Una parte significativa de la intervención del Nuncio apostólico Bernardito Auza al comienzo de la Asamblea Plenaria de los obispos españoles ha estado dedicado a recordar y agradecer la labor evangelizadora de España en Filipinas, hace 500 años.
Fue el 31 de marzo de 1521 cuando se celebró la primera Misa en territorio filipino; catorce días después se administraron allí los primeros bautismos. Hoy Filipinas es el principal país católico de Asia, y uno de los que tienen más peso numérico y más dinamismo.
¿Era un gesto de deferencia amable hacia el auditorio, o la sensibilidad específica de un diplomático de nacionalidad filipina? Desde luego probablemente, responda, en parte a ambas realidades y también a ello responde el reconocimiento del mérito histórico de los españoles y la alusión al agradecimiento manifestado por san Juan Pablo II en Zaragoza en 1984. Ahora bien, la expresividad y la longitud de la mención -más de la tercera parte de la intervención del Nuncio- indican una intención diferente y propiamente eclesial: la de alentar en los católicos españoles la ilusión por evangelizar también en la actualidad.
Es el encargo recibido de Jesucristo y el impulso alegre de una vida transformada; un impulso que no puede concebirse sino en libertad, tanto en quien anuncia la como en quien recibe noticia de ella. Como dice el Evangelio de San Mateo 10, 8, “gratis habéis recibido, dad gratis”.
Y la alegría de evangelizar se ve estimulada por la alegría de ser evangelizado. Los obispos filipinos declaran en su Carta pastoral escrita con motivo de los 500 años de presencia del evangelio en sus islas que “nuestros corazones rebosan de alegría y gratitud” por el don de la fe, del que dicen que es “maravilloso”.
Ahora los obligados al agradecimiento seríamos nosotros, que comprobamos en ese pueblo el gozo de creer. El carácter naturalmente alegre de los filipinos está ligado a la alegría de la fe. Con ella, el agradecimiento por lo recibido se convierte en un motor.
El Papa Francisco lo ha traducido con una invitación el 14 de marzo, cuando celebró el aniversario con la comunidad filipina en San Pedro: “Lleven la fe, ese anuncio que ustedes recibieron hace 500 años, y que ahora traen”; y subrayó la alegría que “se ve en vuestro pueblo, se puede ver en vuestros ojos, en vuestros rostros, en vuestros cantos y en vuestras oraciones. La alegría con las que ustedes llevan su fe a otras tierras”.
Efectivamente, en muchos países donde trabajan y viven filipinos, éstos se convierten en un elemento principal de la comunidad cristiana. “Porque a donde van a trabajar, trabajan, pero también siembran la fe. Ésta es… una enfermedad hereditaria, pero ¡una dichosa enfermedad!”.