Es difícil comprender lo que ocurre actualmente en Tierra Santa. La complejidad del contexto histórico, político y social se une a la imparcialidad en los medios de comunicación y la dificultad de encontrar fuentes fiables que aporten algo de luz acerca de lo que realmente está ocurriendo.
Muchas veces, lo mejor que se puede hacer cuando se quiere encontrar información es preguntar a las personas que están en el propio terreno. Esa es la razón por la que Omnes, en colaboración con CRETIO Voices, ha entrevistado a dos mujeres de Tierra Santa, una judía y una musulmana, para que cuenten lo que está ocurriendo.
El testimonio del lado israelí lo aporta Sarah Sassoon, una madre judía, escritora e investigadora en la universidad de Bar Ilan. Por la parte musulmana, Omnes conversó con Ranin Jojas, una mujer árabe que se dedica al marketing y a la creación de contenidos, tras haber sido durante años profesora en el instituto Polis.
El diálogo con ambas mujeres se centró en la actualidad en Tierra Santa, el enfoque de los medios de comunicación y las lecciones que puede aprender la sociedad tras la guerra.
Inicio y actualidad del conflicto
El sábado 7 de octubre Hamás atacó por sorpresa a Israel. Hombres armados dispararon contra la población israelí, al tiempo que miles de cohetes cayeron sobre la población. La respuesta de Israel fue casi inmediata y el ejército bombardeó la Franja de Gaza. Benjamin Netanyahu informó entonces de que Israel estaba en guerra. Dos días después, Gaza sufrió un gran asedio, lo que provocó una crisis humanitaria que afecta todavía a más de dos millones de personas.
Ante la pregunta sobre el inicio del combate, Sarah Sassoon resumió lo ocurrido explicando que “Israel fue atacado en la festividad judía de ‘Simchat Torá’, el sábado 7 de octubre, por un ejército de entre 2500 y 3000 terroristas de Hamás”. Aquel día, prosigue Sassoon, los atacantes “mataron a 1200, secuestraron a 240 e hirieron a más de 4500 israelíes”.
Tras lo ocurrido aquel 7 de octubre, Ranin Jojas describe la situación actual como “frustrante, deprimente y llena de confusión”, hasta tal punto que Jerusalén se ha vuelto “complicada, compleja e impredecible”. La ciudad es hoy “una zona gris donde los palestinos no saben si volverán a casa todos los días o no”.
En las calles de Jerusalén “la situación cotidiana son los misiles que caen” y “los funerales de soldados que mueren a diario”, cuenta Sarah Sassoon. A pesar de todo, subraya la mujer israelí, “los niños van a la escuela, y tratamos de llevar las cosas con la mayor normalidad posible”. En el fondo, lo que los habitantes de la ciudad pretenden es “ocultar nuestro dolor. Intentamos poner cara de valientes. Nos negamos a ser víctimas, así que intentamos mantener una especie de rutina salpicada de mucho voluntariado, visitando casas de luto y apoyando a nuestros vecinos y amigos que están en apuros”.
Algo parecida expresa Jojas, quien dice que “la rutina ya no es realmente rutina”. Lo único que pueden considerar ya como cotidiano es “la enorme cantidad de heridos y muertos”. Es una situación que “está causando un enorme daño a la salud mental de cada uno de nosotros. Estamos demasiado expuestos a las masacres en directo”.
Preguntas al exterior
Desde que estalló el conflicto, los medios de comunicación internacionales han seguido los pasos dados por cada una de las partes. A su vez, los gobiernos de todo el mundo se han posicionado, provocando tensiones en un contexto diplomático ya debilitado por la guerra en Ucrania. Algunos han mostrado su apoyo abiertamente, mientras que otros lo niegan a pesar de financiar recursos. Sin embargo, los bloques parecen relativamente definidos.
Entre los países que apoyan a Israel se encuentran Estados Unidos, Portugal, Inglaterra, Noruega y Australia. Por otro lado, Palestina tiene el apoyo de estados como Chile, Irán, Afganistán, Algeria y Venezuela.
Tanto Ranin como Sarah confiesan tener dudas en lo que respecta a la reacción internacional. La que fuera profesora en un instituto considera que “la pregunta más exigente es cómo es que todos los derechos humanos y el derecho internacional y las Naciones Unidas ‘de repente’ no pueden ni implementar la protección de los palestinos ni acusar a Israel por sus crímenes de guerra”.
