Familia

Andrea, una campeona de la vida

Andrea es la auténtica protagonista de su vida. Con 27 años ha sido bicampeona de España de kárate, trabaja en una empresa internacional y participa en su grupo de Renovación Carismática. Su síndrome de Down no le ha impedido hacer nada porque ella nació, como dice su madre, “para romper barreras”. 

Arsenio Fernández de Mesa·30 de mayo de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
andrea

Juanjo y Beatriz llevan 37 años casados. Tienen dos hijas: Olga, de 28 años y Andrea, de 27. En Sevilla, ciudad en la que estuvieron viviendo durante dos años por motivos laborales, nació Andrea, con síndrome de Down y una cardiopatía muy severa. En sus primeros seis meses de vida sufrió tres operaciones de corazón: “Fue tremendo, estábamos solos”, asegura Beatriz. Con el paso del tiempo se dieron cuenta de que siempre había alguien que les estaba protegiendo. Andrea fue bautizada con año y medio en el barracón de la parroquia Santa María de Caná, en Madrid: “Añadimos al nombre de Andrea el de María porque éramos conscientes de que iba a necesitar mucha ayuda de la Virgen”, me confiesa su madre.

Al principio, Andrea tuvo muchos problemas de salud entre las que encontramos varias neumonías y una parada cardiorrespiratoria. Se contagiaba de todo, “no se privaba de nada”. Comenzó su educación y formación en el colegio de educación especial María Corredentora. Su madre, Beatriz destaca que “la educación recibida ha sido fundamental en su desarrollo como persona”. Andrea siempre ha disfrutado siendo protagonista y no actriz secundaria en la vida: llegó a aparecer en la portada del diario ABC nacional en relación a la defensa de la educación especial, atacada por la Ley Celáa.

Con el apoyo de la fundación Prodis llegó a la Universidad Autónoma de Madrid y allí obtuvo el título propio para la inclusión laboral de las personas con discapacidad intelectual. A través de un programa de inserción laboral empezó a trabajar en el área de recursos humanos de Accenture. Allí lleva cuatro años “y está integrada y valorada. Es un pilar importante dentro de su ámbito laboral”.

Andrea siempre ha sido muy inquieta y deportista. El síndrome de Down nunca le ha impedido hacer las mismas cosas que hacían otros niños: gimnasia rítmica, pádel o baloncesto. Pero su verdadera pasión la encontró en el kárate. Su madre cuenta cómo este descubrimiento sucedió después de ver la película Karate Kid hace diez años.

Su padre la llevó al club de kárate; nunca antes habían tenido ningún alumno con síndrome de Down. Su entrenador dijo que era un reto y le animó a empezar. Y Andrea se ha convertido en la primera mujer con síndrome de Down que consigue el cinturón negro en la Comunidad de Madrid en 2019. Fue campeona de España en 2022 y es la actual campeona de España en 2023 en su categoría K-22. Recientemente, en los campeonatos europeos de kárate, siendo la primera vez que competía a nivel internacional, quedó medalla de bronce.

Protagonista y sanamente inconformista. Andrea tiene la espina clavada de no poder practicar el fútbol, que le gusta mucho. Aunque no juega lo sigue apasionadamente. Andrea es una asidua del estado Santiago Bernabéu con su padre. La música y la pintura completan sus hobbies. Es una persona muy inquieta, despierta e ilusionada. Le gusta participar en el coro de la Misa de los domingos de la parroquia Santa María de Caná. Es forofa de los Caris, como llama ella al grupo de la Renovación Carismática. “Es alegre, extrovertida, muy empática. La vida familiar gira en torno a ella, le gusta mucho ser la prota”, me cuenta alegre su madre. 

Olga, su hermana mayor, es el otro regalo de la familia. Las dos siempre han tenido entre ellas una especial complicidad y entendimiento. Sus padres le atribuyen mucha responsabilidad en todos los progresos de Andrea. Mirando atrás, Beatriz afirma que Andrea “es un milagro, porque era impensable, en los primeros meses de vida, cuando estaba tantas veces en la UCI, creer que podría llegar hasta aquí”.

Cuando Andrea nació sus padres desconocían todo sobre el síndrome de Down y han ido aprendiendo sin pausa. Hay un lema claro en sus vidas: “Nunca hay que rendirse”. En aquellos primeros meses en los que sufrieron y se hicieron muchas preguntas, les ayudó mucho la frase de un sacerdote: “No siempre hay un por qué pero siempre hay un para qué”.

“Andrea vino para romper barreras, para hacernos mejores personas y valorar lo que realmente merece la pena en la vida y así darnos cuenta que el Señor nos quiere y que nos cuida” afirma su madre emocionada. Y también “para ayudar a muchos otros jóvenes con síndrome de Down que han venido detrás de ella y se han encontrado un camino ya hecho”.

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