América Latina

Ricardo García, obispo prelado de Yauyos-Cañete: “Hay que ‘vacunar’ con sacramentos”

La pandemia del Covid ha sido muy dura en Perú, con doscientos mil fallecimientos. “Hemos sido el país del mundo con más muertos per cápita”, comenta Monseñor Ricardo García, obispo-prelado de Yauyos, Cañete y Huarochirí, en una entrevista con Omnes. “La Iglesia ha ayudado de modo importante en Perú, y la gente lo ha percibido”, añade, tras considerar que “hemos tenido una pandemia médica, pero también espiritual”.

Francisco Otamendi·7 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 8 minutos
Ricardo García

El obispo prelado de Yauyos-Cañete volvió de Roma a finales de mayo, donde ordenó a 24 nuevos sacerdotes del Opus Dei. Entre otras cosas, les dijo: “Vuestras vidas, a partir de hoy, estarán marcadas por el ministerio de los sacramentos, el ministerio de la palabra y el ministerio de la caridad. Ayudad a mucha gente a conocer la vida de Jesús”.

La centralidad de Jesús, mirar a Jesús, es el mismo mensaje que lanzó la Conferencia Episcopal del Perú en mayo de 2020, a raíz del zarpazo del Covid: “En estos momentos cruciales que vive nuestra sociedad, los obispos del Perú, como pastores del pueblo de Dios, deseamos transmitir un mensaje de fe y esperanza al pueblo peruano, desde la luz de Cristo resucitado, el eterno viviente, nuestro Dios y Salvador”. 

En su escala en España, antes de despegar hacia Perú, Monseñor Ricardo García concedió esta entrevista a Omnes, en la que conversamos sobre la pandemia [él mismo estuvo muy grave en 2020]; el territorio de la Prelatura, entre las crestas de los Andes y la costa; el Sínodo sobre la sinodalidad; la migración venezolana (un millón de personas) y la inmigración interior, la educación, san Josemaría también, porque es historia de la Prelatura; sus sacerdotes; la familia, que “está golpeada”, como en tantos países, y su reciente viaje a Alemania, para solicitar donativos.

¿Cómo podría describirse la Prelatura de Yauyos?

—Cuando se creó en 1957, la Prelatura de Yauyos tenía dos provincias: Yauyos y Huarochirí. A los pocos años, en 1962, Mons. Orbegozo pidió que se añadiera Cañete, que tiene más riqueza natural, costa, ahora industria, y últimamente playas buenísimas, que se han convertido en playas de Lima. 

Tenemos 22 parroquias bastante extensas, de las que dos están encargadas a comunidades de religiosas. Una de las congregaciones, peruana, tiene religiosas con varias facultades, pueden casar y bautizar, por ejemplo.

La parte andina de la Prelatura (Yauyos), es muy distinta a la costa…

—En efecto. Hay bastante diferencia entre la costa y la sierra. La sierra es muy difícil, con carreteras mínimas, asfaltadas, pero con laterales de tierra a los lados. Hace 60 años había que ir con mulas o a caballo, yo he ido alguna vez así, pero ahora no. Un problema en la sierra es que la población está muy diseminada. Y además, la población andina, y pasa en todo el Perú, se está yendo a la costa, porque hay más desarrollo y los jóvenes pueden estudiar. El desarrollo está en la costa. La población andina vive de una agricultura de subsistencia. Ha cambiado la mentalidad de la gente.

Mi gente, de uno y otro sitio, sigue siendo piadosa. Hay respeto al sacerdote, al obispo no digamos, te tratan con mucho cariño, da vergüenza lo buena gente que son, te tocan, como si fuera un santo que está llegando.

Hablemos un momento de educación, también para situarnos. Yauyos tiene varios colegios parroquiales.

—Tenemos cuatro colegios parroquiales, uno menor; uno de mil quinientos alumnos, otro de mil, otro tiene quinientos. El seminario menor tiene cien alumnos: no es que todos los alumnos del seminario menor vayan a ir al seminario mayor. Un año van cuatro, otro uno, otro ninguno, otro año aumentan… Yo lo miro desde otro lado. El 60 por ciento de mis sacerdotes son ex alumnos del seminario menor. Es un indicador interesante. 

¿Qué es lo que más le preocupa?

—Sigo teniendo necesidad económica. Necesito un auto para Cáritas. Necesito ayuda económica. He ido a Alemania a buscar dinero, porque tengo allí varias parroquias amigas. He recorrido ahora miles de kilómetros en Alemania, visitando parroquias, gente sencilla que da su limosna. 

En otro orden de cosas, puedo comentar algo en relación a las playas. Las playas de Lima son las playas de Cañete. Es un público nuevo, que en verano hay que atenderlo. La sierra tiene mucha lluvia y está más despoblada en verano, y los curas de la sierra atienden las playas. Y hay playas que ayudan generosamente. Llegan personas que han ayudado a resolver temas económicos, por ejemplo, al seminario, y dan una beca para la formación de un sacerdote, etcétera.

