Si el miércoles pasado el Santo Padre rezó por las madres de los soldados ucranianos y rusos caídos en la guerra de Ucrania, en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, ante unas veinte mil personas, un joven ucraniano y otro ruso rezaron por la paz, levantando cierta polvareda diplomática. Ya el año pasado, una mujer rusa y otra ucraniana, Irina y Albina, cargaron con la cruz en el Vía Crucis.
En la oración correspondiente a la décima Estación del Vía Crucis, ‘Jesús es despojado de sus vestiduras’, los jóvenes dijeron: “Jesús, por favor, haz que haya paz en todo el mundo y que todos podamos ser hermanos”.
Oremos diciendo: purifícanos, Señor Jesús.
Del resentimiento y el rencor: purifícanos, Señor Jesús.
De las palabras y las reacciones violentas: purifícanos, Señor Jesús.
De las actitudes que provocan división: purifícanos, Señor Jesús.
Del deseo de sobresalir, humillando a los otros: purifícanos, Señor Jesús”.
El lema general del Vía Crucis fue “Voces de paz en un mundo en guerra”. El joven ucraniano contó que “el año pasado, mi padre y mi madre nos prepararon a mí y a mi hermano más pequeño para llevarnos a Italia, donde nuestra abuela trabaja desde hace más de veinte años. Partimos de Mariúpol durante la noche. En la frontera los soldados detuvieron a mi padre y le dijeron que debía permanecer en Ucrania para combatir. Nosotros seguimos adelante en autobús dos días más. Al llegar a Italia yo estaba triste. Sentí que me despojaban de todo; que estaba completamente desnudo. No conocía la lengua y no tenía ningún amigo”.
“La abuela se esforzaba por hacerme sentir afortunado, pero yo no hacía más que decir que quería volver a casa. Finalmente, mi familia decidió volver a Ucrania. Aquí la situación sigue siendo difícil, hay guerra por todas partes, la ciudad está destruida”. “Pero con la ayuda del buen Dios. volverá la paz”, afirmó.
Ruso: “que todos podamos ser hermanos”
“Yo, en cambio, soy un joven ruso. Al decirlo experimento casi un sentimiento de culpa, pero al mismo tiempo no entiendo por qué y me siento doblemente mal, despojado de la felicidad y de los sueños para el futuro”, comenzó diciendo el muchacho ruso.
“Hace dos años que veo llorar a mi abuela y a mi madre. Una carta nos comunicó que mi hermano mayor había muerto. Lo recuerdo todavía el día en que cumplió dieciocho años, sonriente y brillante como el sol, y todo eso sólo algunas semanas antes de partir a un largo viaje. Todos nos decían que debíamos estar orgullosos, pero en casa sólo había sufrimiento y tristeza. Lo mismo pasó con mi padre y mi abuelo; también partieron y no sabemos nada de ellos”, prosiguió.
“Uno de mis compañeros de la escuela, con mucho miedo, me dijo al oído que hay guerra. Al volver a casa escribí una oración: Jesús, por favor, haz que haya paz en todo el
mundo y que todos podamos ser hermanos”.
14 gracias a Jesús
Tras el protagonismo de las familias en el Vía Crucis del año pasado, las reflexiones de las catorce estaciones del Vía Crucis de este año han sido duros testimonios recogidos ante el Papa Francisco en Audiencias y viajes apostólicos, por personas de diversas edades en zonas de guerra, conflictos y descarte. Voces que han llegado desde Tierra Santa, diversas partes de África, Centroamérica y Sudamérica, la península balcánica, el sudeste asiático o Medio Oriente.
En la Oración final, antes de rezar el Padre Nuestro en latín, se dio 14 veces gracias al Señor. “Señor Jesús, Palabra eterna del Padre, por nosotros te has hecho silencio. Y en el silencio que nos guía hacia tu sepulcro hay aún una palabra que queremos decirte pensando en el itinerario del vía crucis que recorrimos contigo: gracias”. Éstos fueron los agradecimientos:
“Gracias, Señor Jesús, por la mansedumbre que confunde a la prepotencia.
Gracias, por la valentía con la que has abrazado la cruz.
Gracias, por la paz que brota de tus heridas.
Gracias, por habernos dado a tu santa Madre como Madre nuestra.
Gracias, por el amor que mostraste ante la traición.
Gracias, por haber cambiado las lágrimas en una sonrisa.
Gracias, por haber amado a todos sin excluir a nadie.
Gracias, por la esperanza que infundes en la hora de la prueba.
Gracias, por la misericordia que sana las miserias.
Gracias, por haberte despojado de todo para enriquecernos.
Gracias, por haber transformado la cruz en árbol de vida.
Gracias, por el perdón que has ofrecido a tus verdugos.
Gracias, por haber vencido a la muerte.
Gracias, Señor Jesús, por la luz que has encendido en nuestras noches y, reconciliando toda división, nos has hecho a todos hermanos, hijos del mismo Padre que está en los cielos”.