El ministerio de los catequistas

Como sus predecesores, el papa Francisco sigue apostando por potenciar el papel de los laicos en la Iglesia y ha dado un paso más al instituir el ministerio de los catequistas.

22 de junio de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

En Evangelii gaudium (102) el Santo Padre ya constataba que “ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe”.

Por una parte, el Papa es consciente de la vocación particular de los laicos: anunciar el Evangelio en la plaza pública. El Concilio Vaticano II reconocía que “están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que solo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos”. Asimismo, los Padres Conciliares reconocían que “los laicos también pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía, al igual que aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho por el Señor” (Lumen gentium, 33).

Catequesis

Por tanto, con el ministerio de los catequistas, el Papa Francisco responde a las necesidades de nuestro tiempo y, a la vez, recupera las propias raíces de la Iglesia. Todo laico tiene la misión de hacer llegar la alegría del Evangelio a las periferias del mundo. Su vida familiar y laboral, sus amistades e intereses, su formación y su profesionalidad le permiten implicarse en una sociedad que ansía un mensaje de esperanza.

Ahora bien, también está llamados a realizar la propia misión dentro de la comunidad, por lo que los Pastores deben enriquecer la vida de la Iglesia con el reconocimiento de ministerios laicales. Y así lo ha hecho el Santo Padre con la institución de los ministerios de acólito, lector y catequista.

Porque, desde su origen, la Iglesia cuenta con todos sus miembros para funcionar. Cada uno según su especificidad, según su carisma, para ejercer su ministerio. Así nos lo recuerda san Pablo “Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4, 11-12).

En efecto, hay diversidad de vocaciones dentro de la unidad de un mismo cuerpo. Y los laicos tienen también sus carismas específicos, algunos de los cuales deben ser reconocidos formalmente, como lo ha hecho el Papa, a través de los ministerios.

Hacen falta maestros, teólogos que investiguen cómo dar razón de nuestra esperanza (1 P 3,15) y catequistas que transmitan desde la solidez de la enseñanza el entusiasmo de la salvación.

Así, pues, instituir un ministerio laical, como es el de catequista, contribuye a conferir un mayor énfasis al compromiso misionero de cada bautizado. Una misión que, en todo caso, debe llevarse a cabo plenamente insertados en el torrente circulatorio de la sociedad, sin caer en la tentación de la autorreferencialidad propia de cualquier grupo humano.

Demos gracias al Señor por este espaldarazo del Papa Francisco a los laicos: protagonistas de su proceso personal de crecimiento en la fe, colaboradores de los pastores en las tareas de apostolado e integrantes del cuerpo de Cristo, la comunidad de creyentes que han sido llamados por el bautismo a constituirse en un pueblo de reyes, sacerdotes y profetas.

El autorAntoni Vadell

Obispo Auxiliar de Barcelona y Vicario General. En su ministerio sacerdotal ha combinado la labor parroquial con la pastoral catequética y educativa. En la Conferencia Episcopal Tarraconense es Presidente del Secretariado Interdiocesano de Catequesis, y en la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal de Evangelización, Catequesis y Catecumenado.

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