– ¿Cuántos niños hacen la primera comunión en tu parroquia?
Esta suele ser una de las primeras preguntas que se le hacen a un cura al pedirle que hable de su parroquia. Parece que la respuesta nos dará la medida de la salud pastoral de la parroquia.
– ¡300!
– ¡Wow! ¡Qué buena parroquia!
– 5 o 6.
– Vaya… ¿y tenéis muchas bodas? ¿Cuántas familias acuden a Cáritas? ¿La gente del barrio es muy mayor?
¿Qué es lo que da la verdadera medida de la salud de una parroquia? ¿Cuáles serían las preguntas adecuadas? ¿Nos atrevemos a hacerlas?
La simple cifra de niños de primera comunión, o de bautizos o de confirmaciones o de bodas apenas sirve para cumplimentar los datos del Anuario Pontificio. Refleja el nivel de actividad, pero no la vitalidad ni la salud de una parroquia; a veces también nos puede servir de anestésico para no percibir la decadencia mientras estamos ocupados.
Por supuesto que es bueno tener 300 niños en primera comunión, y 1000 sería mejor. La cuestión es que lo que nos da la verdadera medida de la fortaleza de la Iglesia no es el número de asistentes o beneficiarios.
El otro día hablaba con un amigo cura, y le decía que en mi parroquia, de los 80 niños que hay en catequesis, apenas 3 o 4 asisten regularmente a misa con sus familias. La mayoría de los padres, a pesar de las invitaciones que les hacemos, terminada la catequesis, en vez de entrar en misa recogen a sus niños y se van… a patinar, a pasear, a montar en bici, a alguna actividad organizada por el ayuntamiento… Este sacerdote amigo, que trabaja en un colegio, me decía:
– Es así, pero al menos habrán estado con nosotros unos años y recordarán que el sacerdote era un tío legal y muy simpático … ese es el impacto que dejaremos en sus vidas.
Fui un poco malvado:
– Ya, pero el Señor no nos dijo: “id al mundo entero, sed simpáticos, caedle bien a todo el mundo y que os recuerden con cariño…”, sino que dijo: “Id al mundo entero, y haced discípulos…”.
Hacer discípulos. Esta es la clave. Todos los que hemos entregado nuestras vidas a Cristo para siempre, laicos y clérigos, casados y célibes, todos los que seguimos a Cristo y somos sus testigos hemos sido y somos discípulos. Nuestro seguimiento y compromiso no se basan en alguien que nos cayó bien; por supuesto que la gente simpática ayuda, pero lo que nos ha convertido en discípulos fue que alguien nos llevó a Cristo, alguien nos llevó a encontrarnos con Él cara a cara y nos enseñó a escucharle; alguien de quien recordamos su rostro y su nombre, alguien de quien nos fiamos y que fue nuestro mentor, nuestro maestro, nuestro padre en la fe; alguien con quien contábamos a cualquier hora del día; alguien que nos sostenía con su oración y que nos enseñó a rezar; alguien que fue un sacerdote, un laico, hombre, mujer; alguien que era un cristiano consciente de que por ser bautizado tenía una misión; alguien para quien el Señor esta el centro de su vida y de todas las áreas de su vida, alguien…
Quizá la pregunta adecuada que hay que hacer para medir la salud de una parroquia no es cuántos niños tiene en primera comunión, sino…: ¿cuántos de esos “alguien” hay en la parroquia?