Nos acercamos un año más a la Navidad. En ningún sitio como en los millones de tarjetas que intercambiamos los cristianos en estas fechas se concentran en pocas líneas tantos deseos de paz, amor y felicidad para todos. ¿A quién puede molestar este mensaje?
Hace pocas semanas se filtraron unas “directrices para la comunicación inclusiva”, con el apoyo de la Comisaria de Igualdad de la UE Helena Dilli, en las que se invitaba a los funcionarios europeos a evitar un lenguaje que pueda ofender la sensibilidad de los ciudadanos. Entre otras consideraciones, se recomendaba sustituir la expresión “feliz Navidad” por “felices fiestas”, o prescindir de la utilización de nombres cristianos para ejemplificar determinadas situaciones.
Una sociedad democrática debe construirse sobre un equilibrio entre el respeto de la pluralidad religiosa y de creencias y la posición de neutralidad del Estado. Este equilibrio favorece el orden público y la tolerancia, lo cual es importante para el buen funcionamiento de las sociedades inclusivas. La neutralidad del Estado supone que éste no debe tomar postura por una posición que impida a las minorías -religiosas o de otro tipo- la realización de sus legítimos ideales.
Si la Unión Europea ha adquirido el compromiso de respetar la diversidad y fomentar la tolerancia (Art. 22 de la Carta de Derechos Fundamentales), no debe promover la autocensura de nadie -aunque sea una mayoría cristiana- sino alentar a que cada uno pueda expresar, respetuosamente, sus creencias y deseos más íntimos, tanto en público como en privado.
Jamás me he sentido ofendida por la presencia de símbolos de otras religiones allí donde voy. La Pagoda Budista de Battersea Park en Londres no me resulta molesta en absoluto. En Jerusalén he entrado con admiración y respeto en las Mezquitas de la Roca y Al-Aqsa y he rezado ante el Muro de las Lamentaciones, junto a creyentes judíos. He visitado iglesias ortodoxas y protestantes en Moscú o en Zürich, y también el magnífico templo mormón de Washington D.C. Nunca me he sentido insultada por las expresiones religiosas de otros, por muy distintas a las mías que sean sus creencias.
Sinceramente, creo que solo quien quiere invisibilizar la religión tiene interés en utilizar el fácil argumento de la diversidad y del respeto a las minorías para lanzar este tipo de mensajes de cancelación. La pluralidad -que incluye indudablemente a los cristianos- no debería ofender a nadie. Y si alguien se siente molesto, es porque quizá tiene un problema, una auténtica enfermedad de nuestros días: la intolerancia.
La misma Comisaria de Igualdad Dilli retuiteaba el pasado 2 de diciembre a la Presidenta de la Comisión Von der Leyden, en su felicitación a la Comunidad judía por la fiesta de Hanukkah. Me parece muy bien que lo haga. Por eso estoy esperando su tweet para felicitar, por lo menos con el mismo entusiasmo, la Navidad a todos los cristianos.
Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.