Dossier

Formar en Religión es transmitir conocimientos

La clase de Religión no es un privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los padres, que proporciona conocimientos y formación a los alumnos.

Alberto Cañas·13 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 9 minutos

No sé si se han dado cuenta, pero cuando los políticos no saben de qué hablar, necesitan tapar alguna de sus corruptelas o tienen la necesidad de cambiar de discurso, acuden siempre al socorrido tema de “la clase de Religión” o de los Acuerdos Iglesia–Estado de 1979, es decir, de sacar de la escuela la primera y de revisar los segundos, e incluso revocarlos. Todo en nombre de la libertad, la laicidad y el progresismo. Momento que ahora estamos viviendo intensamente.

Pero, ¿qué es la ERE (Enseñanza Religiosa Escolar)? ¿Por qué la asignatura de Religión en los colegios? ¿Es lo mismo que la catequesis? ¿Es la ERE voluntaria u obligatoria? ¿Y en la escuela pública? ¿Qué y cómo se evalúa? ¿Quién la imparte? ¿Por qué quieren acabar con ella? ¿Qué dificultades tenemos en el día a día los profesores de Religión? Procuraré responder con sencillez y claridad a estas preguntas, desde mi experiencia como profesor de Religión en la escuela pública durante los últimos 24 años.

La ERE en la Constitución y los acuerdos de 1979

Como no son pocos los ataques, comentarios y todo tipo de argucias en contra de la ERE, los profesores de Religión en la escuela pública hemos tenido que aprender algo de legislación básica para defendernos. Hay dos artículos fundamentales en la Constitución Española de 1978, el artículo 16 y el 27.

El artículo 16 dice: “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley”. Y en el apartado 3: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
Está en sintonía con lo que dice el Concilio Vaticano II: “Entre el Estado y la Iglesia debe existir un mutuo respeto a la autonomía de cada parte”.

El artículo 27 de la Constitución proclama: “Todos tienen derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”, y “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Finalmente, el artículo 10 sentencia: “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”.

Y la Declaración Universal de Derechos Humanos dice en su artículo 26.3: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. En resumen: España es un Estado aconfesional, no laico y mucho menos laicista. Esto significa que no hay una religión oficial en España, pero sí una obligación de hacer posible el derecho constitucional de los padres a elegir el tipo de formación y de educación que crean oportuna para sus hijos, respecto a sus creencias religiosas e ideologías. La clase de Religión católica no es un privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los padres reconocido en nuestra Constitución (arts. 16 y 27) y en la Declaración de los Derechos Humanos.

La práctica habitual con la ley vigente La legislación vigente, de acuerdo con los acuerdos Iglesia–Estado de 1979, dice que la mencionada ERE, (enseñanza religiosa escolar) es de oferta obligatoria para los centros y optativa para los alumnos. Es decir, los colegios tienen obligación de ofrecerla, pero los alumnos no tienen obligación de cursarla.

Los padres tienen que decidir al principio de curso o cuando inscriben a sus hijos en el colegio si optan por la asignatura de Religión o por la asignatura de Valores. Hasta hace un par de cursos la otra opción era “Atención educativa”. Este último término, más conocido como alternativa, era confuso y malicioso, pues hacía pensar a muchos padres que los niños que no cursaban Religión iban a recibir algo parecido a clases “particulares”. Y no era así. En el mejor de los casos, la atención educativa se ocupaba de un plan de fomento a la lectura (en la Comunidad de Madrid) o trabajar en un libro de valores; pero la realidad era muy distinta: juegos, películas, sala de ordenadores, estudio libre…. Una competencia bastante desleal.

Con la actual Ley de Educación (LOMCE), la optativa a la Religión es una asignatura llamada Valores éticos y sociales, que es evaluable pero muy abierta a la libre interpretación del docente que la imparta, con lo que volvemos a una situación parecida. E incluso en algunos colegios bilingües la asignatura de Valores se dan en inglés, mientras la Religión es en español, lo que hace que muchos padres se decanten por la primera. Después de mucho “pelear”, estamos consiguiendo que no sea así.

El tiempo empleado para la asignatura de Religión es de dos sesiones semanales con un total de hora y media en educación primaria y un tiempo proporcional en educación infantil. Pero la LOMCE no ha sido desarrollada por los Reales Decretos necesarios para regular un sin fin de detalles para su funcionamiento, y ha dejado la puerta abierta a reducir el horario a una sola sesión e incluso para la desaparición de la asignatura en alguna etapa educativa. Habrá que esperar a ver qué sucede con el nuevo gobierno.

