La cambiante sociedad de hoy exige del docente un discurso positivo, oxigenante, claro, breve y que atraiga. De ahí la necesidad de que los profesores, también los de religión, mejoren constantemente su formación, tanto en contenidos como en su pedagogía.
Texto- Alfonso Aguiló. Presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza
El mundo de la enseñanza está sometido a importantes cambios. Es cierto que lo esencial se mantiene. Es cierto que seguimos buscando luz para las mismas grandes preguntas de siempre. Pero, como decía John Henry Newman, a veces hay que cambiar para continuar siendo uno mismo. Porque se mantiene nuestra misión pero cambia nuestro entorno. Cambian las personas que nos escuchan, cambian sus expectativas y sus sensibilidades. Y no podemos seguir haciendo lo mismo aunque en esencia sigamos caminando en la misma dirección.
Una mirada a las últimas décadas nos indica que hemos evolucionado mucho, que ha habido cambios sociales muy importantes. Los que trabajamos en la enseñanza hemos cambiado mucho, y nuestro propio trabajo nos ayuda a conocer bien cómo han cambiado y cambian las mentalidades y sensibilidades. Pero unos profesores se están adaptando mejor que otros a esos cambios. No debemos refugiarnos en la idea de que basta con seguir haciendo todo como siempre lo hemos hecho y ya está. Muchos retos educativos de hace unas décadas permanecen vigentes, pero hay otros que han quedado superados, y han aparecido otros nuevos. Hay que afrontar esos cambios con inteligencia y conociendo bien el mundo al que nos dirigimos.
Hemos de dedicar tiempo y esfuerzo a conocer bien la cultura en que vivimos. Avivar el interés por discernir bien esos cambios, sin fiarse demasiado de los análisis precocinados que nos presentan desde muy diversos ámbitos. Otear el horizonte, ensayar, preguntar, contrastar, innovar. Estamos en un mundo que cambia aceleradamente, y todos esos cambios nos interesan y los vemos con una mirada positiva. Y conociendo bien lo que sucede en nuestro entono acertaremos mejor en todos nuestros enfoques y planteamientos.
Nuestro discurso comunicativo ha de ser positivo, afable, oxigenante, que atraiga. Con un lenguaje cercano, sencillo, claro y breve. Todos los profesores, y en especial los de religión, deben mejorar constantemente su preparación. En la profundidad de sus contenidos y en su actualidad. En el fondo y en la forma. En ser uno mismo y en aprender de otros. En los métodos de siempre y en los nuevos. En la lección magistral y a la hora de despertar la participación. En los fundamentos últimos y en sus consecuencias prácticas. En todo, porque son cuestiones que afectan a todo y deberían interesar a todos. La educación no es hacer que las personas piensen como nosotros sino que piensen por sí mismas, tengan sus opiniones y su sentido crítico y encuentren su camino, que es distinto y propio de cada uno.