Vaticano

El obispo y la unidad de los cristianos

El Padre Manuel Nin, exarca apostólico de los católicos de rito bizantino en Grecia, comenta y analiza el nuevo Vademécum ecuménico publicado por la Santa Sede, que coloca al obispo como protagonista de la acción ecuménica.

Manuel Nin·9 de diciembre de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos

«El obispo y la unidad de los cristianos: vademecum ecuménico«. Con este título y dándole en la presentación en la sala de prensa vaticana una importancia muy notable, fue publicado el viernes 4 de diciembre este documento, avalado con la aprobación del Santo Padre y respaldado, en la presentación a los medios de comunicación, por la presencia de cuatro cardenales prefectos de sendos dicasterios de la curia romana: del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, y de las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para los obispos y para la evangelización de los pueblos. 

         Se trata de un documento importante que recorre -haciendo prácticamente una relectura y una actualización- los grandes documentos magisteriales de los últimos 60 años, desde Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II, pasando por el Directorio para la aplicación y los principios del ecumenismo de 1993 y la encíclica Ut unum sint de san Juan Pablo II, hasta las intervenciones pontificias de los papas Benedicto XVI y Francisco. 

El obispo, protector de la unidad

         Profundizando lo dicho en los documentos precedentes, el Vademécum (Vad) enfoca de manera especial el rol del obispo, de cada obispo de la Iglesia Católica, en el diálogo ecuménico con las otras Iglesias y comunidades cristianas. El obispo es el vínculo de comunión al interior de cada Iglesia cristiana, y sobre todo de la propia Iglesia de la que es pastor, y hacia todos los que son bautizados en Cristo: “El ministerio confiado al obispo comporta un servicio a la unidad. A la unidad de su propia diócesis y a la unidad entre su Iglesia local y la Iglesia universal. Se trata de un ministerio con un significado especial: la búsqueda de la unidad de todos los discípulos de Cristo.” (Prefacio). Ese será, podríamos decir, el hilo conductor de todo el documento: el obispo es aquel que crea y que guarda, que protege la unidad en su Iglesia: “El obispo, como pastor del rebaño, tiene la responsabilidad precisa de reunir a todos en la unidad. Él es “principio y fundamento visible de unidad” en su Iglesia particular” (n. 4). Tengamos en cuenta que la dimensión eclesiológica del ministerio episcopal la recoge el Vad principalmente de la Lumen Gentium del Vaticano II. En la misma introducción al documento y casi como una base segura en la que se apoyará en todas sus páginas, el Vad indica claramente al obispo como fuente de unidad en su Iglesia por aquello que enseña, y por aquello -el Misterio- que celebra, y en todo lo que hace y vive como pastor de su rebaño: “…su enseñanza de la fe, su ministerio sacramental, y las decisiones de su gobierno pastoral.” (n. 4). 

         El documento se divide en dos partes: una primera parte dedicada a la promoción, formación y difusión del camino ecuménico en la Iglesia Católica -dando especial énfasis a las estructuras del diálogo ecuménico en cada Iglesia particular y a la formación de los laicos, de los seminaristas y del clero en la dimensión ecuménica-, y una segunda parte en la que  se presentan las relaciones de la Iglesia Católica con los otros cristianos, y en la que se hace hincapié en la dimensión espiritual en la que tiene que basarse el ecumenismo. Concretamente en tres aspectos fundamentales del dialogo ecuménico: diálogo de la caridad, diálogo de la verdad y diálogo de la vida. No pretendo resumir en estas líneas todo el documento. Quisiera simplemente evidenciar algunos puntos que me parecen fundamentales. 

El Papa Francisco nombró al padre Manuel Nin exarca apostólico de los católicos de rito bizantino en Grecia en 2016.

Comunión y diálogo

         En primer lugar, el Vad subraya en diversas ocasiones como el obispo es el hombre de comunión y de diálogo con y entre los fieles, y con y entre los fieles y los hermanos de otras confesiones cristianas: “…obispo como un hombre de diálogo, que involucra a las personas de buena voluntad en una búsqueda común de la verdad a través de una conversación marcada por la claridad y la humildad, y en un contexto de caridad y amistad” (n. 7). El obispo además como maestro en el camino ecuménico, enseñando siempre: “…con amor a la verdad, con caridad y con humildad…” (n. 11). Estas son actitudes y disposiciones fundamentales sea por parte del obispo sea por parte de los que están delegados a la formación de clero y laicado en las diócesis. Esta formación en el camino ecuménico prevé que éste se haga siempre sin compromiso alguno, en el que la unidad sea construida en detrimento de la verdad. El amor a la verdad. Éste es un aspecto fundamental del diálogo con las otras Iglesias y comunidades cristianas subrayado de manera especial por el magisterio pontificio en los últimos decenios. El amor a la caridad, que supone evitar presentaciones polémicas de la historia y de la teología cristianas que puedan llevar a enfrentamientos y no al diálogo. Finalmente, amor y actitud de humildad, que nos permite ver lo que “lo que Dios realiza en quienes pertenecen a las otras Iglesias y Comunidades eclesiales”, afirmado por san Juan Pablo II en Ut unum sint