El profesorado encargado de impartirla debe tener la misma formación y titulación que el resto de los profesores del centro. Es decir, la diplomatura en Magisterio (actualmente Grado) en cualquiera de sus especialidades (para educación Infantil y Primaria), la licenciatura en Teología o Ciencias Religiosas (para ESO y Bachiller), y la DEI (Declaración Eclesiástica de Idoneidad), hoy conocida como DECA en ambos casos. El profesor es propuesto por el obispo y contratado por la autoridad educativa competente (en el caso de Madrid, por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid).

ERE y catequesis

La asignatura de Religión asegura la formación integral de la persona. Para que una educación sea de verdad integral, debe trabajar todos los ámbitos de la persona: el físico, mediante la Educación Física, la psicomotricidad y los deportes; el mental, con las asignaturas tradicionales, Lengua, Matemáticas, Ciencias, Sociales, Música, etc.; el de las emociones y sentimientos y la relación con los demás; y por último, el espiritual con la clase de Religión.

Evidentemente, estos ámbitos no son totalmente estancos e interactúan unos con otros, formando un todo que es la persona, creada a imagen y semejanza de Dios. Si trabajamos los tres primeros y olvidamos el cuarto, la formación de la persona queda manifiestamente incompleta. Se trata de la formación integral del alumno, favoreciendo las inteligencias múltiples y desarrollando todas las dimensiones de la persona, incluidas la espiritual y la emocional.

En el lenguaje pedagógico actual, se desarrolla en lo que se llama “competencias” (competencia en comunicación lingüística, competencia social y cívica, competencia cultural y artística, competencia de aprender a aprender, competencia de autonomía e iniciativa personal, competencia en el conocimiento e interacción con el mundo físico). No me entretendré en explicar cómo trabaja y como encaja la asignatura de Religión en cada una de estas competencias.

La clase de Religión no es catequesis. Son aprendizajes distintos, pero complementarios entre sí. El ámbito de la clase de Religión es el colegio. El de la catequesis, la parroquia, las comunidades cristianas y sobre todo, la familia. En la catequesis se reciben los conocimientos necesarios para vivir la fe y celebrarla. De ahí, que gran parte de las catequesis traten sobre la preparación para recibir los sacramentos.

En las catequesis, los niños (me referiré a las catequesis infantiles por la comparativa con la ERE, aunque existe catequesis de adultos) aprenderán las oraciones, gestos y significados litúrgicos; estudiarán el cate- cismo, los sacramentos y participarán en las celebraciones religiosas. Así mismo, deberán tomar conciencia de pertenencia a la comunidad cristiana, a la Iglesia. Es cierto que algunos de los temas que se tratan en las catequesis son comunes a los de la ERE, pero su enfoque y metodología deben ser, por definición, distintos.

Nuestras raíces

En la enseñanza religiosa escolar, trabajamos el diálogo fe-cultura. Ambos conceptos no son excluyentes como señalan algunos. El niño en el colegio aprende a conocer el entorno que le rodea y a entender el mundo en el que va a vivir y se le dota de las “herramientas” (conocimientos y estrategias) para ser capaz de adaptarse a él y sobrevivir con éxito. Y nos guste o no, llevamos 2000 años de cristianismo y 4000 de judaísmo. La base, las raíces de nuestra sociedad actual es Grecia (Filosofía), Roma (Derecho) y el cristianismo (que a su vez tiene sus raíces en el judaísmo).

Y todo esto no se puede obviar. Algunos ejemplos: nuestras fiestas son cristianas -en Madrid, de todas las fiestas que tenemos, sólo la Constitución, el día del trabajo o de la Comunidad no son fiestas religiosas–; nuestros nombres, los de nuestras calles y los de algunas localidades tienen una etimología cristiana o de un hecho o personaje religioso; muchos de nuestros saludos, fórmulas sociales, dichos y refranes son de origen religioso, por su referencia bíblica o de la historia del cristianismo; nuestros paisajes, urbanos o rurales, están salpicados de edificios y símbolos religiosos: iglesias, catedrales, monasterios, ermitas, monumentos, cruceros…; nuestra historia, literatura, arte, música, tienen multitud de hechos, personajes y obras religiosas o relacionada con la Religión.

El diálogo fe–cultura es un diálogo, valga la redundancia, con el resto de asignaturas para comprender el mundo desde la cosmovisión cristiana. Se enseña la aportación del cristianismo a nuestra cultura: a la ciencia, a la historia, al arte, a la filosofía, a la literatura…

Y en cuanto a los valores… ¿de dónde salen los valores que se dan en la asignatura con el mismo nombre? Solidaridad, empatía, generosidad, perdón, tolerancia, perdón, paz, amor… Son valores evangélicos. ¡Si la educación en valores es un pilar esencial del currículo del área de Religión!

