Ante la cultura de la nada, que apenas tiene algo que decir a los jóvenes, el educador cristiano ha de mirar a los jóvenes con simpatía y confianza alzar y mostrarles a Cristo.
– Mons. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
En el mes marzo se ha celebrado en Barcelona el simposio sobre el acompañamiento a los jóvenes organizado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE). Este encuentro ha contado con la participación de 275 expertos de toda Europa de las áreas relacionadas con el acompañamiento a los jóvenes en las distintas conferencias episcopales: juventud, vocaciones, universidades, enseñanza y catequesis. Junto a las ponencias de expertos en acompañamiento se han intercambiado las experiencias de buenas prácticas de diversos movimientos e iniciativas pastorales europeas presentes, así como el testimonio de los jóvenes.
Tuve el honor de participar en la sesión inaugural que acogió el Aula Magna del Seminario Conciliar de Barcelona, junto con el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares y el arzobispo de Westminster, cardenal Vincent Nichols. En mi intervención di la bienvenida a nuestra ciudad a todos los participantes recordando unas palabras del Papa Francisco, que enmarcaron la actividad de este simposio: “Acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas elaborados de antemano, encontrándolos donde estén, adaptándose a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos seriamente en su dificultad para descifrar la realidad en que viven y para transformar un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano para construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas”.
A propósito de este acompañamiento de los jóvenes, el cardenal Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, aportó una bonita reflexión titulada Evangelización y buenas prácticas de acompañamiento. En su intervención señaló que “acompañar equivale a conducir a la persona en lo más profundo de su existencia, para descubrir la presencia de una llamada a la verdad, clave para realizar la libertad, que permite ir más allá de nosotros mismos para confiar plenamente en el misterioso plan de Dios que da sentido y significado a la vida. Las vocaciones no se fundan sobre las cualidades que se poseen, más bien se puede decir lo contrario: la correspondencia a la vocación consiste en dar valor y apoyo a todo lo que ya se es. Ayudar a descubrir el primado de Dios en nuestra vida y la fuerza de su gracia son el instrumento mediante el cual podemos contribuir conscientemente a orientar la propia existencia”.
Estas jornadas de trabajo estuvieron acompañadas de momentos de intensa oración, que alcanzaron su culmen en la Eucaristía celebrada en la Sagrada Familia el jueves 30 de marzo, y que estuvo presidida por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente del CCEE. Previamente los expertos en la obra de Antoni Gaudí, el escultor Etsuro Sotoo y el teólogo Armand Puig, introdujeron a los presentes en el camino de la belleza para la evangelización de los jóvenes, y realizaron una visita guiada de la Sagrada Familia.
Otro momento memorable que quiero destacar fue la feria de buenas prácticas en el campo de la evangelización y acompañamiento de los jóvenes. Ésta fue una maravillosa oportunidad, que permitió un rico intercambio de propuestas y sugerencias a través de una exposición de diversas iniciativas realizadas en Europa a cargo de diversos movimientos juveniles, congregaciones religiosas y diócesis. Estas iniciativas fueron seleccionadas pensando en su aplicación en el contexto socio-cultural europeo.
Para acabar, comparto con ustedes y hago mías las palabras que el cardenal Angelo Bagnasco pronunció en la sesión conclusiva del simposio y que, creo, resumen bien el trabajo realizado. El cardenal hizo referencia a la figura del educador en el contexto actual, caracterizado por “la cultura de la nada”. El educador cristiano debe sobre todo alzar la mirada a Cristo, verdadero y único maestro. Mientras la cultura contemporánea parece “no tener nada que decir a los jóvenes, nada de significativo que les avive el corazón y colme su existencia”, sin embargo, en la persona de Jesús “resplandecen todas las virtudes humanas de forma eminente, resplandece la plena humanidad del hombre, esa humanidad que nuestra época se arriesga a no reconocer y reducir a la persona a un estado líquido”.
Miremos a las jóvenes generaciones con gran simpatía y confianza: “A ellos les tocará ser los nuevos evangelizadores, convencidos que evangelizar hoy significa ¡enseñar a los hombres el arte de vivir! El nuestro es un tiempo especialmente arduo, es la hora que la Providencia nos ha dado, la cual abrazamos con confianza y amor”.
Finalmente, aprovecho la oportunidad que me brinda la revista Palabra para agradecer la labor de organizadores y participantes. Confío que entre todos hayamos contribuido a encontrar caminos que ayuden a revitalizar la pastoral juvenil y vocacional de nuestra Iglesia con los ojos puestos en el próximo Sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional convocado por el papa Francisco para octubre de 2018.