En obra social, tiene en su territorio Valle Grande y Condoray, por ejemplo.

—Sí, se hace una obra social importante. Son dos obras corporativas del Opus Dei. El Instituto Valle Grande está especializado en temas agrícolas. La Escuela tiene estudios de tres años para técnicos agrícolas, con muy buenos resultados. Los chicos encuentran trabajo inmediatamente, y se colocan muy bien, porque hay un desarrollo agrícola moderno. Desde hace tiempo existe también informática. Ha habido también asesoría agrícola, cursos de formación, se ha ayudado al pequeño agricultor a poder exportar… Esto está en stand by desde hace unos años, por diversos factores.

Desde hace tiempo han venido reflexionado. ¿Qué quieren hacer con estas personas? Se centran en el tema educativo, la formación profesional. Durante la pandemia fue un momento complicado, pasaron a distancia, les fue bien, y van a seguir a distancia, están equilibrándose económicamente. En cuanto a las mujeres, en Cañete existe Condoray, donde forman chicas para secretariado, hostelería, y tiene prestigio, es querida por la gente, y funciona muy bien.

   Por supuesto en Cañete hay mucha devoción a san Josemaría [fundador del Opus Dei], que estuvo ahí en 1974. “Cañete, valle bendito”, esta frase ha quedado acuñada, y aparece incluso en eslogans de empresas de turismo, etc. La gente le tiene aprecio. 

¿Cómo están trabajando en el Sínodo, en el proceso de escucha, en su Prelatura?

—Desde que comenzó, planteamos el Sínodo como una oportunidad para escuchar a gente que está lejos de la Iglesia. Ése ha sido nuestro objetivo. Nos hemos organizado como en dos líneas. Una la escucha en la parroquia, el ámbito natural. Hemos convertido los documentos que había en preguntas, porque a la gente le sonaba un poco abstracto, por eso del Sínodo sobre la sinodalidad. Y ha funcionado.

Y luego hemos ido sector por sector, digamos que por agrupaciones sectoriales, por sectores laborales. Por ejemplo, maestros, empleados públicos, también la policía, profesionales, Y también ha habido buena respuesta. ¿Qué pida la gente? Cosas bien sencillas. Por ejemplo, que haya una presencia, más atención sacerdotal, que le dé más formación doctrinal. Nadie ha pedido que las mujeres se ordenen sacerdotes. 

Estamos ya en fase de realizar el compendio de todas las cosas que se han escuchado. Se ha hecho mucho por zoom. Creo que la respuesta ha sido positiva. Sí me hubiera gustado llegar a más gente nueva. Hay una gente cercana que responde siempre. Pero las respuestas han ido por ahí, atención sacerdotal, más formación, etc.

Usted preside la Comisión Episcopal de Educación y Cultura en la Conferencia Episcopal peruana. ¿Qué objetivos tiene en la actualidad? 

—En primer lugar, potenciar nuestra ONDEC (Oficina Nacional de Educación Católica),para que pueda ayudar a las oficinas diocesanas (ODEC), porque a veces les falta apoyo, para que tengan recursos para formar a sus profesores. En segundo lugar, fortalecer las relaciones con el Estado, con el gobierno, para que se respeten ciertos derechos que tiene la Iglesia, que se pongan en práctica, que se respeten las plazas de profesores, etc. Las ODEC en cada diócesis deben tener más presupuesto, y el Estado les debe dar más dinero para su tarea. 

La Constitución actual reconoce el aporte de la Iglesia católica a la formación en Perú, se reconocen convenios, y hay un marco que es principio es bastante positivo para la Iglesia. También, adelantarnos a temas que se van planteando. Por ejemplo, para los estudios de religión en los colegios, no esperar a que venga el Ministerio y te diga: mañana tienes que decir lo que está bien y lo que está mal. Hay que ir por delante y decir: éste es nuestro proyecto. Ser proactivos. 

¿Pueden elegir los padres el colegio que desean para sus hijos de acuerdo a sus convicciones, o hay una imposición estatal?

—Pueden elegir el colegio, pero hay una realidad: si son de un pueblo del Perú donde solamente hay uno, no hay otra posibilidad. O ese colegio o ese colegio, no tienen dónde elegir. Pero sí, en principio hay libertad. 

¿Financia el Estado la educación privada? 

—No. El Estado no financia la educación privada. Pero sí hay colegios de convenio, primero con la Iglesia, en los que el Estado paga los sueldos. Eso hay que subrayarlo. 

¿Los colegios de la Prelatura de Yauyos son de convenio?

—No. En uno el Estado financia todas las plazas, pero en los otros unas cuantas plazas solamente. Tenemos uno bilingüe, en el que sí lo paga todo el Estado. Hay otro colegio, que se llama Cerro Alegre, en el que el sacerdote es muy apostólico, con gran don de gentes. Una de las dificultadas que tiene mi Prelatura es que entre parroquia y parroquia existe una gran distancia, y en medio está la arena, o el desierto. Tengo Cañete, que está todo conectado, pero también tengo Mala, que está a 70 kilómetros y es como una unidad independiente, o Chisca, a 80 kilómetros. Tanto en Cañete, Mala, como en muchos otros lugares, hay gente muy buena.