Objetivos generales del área de Religión

  • Para concretar un poco más, he aquí los objetivos generales del Área de Religión para Educación Primaria, desde los 6 a los 12 años:
  • Conocer los aspectos básicos de las religiones, relacionándolas con el cristianismo. Reconocer a los fundadores y algunos elementos distintivos de las grandes religiones vigentes.
  • Conocer la Biblia, su estructura y sentido.
  • Descubrir la acción de Dios en la naturaleza y en la persona.
  • Identificar algunos personajes fundamentales de la historia de la salvación y su respuesta de fe, en particular la persona de Jesucristo y la Virgen María.
  • Valorar la novedad del amor de Dios que nos salva del pecado y de la muerte.
  • Identificar el significado de algunas formulaciones, expresiones y textos básicos del mensaje cristiano.
  • Identificar la Iglesia, conocer la presencia de Dios y su gracia en los sacramentos, y el servicio eclesial prestado por los apóstoles y sus sucesores.
  • Comprender y distinguir el sentido sagrado, festivo y celebrativo de las fiestas y sus ritos. Analizar la jerarquía de valores, actitudes y normas que conforman el ser cristiano, y aplicarlos a las distintas situaciones de la
  • vida.
  • Valorar que la fe cristiana implica asumir responsabilidades, el sentido de la acción y del compromiso cristiano, y una actitud de tolerancia y respeto ante los sistemas éticos de las distintas religiones.
  • Conocer, valorar y respetar el patrimonio religioso, artístico y cultural.
  • Descubrir que el destino eterno del hombre empieza aquí como don que surge de la victoria de Cristo sobre la muerte.

Conocimientos multidisciplinares

En la enseñanza religiosa no se evalúa la fe (imposible por definición), como aseguran los detractores de la asignatura. Se evalúan conocimientos y contenidos concretos y científicos: nombre de los profetas mayores, los reyes de Israel, localización del Mar Rojo o del Monte Sinaí, libros de la Biblia y su localización en el Antiguo Testamento o en el Nuevo, saber dibujar un mapa de Israel del siglo I y situar el Río Jordán, el lago Genesaret y las principales ciudades de la vida de Jesús, por citar algunos ejemplos.

Este diálogo fe–cultura convierte la asigna- tura de Religión en un área multidisciplinar, en un compendio de muchos saberes: historia, geografía, literatura, arte, música, cine, filosofía, moral, ética, ciencia… Así pues, el alumno que asiste y aprovecha las clases de Religión estará mejor preparado que otro que no la curse.

Y no sólo para los que estudien historia del arte, como me comentaba no hace mucho una licenciada en esta materia, sino que yo mismo lo he podido experimentar en una salida cultural con niños de 9 ó 10 años de un colegio en el que trabajé hace años, al Museo del Prado.

La ignorancia, gran enemigo

Además, la fe necesita de formación, siendo la ignorancia uno de sus grandes enemigos. La ignorancia y la falta de formación hacen de nuestra fe un gigante con pies de barro, que con nada se derrumba.

Cuántos jóvenes de familia religiosa, que durante su infancia y adolescencia incluso han acudido a la parroquia y frecuentado los sacramentos, llegan a la universidad o empiezan a trabajar, y en pocos meses abandonan su vida de piedad y se alejan de la Iglesia porque algún compañero o profesor les ha dicho que en la Religión es todo mentira, mitos que la ciencia ha superado.

Les hablan de la teoría de la evolución de las especies, del Big Bang, o cualquier teoría del origen del universo, les recomiendan lecturas de filósofos ateos bien argumenta- dos, les hablan de las riquezas de la Iglesia, la Inquisición… Y entonces ese joven, o esos jóvenes, sin la formación adecuada, se sienten defraudados, estafados, timados, engañados… ¡derrotados!

Con una buena formación religiosa que incluya una exégesis seria y rigurosa, el joven tendrá la fortaleza y la seguridad suficiente para rebatir todo este bombardeo con argumentos serios y científicos y salir victorioso en la defensa de su fe sin complejos.

Pero volviendo al tema del presente artículo, podemos decir que es frecuente encontrar muchos cristianos adultos (incluso con formación universitaria) con la misma formación que recibieron cuando se prepararon para recibir la primera Comunión. Imagínense qué pasaría si las personas nos quedáramos con el nivel académico adquirido a los ocho o nueve años en Lengua o en Matemáticas. Pues así estamos en materia religiosa.

Y si no me creen, ahí están los concursos de televisión y lo que ocurre cuando preguntan algo sobre Religión: desde contestar que los tres primeros reyes de Israel fueron los “reyes magos”, a decir que los mandamientos son doce.

El autorAlberto Cañas

Profesor de Religión

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