TribunaLuis Manuel Suárez, CMF

Vocaciones: a Dios rogando…

Di sí al sueño de Dios” es el lema este año de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de Vocaciones Nativas, que tienen lugar el 12 de mayo. El autor, claretiano, comenta la necesidad de orar por las vocaciones y el mensaje del Papa Francisco para esta jornada.

10 de mayo de 2019·Tiempo de lectura: 4 minutos

Las cosas importantes de la vida son regalo y tarea. A la vez. Como las caras de una moneda. La vida misma, la salud, las personas queridas, las cualidades que tenemos, la fe… Todo ello no se puede comprar ni vender, sino que se nos da como regalo, a la vez que implica una responsabilidad para mantenerlo y hacerlo crecer y fructificar.

En la vida de la Iglesia son muy importantes las “vocaciones”: las personas que descubren su vida como una respuesta a la llamada de Dios y que despliegan esa vocación en su existencia. En palabras de Francisco en su Mensaje para la Jornada de este año, partiendo de la escena de la llamada de Jesús a los primeros discípulos junto al lago de Galilea: “La vocación es una invitación a no quedarnos en la orilla con las redes en la mano, sino a seguir a Jesús por el camino que ha pensado para nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean”.

Un regalo y una tarea. Por ser tarea, en la Iglesia necesitamos trabajar por las vocaciones, para que cada cristiano descubra su manera de seguir a Jesús y sea fiel en su respuesta al Señor. Y como regalo, en la Iglesia necesitamos pedir por las vocaciones, como nos recomendó el mismo Maestro: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mateo 9, 38). Esta necesidad de “orar por las vocaciones” está en el origen de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Vocaciones Nativas, ubicada en el IV domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor.

Tras algunos precedentes históricos, fue san Pablo VI quien instituyó oficialmente la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (JMOV), el 23 de enero de 1964. En cuanto al enfoque, partiendo de la estima por todas las vocaciones, la Iglesia, con ocasión de esta Jornada Mundial, ha venido centrando su atención de un modo especial en las vocaciones consagradas: al ministerio ordenado (presbíteros y diáconos) y a la vida consagrada en todas sus formas (masculina y femenina, contemplativa y apostólica). Contando con que hay otras Jornadas en el año dedicadas a otras formas de vida y de misión (familia, apostolado seglar, Domund…).

Respecto a la  Jornada de Vocaciones Nativas, vinculada a la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, quiere ser un día especialmente dedicado a la oración y la cooperación con los jóvenes que son llamados al sacerdocio o la vida consagrada en los territorios de misión. Desde 2016, en España se celebra conjuntamente con la JMOV en un mismo día, coincidiendo con el IV domingo de Pascua, ya citado.

En este año 2019 ese IV domingo de Pascua es el 12 de mayo. Y el título del Mensaje del santo padre Francisco para la LVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones es La valentía de arriesgar por la promesa de Dios. En este escrito sugerente y que invitamos a leer, dice cosas como lo siguiente: “La llamada del Señor no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una ‘jaula’ o un peso que se nos carga encima. Por el contrario, es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos, mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una pesca sobreabundante”.

En ese Mensaje, el Papa Francisco adopta una perspectiva integradora, en línea con la que se ha tratado la cuestión vocacional en el reciente Sínodo sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Desde ahí, comienza hablando de la llamada a la vida cristiana, para todos, explicitando después los diversos modos de concretarla:

“La vida cristiana se expresa también en esas elecciones que, al mismo tiempo que dan una dirección precisa a nuestra navegación, contribuyen al crecimiento del reino de Dios en la sociedad. Me refiero a la decisión de casarse en Cristo y formar una familia, así como a otras vocaciones vinculadas al mundo del trabajo y de las profesiones, al compromiso en el campo de la caridad y de la solidaridad, a las responsabilidades sociales y políticas, etc. […]

En el encuentro con el Señor, alguno puede sentir la llamada a la vida consagrada o al sacerdocio. Es un descubrimiento que entusiasma y al mismo tiempo asusta, cuando uno se siente llamado a convertirse en ‘pescador de hombres’ en la barca de la Iglesia a través de la donación total de sí mismo y empeñándose en un servicio fiel al Evangelio y a los hermanos. Esta elección implica el riesgo de dejar todo para seguir al Señor y consagrarse completamente a él, para convertirse en colaboradores de su obra”.

En nuestro contexto, desde hace unos cuantos años, se preparan unos materiales de oración y celebración conjuntamente entre la Conferencia Episcopal Española y la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), a la que últimamente se ha unido la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS) y, por la parte de las Vocaciones nativas, la institución Obras Misionales Pontificias (OMP). El lema elegido para este año, partiendo del Mensaje del Papa, es Di sí al sueño de Dios. Como dice nuestro dicho popular: “A Dios rogando, y con el mazo dando”. Si las vocaciones en la Iglesia son importantes, todos tenemos que trabajar por ellas; sabiendo que al ser, a la vez, un regalo, todos tenemos que pedírselas al Señor. Que por nosotros no quede, ni lo uno ni lo otro. n

El autorLuis Manuel Suárez, CMF

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