Relata san Marcos en el evangelio de este domingo 14 de julio: “llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus impuros. y les mandó que no llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bastón; y que fueran calzados con sandalias y que no llevaran dos túnicas”.
El Papa ha recogido este mensaje de Jesús en el Ángelus, y ha animado a realizar una misión evangelizadora “en comunión, armonía entre todos, y sobriedad en nuestra vida cristiana”. Por ejemplo, el Santo Padre se ha preguntado: “¿Siento el gusto de anunciar el Evangelio, de llevar, donde vivo, la alegría y la luz que brotan del encuentro con el Señor? Para ello, ¿me comprometo a caminar junto a los demás, compartiendo con ellos ideas y habilidades, con la mente abierta y el corazón generoso? Y finalmente: ¿sé cultivar un estilo de vida sobrio y atento a las necesidades de mis hermanos?”.
El Pontífice ha comenzado siguiendo directamente el hijo evangélico del envío de Jesús a los discípulos, de dos en dos, llevando “sólo lo necesario y no yendo solos, sino juntos, como comunidad”, “para ser libres”, porque de otro modo caeremos en la esclavitud.
Además, ha invitado a los romanos y peregrinos presentes en la plaza de San Pedro a pedir a la Madre de Dios, Reina de los Apóstoles, que “nos ayude a ser verdaderos discípulos misioneros, en comunión y sobriedad de vida”, y a que conceda la paz a la martirizada Ucrania, a Palestina, a Israel, a Myanmar…
Estilo de vida sobrio
El Papa Francisco ha reiterado en más de una ocasión que en el anuncio del Evangelio es importante saber mantener la sobriedad. “Saber ser sobrios en el uso de las cosas”, subrayó, “compartiendo los recursos, las capacidades y los dones, y prescindiendo de la superfluo, para ser libres y para que todos tengan lo necesario para vivir dignamente y contribuir activamente a la misión”.
Algo más adelante, Francisco añadió que hay que saber “ser sobrios en los pensamientos y en los sentimientos, abandonando las visiones parciales, los prejuicios y las rigideces que, como equipaje inútil, pesan y obstaculizan el camino, para favorecer en cambio el debate y la escucha, y así hacer más eficaz el testimonio”.
De igual modo, el Santo Padre ha alentado a observar lo que sucede en nuestras familias o en nuestras comunidades, sobre todo, “cuando estamos satisfechos con lo necesario, aunque sea con poco, con la ayuda de Dios, logramos salir adelante y llevarnos bien, compartiendo lo que tenemos, renunciando todos a algo y apoyándonos unos a otros”. Y esto “es ya un anuncio misionero, antes y más que palabras, porque encarna la belleza del mensaje de Jesús” en la concreción de la vida. “Una familia o comunidad que vive así, de hecho crea a su alrededor un ambiente rico en amor, en el que es más fácil abrirse a la fe y a la novedad del Evangelio, y desde el que empezar de nuevo mejor, más serenos”.
Si en cambio, cada uno va por su lado, si lo que importa son sólo las cosas –que nunca son suficientes–, si no nos escuchamos, “si prevalecen el individualismo y la envidia, el aire se vuelve pesado, la vida se vuelve difícil y las reuniones se convierten más en motivo de ansiedad, tristeza y desaliento que de alegría”, ha concluido, antes de rezar la oración mariana del Ángelus.