Evangelización

La Presentación de la Virgen María en el Templo

La Iglesia celebra el 21 de noviembre la Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo, una memoria litúrgica antigua y entrañable que recuerda el gesto de entrega de María, ofrecida a Dios desde niña por sus padres san Joaquín y santa Ana.

Francisco Otamendi·21 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
Presentación de la Virgen María en el Templo. Luca Giordano.

Presentación de la Virgen María en el Templo, pintura de Luca Giordano en el camarín del Monasterio de Santa María de Guadalupe, en Extremadura (España). (JI FilpoC, Wikimedia Commons).

Según la tradición, inspirada en el apócrifo protoevangelio de Santiago, María fue llevada con tres años al Templo de Jerusalén por sus padres, san Joaquín y santa Ana, para consagrarla al Señor. La Iglesia contempla en este ofrecimiento temprano de la Presentación de la Virgen la imagen de María como “templo vivo”, aquella que acogerá en su seno al Hijo de Dios. 

La fiesta tiene raíces antiguas. Se celebraba ya en Oriente desde el siglo VI, vinculada a la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva en Jerusalén. En Occidente sería incorporada al calendario romano en 1585 por el Papa Sixto V. Más allá de su fecha y origen, esta memoria ilumina el misterio de María como criatura plenamente abierta a la gracia desde el comienzo de su historia.

Llamada actual y signo profético

La entrega inicial de la Virgen María anticipa momentos decisivos, como su “sí” en la Anunciación, o su presencia fiel al pie de la Cruz. Muchos autores espirituales ven en esta fiesta una invitación a ofrecer también nuestra propia vida como templo para Dios, siguiendo la senda de María. 

La Presentación de la Virgen María no es solo un recuerdo del pasado,. Es una llamada actual a descubrir la belleza de la fidelidad silenciosa, señalan autores. Este día es también una oportunidad para agradecer la vocación de quienes hoy consagran su vida al Señor. Coincidiendo con esta fiesta, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus, dedicada a los contemplativos. 

Tampoco es un evento remoto, sino un signo profético. Dios prepara con delicadeza la historia de la salvación, y lo hace contando con el “sí” humilde de una niña. Hay que distinguir esta fiesta de la Presentación del Señor en el Templo por María y José, que la liturgia celebra el 2 de febrero. Allí aparecen el anciano Simeón  y la profetisa Ana.

El autorFrancisco Otamendi

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