Cuando alguien pregunta qué el transhumanismo, se le podría contestar con un pronóstico del sueco Anders Sandberg, de la Universidad de Oxford, cuando asegura que, en un futuro cercano, las máquinas podrán hacer todo lo que hace el cerebro humano. O cuando reveló que la medalla que lleva al cuello contiene instrucciones para ser crionizado antes de morir con la esperanza de ser revivido en unos miles de años. Por estas cosas, entre otras, le califican como transhumanista.
Sus posiciones no coinciden en bastantes temas con las del Instituto Razón Abierta, de la Universidad Francisco de Vitoria, ni probablemente con las de Elena Postigo, directora del Congreso Razón Abierta que tiene lugar hoy y mañana en esta universidad, en modalidad online y presencial, con un ambicioso programa interdisciplinar. Por eso tendrá aún mayor interés escuchar hoy a Sandberg en la conferencia inaugural, y al resto de expertos de diversas universidades españolas y extranjeras.
Para bucear en el transhumanismo y situar este Congreso, Omnes ha entrevistado a Elena Postigo, directora del Instituto de Bióetica de la misma Universidad, quien precisa: a veces se habla “del transhumanismo como si fuera una corriente homogénea, cuando en realidad no lo es. El transhumanismo tiene muchas derivadas, algunas no tan radicales como las de los transhumanistas”.
Sobre los llamados cyborg “también hay discusión”, señala Elena Postigo. “Sería una síntesis entre orgánico y cibernético. Personalmente no comparto la idea del cyborg tal como lo entienden los transhumanistas”, afirma. Pero comencemos por el principio.
¿Cómo surgió la idea de celebrar este Congreso? ¿Por qué el transhumanismo?
̶ La directora del Instituto Razón Abierta, María Lacalle, hace un año exactamente, me propuso realizar este Congreso, porque tengo en la universidad un grupo de investigación abierta sobre transhumanismo, y pensó que el transhumanismo podría ser un terreno ideal para abordar las cuestiones que plantea el Congreso Razón Abierta.
El Instituto Razón Abierta nació hace años en la Universidad con la finalidad de fomentar la reflexión, el estudio y la discusión entre distintos saberes, tanto ciencias, como filosofía, como teología, con la finalidad de llegar a lo que el Papa Benedicto XVI llamó la razón abierta, o la razón ampliada, que refleja el deseo de recuperar el carácter sapiencial de la tarea universitaria.
Es decir, recuperar lo que fue la universidad, que era la integración de saberes. Estamos en una época en cada saber estudia lo suyo, y no se ocupa de lo demás, por lo que se pierde de vista al ser humano. El Instituto Razón Abierta nace con esa finalidad, de una razón abierta a la fe, que integre los distintos saberes, y que vea las cuestiones, las corrientes culturales de nuestra época, desde esa perspectiva integradora y sapiencial.
Estamos en una época en cada saber estudia lo suyo, y no se ocupa de lo demás, por lo que se pierde de vista al ser humano.
Elena Postigo Directora del Instituto de Bióetica UFV
Y acepté la propuesta de María Lacalle, con un programa que aborda desde cuestiones de fondo, hasta cuestiones más particulares. Por ejemplo, los límites de la Ciencia, qué problemas se plantean para el Derecho, para la familia, para todas las disciplinas. Hicimos grupos de trabajo por facultades, para saber qué temas les interesaban, etc., y así fueron naciendo mesas redondas del Congreso. Puede decirse que ha colaborado toda la Universidad con el fin de ofrecer una visión integradora y crítica de lo que es el transhumanismo, y qué desafíos plantea para la universidad y para la sociedad en general.
Usted habla en un hilo en su cuenta de twitter del transhumano y del posthumano. ¿Estará la Ciencia en poco tiempo en condiciones de plantear esto? ¿Hablamos de ciencia ficción o de algo que tiene visos de realidad? ¿Realmente la alternativa puede ser homo sapiens o cyborg?
̶ Esto hay que plantearlo a siglos vista. Es decir, como si el hombre medieval aterrizara de repente en nuestra época. Imaginemos un señor del siglo XII que aterriza diez siglos después. Los cambios que encontraría serían impresionantes. Tenemos que hacer el esfuerzo mental del escenario que plantea el transhumanismo a cien o doscientos años vista. Mi respuesta es que parte de lo que plantean es verosímil, no es utópico, puede llegar a suceder. Otra parte, no. Creo que hay parte de utopía.
Pienso que en el trashumanismo hay que distinguir entre cosas de ciencia ficción -como es por ejemplo resucitar tras la muerte, la criogenización-, que pienso que son utópicos, porque parten de premisas teóricas equivocadas, como pensar que el ser humano es solo materia; y otras que podemos llegar a verlas. Seguramente va a haber una etapa, ya estamos en ella, en la que nos vamos a plantear la posibilidad de mejorar al ser humano, mediante genética, la nanotecnología, robótica, inteligencia artificial, etc. Y pienso que puede haber un buen uso de la ciencia y la técnica.