La oración común

         En segundo lugar, el Vad subraya de manera muy clara los tres aspectos fundamentales del ecumenismo: diálogo de la caridad, diálogo de la verdad y diálogo de la vida, tal como lo han puesto de manifiesto en su doctrina y en sus gestos los papas de los últimos decenios de la Iglesia Católica. Un ecumenismo basado en el diálogo y la oración para la unidad de los cristianos, y sobre todo fundado en la conversión profunda del corazón y la santidad de vida de los cristianos. Plegaria por la unidad de los cristianos, oración común a partir de textos bíblicos y litúrgicos comunes y fundamentales a todas las Iglesias cristianas: el Padrenuestro, los Salmos, las fiestas litúrgicas, los santos y los mártires en común, la misma vida monástica y religiosa consagrada… Hago notar como el Vad es también muy consciente de las dificultades que surgen porque “…algunas comunidades cristianas no practican la oración conjunta con otros cristianos” (n.17). El ecumenismo como camino fundado en la esperanza y también en el sufrimiento y en la cruz. Un diálogo de la caridad que siempre nos hará descubrir al otro como hermano en Cristo. (n.25). Un diálogo de la verdad, en segundo lugar, que tiene como base el diálogo teológico para poder recomponer la unidad en la fe. Finalmente, el diálogo de la vida, en cuanto: “Las verdades formuladas conjuntamente en el diálogo teológico reclaman una expresión concreta mediante una acción conjunta en el ámbito pastoral, en el servicio al mundo y a través de la cultura… …se pide a los católicos que practiquen en igual medida dos virtudes gemelas del ecumenismo, la paciencia y la perseverancia...” (n.31). 

El matrimonio mixto, lugar ecuménico

         En tercer lugar, el Vad encuadra dos temas o problemas que aun no han sido totalmente resueltos o acogidos en modo igual por todas las Iglesias cristianas: el tema de los matrimonios mixtos y el tema de la communicatio in sacris, la comunión con los Santos Misterios, los sacramentos. Por lo que se refiere a los matrimonios mixtos, el Vad insiste en la autoridad del obispo diocesano por lo que se refiere a los permisos a dar, y presenta el tema bajo dos aspectos interesantes: el matrimonio mixto como lugar de ecumenismo, de encuentro entre dos tradiciones cristianas y al mismo tiempo como lugar de sufrimiento que se vive en el seno de una familia mixta: “Los matrimonios mixtos no deben considerarse como problemas, ya que a menudo son un lugar privilegiado donde se construye la unidad de los cristianos… Sin embargo, los pastores no pueden quedar indiferentes ante el dolor de la división de los cristianos que se experimenta tal vez más agudamente que en cualquier otro contexto. La pastoral de las familias inter-confesionales, desde la preparación inicial de la pareja al matrimonio, hasta su acompañamiento pastoral una vez que tiene hijos…” (n.35). Por lo que se refiere a la communicatio in sacris, el Vad subraya como por una parte la celebración de los sacramentos expresa la plena comunión en el interior de una Iglesia, y como cada sacramento constituye la participación plena en los medios de la gracia, y por otra parte expresa claramente como sigue siendo un área de serias tensiones la celebración y la administración de los sacramentos entre las diversas Iglesias cristianas que no están en plena comunión (n.36).

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El Cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la unidad de los cristianos, el día de la presentación del vademécum.

El documento reafirma lo que ya había sido especificado en documentos precedentes, a saber, que la administración de los sacramentos, especialmente eucaristía, penitencia e unción de los enfermos, debe estar reservada a la participación en la plena comunión de una Iglesia. Será el obispo, y aquí reencontramos el hilo conductor de todo el documento, el que deberá discernir la oportunidad de administrar un sacramento a un fiel de otra confesión cristiana, teniendo en cuenta siempre que la administración de un sacramento no ha de ser nunca una simple cortesía o amabilidad, sino que es siempre el administrar un medio de salvación y de gracia de Dios. En el número 37, el Vad toca otro tema importante y delicado al mismo tiempo, es decir el cambio de afiliación eclesial, sobretodo por parte de miembros del clero. Se insiste por una parte acoger a los cristianos de otras confesiones también cristianas que pasan a la Iglesia Católica con alegría y evitando al mismo tiempo cualquier forma de triunfalismo, y por otra parte informar de manera clara y precisa de lo que significa dejar la Iglesia Católica. 

Ecumenismo práctico y cultural

         Finalmente el Vad presenta dos formas de ecumenismo que resultan nuevas y seguramente positivas en nuestro momento actual: el ecumenismo práctico, es decir las diversas formas asistenciales y de ayuda en momentos incluso dramáticos de la historia entre diversas Iglesias cristianas; y en segundo lugar lo que el documento llama el ecumenismo cultural, es decir: “todos los esfuerzos de los cristianos para comprender mejor sus respectivas culturas, conscientes de que, más allá de las diferencias culturales, comparten en diversos grados una misma fe expresada de diferentes maneras.” (n.41). 

         Cada uno de los apartados del Vad lleva una serie de recomendaciones y consejos prácticos, de cara a la reflexión y preparación ecuménica a nivel diocesano. Interesante y útil el apéndice del Vad en que se enumeran las diversas Iglesias y confesiones cristianas que participan en el diálogo ecuménico con la Iglesia Católica. Documento útil y positivo, el Vad hace una relectura de los textos del magisterio de los decenios precedentes, haciendo hincapié en el valor y la necesidad del ecumenismo en sí mismo y al interior de cada Iglesia, y subrayando también el rol del obispo como vínculo y garante de la comunión eclesial en la propia Iglesia, y hacia las demás Iglesias y confesiones cristianas.

+P. Manuel Nin. Obispo titular de Carcabia, Exarca Apostólico.

 

El autorManuel Nin

Exarca apostólico en Grecia de la Iglesia católica

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