Vaticano

Viernes Santo en San Pedro: una invitación a vivir de la cruz

El cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, ofició la Liturgia de la Pasión del Señor el Viernes Santo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el 18 de abril de 2025

Redacción Omnes·18 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
vivir cruz

El cardenal Gugerotti celebrando la Pasión el Viernes Santo. ©CNS photo/Lola Gomez

Este Viernes Santo, la Basílica de San Pedro acogió la solemne Celebración de la Pasión del Señor. El cardenal Claudio Gugerotti, Delegado del Santo Padre, presidió la liturgia en nombre del Papa. La homilía fue pronunciada por el padre capuchino Roberto Pasolini, Predicador de la Casa Pontificia, quien ofreció una reflexión profunda y actual sobre el misterio de la cruz como centro del Triduo Pascual.

Desde el inicio, Pasolini quiso subrayar el valor simbólico de esta jornada: “entre el blanco de la Cena del Señor y el de su Resurrección, la liturgia interrumpe la continuidad cromática tiñendo de rojo todos los ornamentos”, invitando así a “sintonizarnos con las tonalidades intensas y dramáticas del amor más grande”.

En contraste con el mundo actual, “rico en nuevas inteligencias —artificiales, computacionales, predictivas— el misterio de la pasión y muerte de Cristo nos propone otro tipo de inteligencia: la inteligencia de la cruz, que no calcula, sino que ama; que no optimiza, sino que se entrega”. Esta inteligencia, continuó, no es artificial, sino profundamente relacional, porque está “totalmente abierta a Dios y a los demás”.

La libertad de Jesús ante la pasión

La homilía desarrolló tres momentos clave de la Pasión de Jesús para explicar cómo vivir una plena confianza en Dios. El primero, cuando en el huerto de Getsemaní, al ser confrontado por los soldados, “Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ‘¿A quién buscáis?’… ‘Jesús el Nazareno’. Les respondió: ‘Soy yo’”. Al pronunciar estas palabras, los soldados retroceden y caen a tierra. Pasolini recordó que este gesto revela que “Jesús no fue simplemente arrestado, sino que ofreció su vida libremente, como ya había anunciado: ‘Nadie me la quita, sino que yo la entrego por mí mismo’”.

Este paso adelante, subrayó, es un ejemplo de cómo cada cristiano puede enfrentarse a los momentos dolorosos o de crisis con libertad interior, “acogiéndolos con fe en Dios y confianza en la historia que Él conduce”.

La sed de amor

En la cruz, ya cercano a la muerte, Jesús pronunció una segunda frase profundamente humana: “Tengo sed”. Esta expresión, comentó el predicador, es una manifestación de vulnerabilidad extrema. “Jesús muere no antes de haber manifestado —sin ninguna vergüenza— toda su necesidad”. Al pedir de beber, muestra que incluso Dios hecho hombre “necesita ser amado, acogido, escuchado”.

Pasolini invitó a los presentes a descubrir en esa confesión de necesidad una clave para entender el amor más verdadero: “Pedir lo que no podemos darnos por nosotros mismos, y permitir a los demás ofrecérnoslo, es quizá una de las formas más altas y humildes del amor”.

Donarse hasta el final

La tercera y última palabra en la que se detuvo fue el “Está cumplido” de Jesús antes de morir. “Jesús confiesa el cumplimiento de su —y de nuestra— humanidad en el momento en que, despojado de todo, elige donarnos enteramente su vida y su Espíritu”. Este gesto, explicó, “no es una rendición pasiva, sino un acto de suprema libertad, que acepta la debilidad como el lugar donde el amor se hace pleno”.

En una cultura que valora la autosuficiencia y la eficiencia, la cruz propone un camino alternativo. “Jesús nos muestra cuánta vida puede surgir de aquellos momentos en los que, al no quedar ya nada por hacer, en realidad queda lo más hermoso por cumplir: donarnos finalmente a nosotros mismos”.

Adorar la cruz como acto de esperanza

En el tramo final de su predicación, Pasolini recordó las palabras del Papa Francisco al comienzo del Jubileo: Cristo es “el ancla de nuestra esperanza”, a la que estamos unidos por “la cuerda de la fe” desde nuestro bautismo. Reconoció que no siempre es fácil “mantener firme la profesión de la fe”, especialmente “cuando llega el momento de la cruz”.

Por eso, exhortó a los presentes a acercarse a la cruz “con plena confianza”, y a reconocer en ella el “trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia en el momento oportuno”. Ese gesto —adorar el madero de la cruz— será para cada cristiano una oportunidad de renovar su confianza en la forma que Dios ha elegido para salvar al mundo.

“Así como hemos sido amados, así seremos capaces de amar, a los amigos e incluso a los enemigos”, concluyó Pasolini. Y entonces, seremos verdaderos testigos de la única verdad que salva: “Dios es nuestro Padre. Y todos nosotros somos hermanas y hermanos, en Cristo Jesús nuestro Señor”.

Leer más
Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica