Cultura

Reliquias de Nuestro Señor: la Santa túnica de Jesús

Continúa la serie dedicada a las reliquias de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, fijándonos, en esta ocasión en la túnica que, según el Evangelio, vestía Cristo y fue sorteada entre los romanos.

Alejandro Vázquez-Dodero·3 de mayo de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos
santa tunica

Foto: Relicario de la Santa Túnica en Tréveris.

La Sagrada Túnica o Santa Túnica es una prenda que vestía Jesús antes de ser crucificado. La llevaría por dentro de otras prendas externas, y por tanto no quedaba a la vista.

Según la costumbre del tiempo, un judío –Jesucristo lo era– vestiría tres prendas: una túnica interior –interula– más o menos larga en función de la posición económica del individuo, con mangas cortas o medias mangas; una túnica larga –tunica– sujeta por la cintura y larga hasta los pies; y finalmente una capa –toga– que se vestía para salir de casa. La túnica podía ser de lana, tejida de una sola pieza de arriba abajo.

La Iglesia Católica ha dotado a la santa túnica de un simbolismo muy particular, a partir del modo como aparece en la Sagrada Escritura. En concreto, a partir de la referencia que hace el evangelio de san Juan 19:23-24: “Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: no la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así hicieron los soldados”.

Significado tradicional y muestras de piedad.

Como veremos seguidamente, existen tres ejemplares que dicen ser la auténtica túnica sagrada. Ante esa incerteza –¿cuál sería la verdadera?– la Iglesia no puede más que considerarla como un símbolo.

El hecho de que, como dice el santo Evangelio, se trate de una única pieza tejida, sin costuras, ha llevado a la alegoría de la unidad como rasgo fundamental de la constitución y vitalidad de la Iglesia. En ciertas fuentes se menciona que la de Jesús pudo haber sido tejida por su Madre, santa María.

También el hecho de que la santa túnica no fuera repartida –troceada– entre los soldados, sino rifada, tradicionalmente ha invitado a considerar la confluencia en la Iglesia del elemento humano y visible de un lado, y de otro el aspecto espiritual, la continua asistencia del Espíritu Santo que la vivifica.

Hay quienes asocian la santa túnica al pudor y dignidad del hombre, en contraposición al significado del arrebato violento por parte de los soldados al desnudar a Jesús, según refiere el santo Evangelio, que representaría el degradable trato del cuerpo humano a tenor del vicio de la impureza.

Existen muchas tradiciones piadosas que veneran la santa túnica, como por ejemplo la multitud de peregrinaciones a Tréveris que han tenido lugar desde principios del siglo XVI, donde, como veremos a continuación, se conserva la más renombrada reliquia de la santa túnica. Cabe destacar que desde el siglo XX esas peregrinaciones tienen carácter ecuménico, es decir, está llamado a ellas cualquier cristiano, y no sólo los católicos.

Distintos ejemplares de la santa túnica. Procedencia según tradición, autenticidad y estado de conservación.

Varias son las reliquias que dicen ser la túnica que vistió Nuestro Señor antes del inicio de su pasión o via crucis. Se encuentran en Alemania, Francia y Rusia. Cada una procede de una tradición distinta que justifica el porqué se hallan donde se hallan.

La Iglesia no se ha pronunciado acerca de la autenticidad de ninguna de ellas, aunque admite su veneración en tanto las consideremos representaciones que ayudan a vivir devotamente la fe.

Tréveris (Alemania):

Según cuenta la tradición fue la madre del emperador romano Constantino, santa Elena, quien en el siglo IV recuperó la santa túnica en una de sus peregrinaciones a Tierra Santa. Ello no obstante los relatos que nos han llegado de la estancia de la santa en Jerusalén solo se refieran al encuentro de la cruz de Cristo, y no digan nada sobre la santa túnica.

No será hasta el siglo IX cuando se escriba acerca de la existencia de la santa túnica en Tréveris, cuya obtención en efecto se atribuye a santa Elena. Pero entre ese siglo y el XIX fue llevada de un sitio para otro –Coblenza, Colonia, Augsburgo, entre otras ciudades– hasta que volvió a Tréveris, donde se halla actualmente.

Cabe destacar que el propio Lutero en el siglo XVI denigró fuertemente la autenticidad de la reliquia y su procedencia. Se preguntaba –ridiculizando a sus devotos veneradores– cómo podía ser que una prenda de Cristo se descubriese tras varios siglos desde la muerte de Cristo, y cómo habría llegado desde Palestina a Tréveris, lo que no estaba nada claro. Acusaría al emperador de falsificar la santa túnica con el objetivo de reforzar su autoridad.

En favor de la veracidad de la tradición de esta versión de santa túnica cabe señalar que los arqueólogos han descubierto en las excavaciones de la antigua catedral de Tréveris varios graffitis que atestiguan una serie de plegarias o peticiones a Jesucristo, y en un lugar separado del templo, lo que justificaría que allí estuviera la reliquia para veneración de los peregrinos.