Perú tiene muchos inmigrantes.

Hay mucha inmigración externa, sobre todo de Venezuela. En los últimos tres años ha llegado un millón de inmigrantes venezolanos. Por supuesto hay de todo, pero la gente es buenísima. Por ejemplo, el organista de mi catedral es un migrante venezolano, que ha venido con su señora y la familia. Buenísimo. 

Como es lógico, esto ha creado problemas, pero les hemos acogido bien. Me estoy acordando de una migrante que ha estudiado Teología en Roma, y la han contratado en un colegio para dar literatura y ayuda en relaciones públicas. Hay gente muy buena. Pero un millón es mucho. Perú tiene 32 millones de habitantes. Ecuador lo mismo. Y en Colombia hay tres millones de venezolanos. Se les trata bien, al menos en las cuestiones más importantes, hay una pastoral para acogerlos, para seguirlos, para acompañarlos, etc. 

Y está también la inmigración interna

—Hay gente que baja de la sierra a las ciudades principales. Cañete ha crecido con migrantes de la sierra. Y no digamos Lima, que tiene una periferia… Lima tiene casi 12 millones de habitantes. Yo recuerdo hace unos años, saliendo de Lima, tramos que eran desierto, ahora está poblado. 

Una cosa positiva para Cañete, para todos, es que el crecimiento hacia el sur es más ordenado, más urbanizado. En poco tiempo, va a estar casi todo poblado, desde Lima hasta Cañete, y de Cañete a Lima. Hablan de que van a poner un tren, ojalá que así sea. 

En su país lo han pasado muy mal con la pandemia.

—Es cierto. Y la Iglesia ha ayudado de modo importante durante la pandemia en Perú. Cuando no había vacuna, la medicina que se creía que podía servir, campañas para llevar medicinas, de la mano del Ministerio de Salud. Alimentos. Durante bastante tiempo, puse unos comedores populares. Durante nueve meses, hemos dado de comer a más de mil personas todos los días. También hemos construido una planta de oxígeno. 

Como venía diciendo, la percepción de la ayuda de la Iglesia ha sido muy notoria y positiva. La gente se ha dado cuenta de esto. Incluso empresas privadas han ayudado a través de la Iglesia. 

¿Va volviendo la gente a las iglesias?

—Suelo decir que hemos tenido una pandemia médica, pero también espiritual, porque mucha gente se ha alejado, no ha ido a la iglesia, se trata ahora de recuperar la normalidad. Con mucha cautela, también ir reduciendo las Misas a distancia, para recuperar la presencia. Hay que vacunar a la gente ya con sacramentos. 

En muchos sitios las iglesias estaban llenas en Semana Santa. Aquí tenemos un santuario muy bonito, de la Madre del Amor Hermoso, en el que caben apretadas cuatro o cinco mil personas. En Semana Santa hubo mucha gente en Cañete, y ocurre en todas las parroquias. Luego hemos tenido una reunión con obispos, por zoom, y estaban muy contentos de la respuesta muy buena de la gente. El Covid ha sido muy duro en Perú. Han muerto doscientas mil personas. Estos números hay que mirarlos comparados con la población. Hemos sido el país del mundo con más muertos per cápita. Las cifras estuvieron escondidas, hasta que salieron a la luz, cuando cambió el gobierno. Y la Iglesia ha tenido un papel importante de ayuda.

Si alguien se animara a apoyar las tareas de su Prelatura, ¿qué referencia se le podría dar?  ¿Algún destino concreto?

—Pueden ver la página web prelaturayauyos/org.pe/y les puedo proporcionar un email: [email protected] ¿Qué me preocupa? Aunque sea una cosa puntual, una casa para mis curas. 

¿Cómo se había resuelto esto antes? 

—El Seminario también es Instituto pedagógico. Los sacerdotes hacen cursos extra, en verano, para ser maestros. Tienen título de maestro. La gran mayoría son profesores también, de religión. En los pueblos, el sacerdote, que es un personaje, tiene sueldo y jubilación, y también asistencia médica, tiene seguro social. Casi todos, aunque no todos, porque alguno trabaja en la curia o en el seminario, Incluso mi seminario, como es Instituto pedagógico, también recibe algunas asignaciones del Estado, que las ocupan los que son formadores del seminario.

Concluimos la conversación con el obispo prelado de Yauyos, Cañete y Huarochirí. Nos quedamos con dos ideas. Perú lo ha pasado muy mal en la pandemia, y obispos y sacerdotes se han volcado con la gente. Y a don Ricardo García, el obispo prelado, le preocupan las necesidades económicas de Cáritas, y sus sacerdotes.

El autorFrancisco Otamendi

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