A vueltas con el pin parental

Luchar por una educación sin ideología, para todos, es parte de lo que necesitamos en este momento para una auténtica regeneración educativa y social.

23 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos
A VUELTAS CON EL PIN PARENTAL

Foto: Siora Photography / Unsplash

Hace unos años se empezó a usar la expresión pin parental para referirse a la contraseña que los padres tienen en los televisores y otros dispositivos para bloquear el acceso a determinados canales de televisión a sus hijos. Una medida para proteger a los menores de contenidos lesivos para su madurez y formación. Con esa referencia, y con el mismo nombre, la Consejería de Educación de la Región de Murcia planteó que los padres pudiesen decidir que sus hijos no recibiesen determinados contenidos educativos si ellos no los consideraban apropiados porque vayan en contra de sus convicciones morales o religiosas.

Estos días, a raíz de la fracasada moción de censura en la Región de Murcia, el llamado ‘pin parental’ ha vuelto a estar en los medios de comunicación, como una de las piezas de trueque para apoyar o no la mencionada moción.

Más allá de la batalla política y de la medida política concreta, el tema tiene una gran relevancia. Nos recuerda la célebre  frase de la ministra Celaá: «No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres». Y nos plantea un debate de profundidad: en última instancia, ¿a quién corresponde la educación de los niños?

Si bien es verdad que el niño no pertenece a nadie, lo cierto es que, por el momento madurativo en el que se encuentra, los padres tienen la obligación y el derecho de educarle.

Javier Segura

Retomando la célebre afirmación de la ministra de Educación, está claro que el niño no pertenece a nadie. Es una persona inviolable y no es posesión de nadie. No lo es de sus padres. Y mucho menos del Estado. Pero si bien es verdad que el niño no pertenece a nadie, lo cierto es que, por el momento madurativo en el que se encuentra, los padres tienen la obligación y el derecho de educarle hasta que llegue a su madurez como persona. El Estado, que ha de coordinar y poner en marcha todo el sistema educativo, tiene una función subsidiaria en la educación, de alguna forma, delegada de las propias familias.

Quienes defienden que a los niños se les impartan contenidos relacionados con estos temas morales apelan al artículo 26 sobre Educación  de la Declaración Universal de los derechos humanos, para hablar del derecho del niño a recibir una educación integral. Según su visión no se le puede negar a ningún niño ser educado en estos contenidos porque se le estaría quitando una formación esencial. Es el ‘bien superior’ del niño lo que habría que defender. Y las familias no podrían oponerse a ello. Introducir estas ideas en los alumnos, según esta visión, no es adoctrinar, sino educar para crear mejores personas para un mundo mejor y más justo.

En el caso que estamos tratando los contenidos tienen una alta carga ideológica y van a ser impartidos bajo un determinado prisma. Quienes defienden estos contenidos consideran que es necesario que los niños asuman esos criterios (estar a favor del aborto, de la eutanasia, de la homosexualidad, de las relaciones sexuales en edades tempranas…) y consideran, en el fondo, que los padres que no educan así a sus hijos les están haciendo un grave perjuicio.

El tema, como se puede entender fácilmente, no es menor. No debemos dejarnos engañar por términos tan ambiguos como ‘el bien superior del niño’. Y debemos tener claro qué tipo de ideas se quieren transmitir a los niños. La LOMLOE, de esto no cabe duda, tiene como intención educativa promover esta visión de la realidad, aunque las familias no la compartan. Y lo hará de forma transversal en todas las materias y de forma específica en la nueva asignatura Educación en valores cívicos y éticos.

La ideología de género se ha hecho presente en nuestra sociedad por multitud de canales, y que la escuela es solo uno más.

Javier Segura

Pero seamos sinceros y reconozcamos que la ideología de género se ha hecho presente en nuestra sociedad por multitud de canales, y que la escuela es solo uno más, y no el que precisamente más incidencia tiene en la formación de nuestros jóvenes. En este sentido el trabajo a hacer por las familias es mucho más arduo. Es verdad que las familias deben estar atentas a los contenidos que reciben sus hijos y tienen que denunciarlo ante la administración correspondiente si ven que estos no son apropiados o van en contra de sus convicciones morales y religiosas. Pero es vital que haya una educación en positivo, que consiga transmitir una visión integrada de la persona humana, de su sexualidad, del amor entre el hombre y la mujer. Y en esto la Iglesia tiene un papel fundamental. Creo que es lo más importante en esta auténtica batalla cultural.

¿Y respecto al ‘pin parental’? Pienso que la Administración educativa debe evitar que haya una ideologización en los colegios, dando una visión lo más imparcial y neutra posible de estos contenidos, en caso de que se planteen. Y los padres deberán velar para que esto sea así, denunciándolo ante las administraciones educativas si se incumplen estas normas.

Luchar por una educación sin ideología, para todos, es parte de lo que necesitamos en este momento para una auténtica regeneración educativa y social.

El autorJavier Segura

Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.

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