesto para superar la corrupción y la avidez que arruinan al mundo; esta libertad sólo puede hallarse si Dios llega a ser nuestra riqueza; sólo puede hallarse en la paciencia de las renuncias diarias, en las que se desarrolla como libertad verdadera”.
Falsa libertad
Y es que, frente a la falsa libertad que nos ofrece el dinero (nos promete que, con él, podemos hacer muchas cosas, pero lo cierto es que nos condena a ser sus esclavos porque nunca nos parece suficiente), la pobreza de espíritu, la renuncia a ofrecernos todo lo que el mercado nos ofrece poniendo a Dios siempre antes que el afán de dinero, nos libera de ataduras.
Habrá quien piense que esta advertencia de Jesús es solo para los miembros de la lista Forbes, pero hasta la persona que es materialmente pobre –continúa el papa alemán– puede «tener el corazón lleno de afán de riqueza material y del poder que deriva de la riqueza. Precisamente el hecho de que viva en la envidia y en la codicia demuestra que, en su corazón, pertenece a los ricos. Desea cambiar la repartición de los bienes, pero para llegar a estar ella misma en la situación de los ricos de antes».
Así que, revisemos dónde tenemos nuestro tesoro, porque allí está nuestro corazón y el dinero es mal pagador. Por eso, esta Navidad nos conviene quizá comprar menos lotería, soltar lastre que hay muchos necesitados a nuestro alrededor y acercarnos más al portal a contemplar a ese niño, pobre de solemnidad, que nace en Belén. Una vez allí, les aconsejo mirarle a los ojos y cantarle, aunque sea mal y aunque ello conlleve echar unos céntimos más en la abultada gorra de Mariah Carey, «Todo lo que quiero por Navidad eres tú».
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.