Pero hay otras coas que no, que considero que son utópicas, y que no se van a realizar. Justamente el desafío consiste en ver dónde están los riesgos, en guiar la ciencia y la técnica al servicio del ser humano, también para no dañar a las futuras generaciones. Ahí está justamente el análisis ético. Pero parte no es utópico, y puede llegarse, en cien o doscientos años. Otra parte no creo que llegue nunca.
El desafío consiste en ver dónde están los riesgos, en guiar la ciencia y la técnica al servicio del ser humano, también para no dañar a las futuras generaciones.
Elena Postigo. Directora del Instituto de Bióetica UFV
¿Qué implicaciones puede tener para el ser humano el transhumanismo? ¿Y para la sexualidad, o la familia? ¿Puede comentar algo, aunque se aborde en el Congreso?
Hay una relación entre transhumanismo y la bioideología de género. El transhumanismo habla de la disolución de los géneros y de los sexos. Hay una autora, Donna Haraway, que sostiene esta tesis; es decir, en el futuro no serán ni varón ni mujer, será un cyborg que no tendrá sexo. Esto tiene implicaciones en la familia, porque además los transhumanismos hablan también de la ectogénesis, del útero artificial.
Estoy hablando del transhumanismo como si fuera una corriente homogénea, cuando en realidad no lo es. El transhumanismo tiene muchas derivadas, algunas no tan radicales como las de los transhumanistas. En síntesis, tiene graves implicaciones para la familia. Y esto me preocupa especialmente. El transhumanismo y la ideología de género conectan en una visión de la naturaleza humana que mira hacia autoconstrucción, no como algo dado, algo creado, sino como algo que se autoconstruye mediante mi conciencia, mi deseo y mi autodeterminación de ser lo que yo quiero llegar a ser.
Junto a lo que estamos hablando, también es cierto que la domótica, o la robótica, pueden conseguir importantes avances para la calidad de vida del ser humano, en especial si tiene enfermedades degenerativas. Usted se ha referido antes a ello. Sin embargo, ¿hasta qué punto una construcción humana, como puede ser un cyborg, podría tener emociones, sentimientos, incluso conciencia? Hay límites éticos…
La ciencia y la técnica no son malas. Son frutos que han salido de la inteligencia humana, y que, por lo general, aunque se puede hacer un mal uso de ellas, se han utilizado hasta ahora para beneficio de la humanidad. Estas ciencias que apunta van a tener un uso terapéutico para mejorar las calidades de vida de ciertas personas. Eso es indudable y fantástico. De lo que estamos hablando, el uso de la robótica, por ejemplo, eso no es un cyborg.
¿Cuál es el problema? Por ejemplo, ¿qué podría suceder si llegara un ordenador conectado a nuestro cerebro, que adelantara ciertas órdenes que pueden condicionar nuestra libertad o nuestra conciencia?. Eso sí es un problema ético. Me pregunta por los límites éticos. No puedo dar ahora un único criterio. Hay que ver, para cada una de estas intervenciones, exactamente qué supone. No es lo mismo una alteración genética, que una conexión del cerebro a un ordenador, que un implante nanotecnológico, o que un nanorobot. Son cosas muy distintas y por eso se requiere un estudio pormenorizado de cada intervención, para ver su finalidad, los medios que se utilizan, etc.
Yo diría que como criterios éticos, deberíamos siempre velar por el respeto, la integridad, la vida y la salud de las personas; velar también por salvaguardar la conciencia, la libertad, la privacidad, la intimidad; y en tercer lugar, velar para que todas las intervenciones sean justas y no generen más desigualdad. O, por ejemplo, que no sean discriminatorias. Se habla de la eugenesia prenatal, genética, por citar otro ejemplo.
Como criterios éticos, deberíamos siempre velar por el respeto, la integridad, la vida y la salud de las personas;
Elena Postigo. Directora del Instituto de Bióetica UFV
¿En cuanto a los cyborgs?
̶ ¿Qué es un cyborg? Sobre esto también hay discusión. Sería una síntesis entre orgánico y cibernético. Personalmente no comparto la idea del cyborg tal como lo entienden los transhumanistas. Un cyborg es una entidad que desde su origen es una síntesis orgánico-cibernética, y que no tiene por qué ser humana. Estamos hablando de un robot con células orgánicas, o de seres que todavía no existen. Y ahí se plantea todo un mundo, que es el de los robots, de las máquinas…
¿Podrían llegar a tener conciencia? Mi respuesta es que no. Podríamos simular una inteligencia humana, pero difícilmente podríamos simular un proceso creativo o una emoción. Aquí es donde entramos ya en qué es el ser humano, que no es solo materia. Desde una perspectiva materialista, para ellos habría una continuidad entre un humano y un robot más perfeccionado. Desde la perspectiva de un humanismo cristiano, son dos cosas completamente distintas. Una es espiritual y tiene un principio de vida en sí misma, y la otra no lo tiene.