En cuanto al estado de conservación de la reliquia, cabe destacar que esta versión de santa túnica cuenta con varias capas superpuestas a la original para su conservación. Y sobre su antigüedad, ya en el siglo XX se realizó un examen que la dató en el siglo I.

Argenteuil (Francia):

Desde mediados del siglo IX tenemos constancia de la existencia de este ejemplar de la santa túnica en la iglesia de los benedictinos de Argenteuil. También parece que estuvo en Constantinopla y Jerusalén, pero Carlomagno la trasladó a Argenteuil para su custodia definitiva.

Debido a los ataques vikingos, durante un determinado período la reliquia fue ocultada dentro de un muro de la iglesia, época durante la cual no fue exhibida al público para su veneración. A mediados del siglo XVI la abadía benedictina fue incendiada; sin embargo, la santa túnica se conservó, e ilustres personajes como el rey Enrique III, María de Medicis, o Luis XIII pudieron venerarla. En el siglo XVII el papa Inocencio X reconoció oficialmente tal veneración, momento a partir del cual la reliquia recibiría muchas más visitas.

Al finalizar la revolución francesa el monasterio benedictino de Argenteuil fue abolido, y la santa túnica fue trasladada a la iglesia parroquial. Ahora bien, ante los ataques que estaban sufriendo otras reliquias, el abad decidió trocear la santa túnica y esconder las distintas partes en sitios diversos. Dicho abad fue encarcelado, y al ser liberado recuperó prácticamente todos los pedazos de la santa túnica, y pudo recomponerla casi en su totalidad.

En el siglo XIX, a fin de protegerla, sus distintas partes fueron cosidas en una túnica de seda blanca, a modo de soporte de esos trozos recompuestos.

Se han realizado varios estudios para su datación. Las conclusiones más determinantes de su autenticidad son las relativas a su teñido, que sería del siglo I. Además, se concluyó que fue tejida en una sola pieza, y a través de un procedimiento similar al que se estilaba en Siria y Palestina en el siglo I.

A diferencia de la santa túnica de Tréveris, la de Argenteuil presenta manchas de sangre. Los análisis realizados concluyen que se asimilan a las de la sábana santa de Turín, incluso en el grupo sanguíneo, si bien la primera presentaría gotas de sangre de un cuerpo en movimiento –capa externa– mientras que la síndone de Turín –capa interna– sería la de un cuerpo estático.

Ya en el siglo XXI fueron realizadas las pruebas del carbono 14 sobre la santa túnica, y la datación a la que se llegó fue del siglo VII, pero se justificó señalando que podría deberse a una posible contaminación de la muestra tenida en cuenta.

Mtskheta (Georgia):

Por último, tras habernos referido a las santas túnicas de Tréveris y Argenteuil, que, aunque no fueran auténticas, existen, contamos con un tercer ejemplar de esa reliquia, que a su vez cuenta con varias versiones.

Al poco de morir Jesucristo la reliquia llegaría a manos de Sidonia, una joven residente en la localidad georgiana de Mtskheta, en el Cáucaso, la actual Georgia.

Como sucede con las otras versiones –alemana y francesa– de santa túnica, la de Mtskheta sería troceada y repartida por San Petersburgo, Moscú, Kiev y otras ciudades rusas. Siempre por motivos de preservación ante posibles ataques a su integridad.

Cuenta la tradición que al echar suertes los romanos sobre la túnica de Jesús, un súbdito georgiano, Elioz, se encontraba en Jerusalén. Consiguió hacerse con la túnica y la llevó a su país, entregándosela a su hermana, Sidonia. Ésta, que llegaría a ser proclamada santa, al verla la agarró con tanto fervor e ímpetu que murió en el acto, siendo enterrada junto con ella. Allí crecería un cedro del Líbano, que duraría siglos y siglos, y ante el cual rezarían generaciones y generaciones. En aquel sitio se construiría la primera iglesia georgiana, y a través de la madera del cedro se obraron una serie de milagros.

Fue a partir del siglo XI cuando empezó a difundirse la fama de la reliquia. En el siglo XIV la iglesia de Mtskheta en la que se encontraba depositada la santa túnica fue destruida, si bien la reliquia se salvó al conservarse hasta su reconstrucción en la cámara de los tesoros.

En el siglo XVI tiene lugar un hecho que refleja nuevamente la existencia de esta versión de santa túnica: consta documentada la entrega al patriarca moscovita de la denominada “santa túnica de Georgia”, proveniente de la iglesia de Mtskheta. Fue entonces cuando se erigió en su honor el monasterio de la nueva Jerusalén de Istra, al que fue llevado la santa túnica.

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