Por su parte, la madre israelí piensa que se está criticando “duramente a Israel y sus acciones”. Piensa que “se ignoran los hechos”, que “ha aumentado el antisemitismo y la gente protesta libremente pidiendo la muerte de Israel y los judíos”. Ante esto, Sarah Sassoon se pregunta: “¿dónde pueden vivir los judíos con seguridad? ¿Por qué se ataca a Israel por defenderse de nuevos ataques como el del 7 de octubre? ¿Por qué la gente no está enfadada con Hamás y con la forma en que utiliza a su pueblo como escudo humano?”.
Los medios de comunicación
Ambas mujeres opinan que los medios de comunicación internacionales no aportan una visión completa sobre el conflicto. La investigadora israelí cree que “los medios internacionales están pasando por alto la historia más amplia de Oriente Próximo”. Apoyándose en las teorías de profesores como Gad Saad, explica que “si el problema fuera la tierra, este conflicto se habría resuelto con el Plan de Partición de la ONU en 1947. Pero el objetivo declarado de Hamás es borrar a Israel del mapa”. Para que los medios de comunicación aporten verdadera luz sobre la situación, cree que tienen que “analizar las cuestiones más amplias y los problemas más profundos de la ‘yihad’, en lugar de crear una historia binaria en la que Israel es el agresor fuerte y Hamás son luchadores por la libertad”.
Sassoon resalta también que no todos los musulmanes ven lo que ocurre con los mismos ojos y no todos están de acuerdo con el ataque del 7 de octubre. “De hecho, el Consejo Mundial de Imanes en la primera semana de la guerra emitió una ‘fatwa’ contra Hamás y cualquiera que lo apoye, y el príncipe heredero de Bahréin ha condenado abiertamente a Hamás”.
Por su parte, Ranin Jojas opina que “la visión de los medios de comunicación internacionales está absolutamente sesgada hacia la narrativa de Israel, sin ninguna consideración hacia la narrativa del pueblo palestino”. Afirma que a través de la información tendría que darse voz al pueblo, a todos. Sin embargo, cree, en todo lo que se refiere al conflicto entre Palestina e Israel, “los medios internacionales son la voz del gobierno israelí”. Y no solo eso, sino que ocultan información, otorgando una perspectiva parcial, pues los medios “no tienen en cuenta la vida cotidiana de las ciudades fuera de Gaza”.
Luces de esperanza
A pesar de lo terrible del conflicto, Ranin Jojas y Sarah Sassoon conservan la esperanza. La creadora de contenido árabe piensa que habrá esperanza siempre y cuando “los palestinos sigan creyendo primero en sus derechos y luego en tener voz propia en el mundo”. Además, piensa que es importante que “el mundo se decida a alzar la voz como hicieron con Ucrania”.
Por otro lado, la escritora israelí no solo confía en el fin del conflicto, sino que tiene esperanza en “un Oriente Próximo vibrante y libre que aprovecharía la riqueza cultural, el conocimiento y la belleza que ofrece esta parte del mundo”. Piensa que “en este sueño hay más amor y creatividad que odio y destrucción”, y que es una idea que comparten tanto israelíes como árabes.
Sin embargo, Sassoon considera que para lograr ese sueño es necesaria “la aceptación por parte de los árabes de Oriente Próximo del Estado judío”. Algo que, a pesar de su dificultad, ha tenido reflejos en la realidad durante los últimos años, pues los judíos conviven en Israel “con dos millones de árabes, muchos de ellos pacíficamente y en pie de igualdad”.
Lecciones para el futuro
Todavía mirando al futuro, tanto la mujer musulmana como la madre judía piensan que hay un hueco para aprender del conflicto. Las dos consideran que las generaciones futuras, y la sociedad actual en su conjunto, pueden sacar lecciones importantes en medio del caos. Ambas hacen una llamada al sentido común, a no dejarse llevar por los prejuicios o las opiniones imparciales que se vierten.
Ranin Jojas quiere que lo que está ocurriendo anime a todos a “educarse, tener un espacio para la humanidad, dudar de sus recursos previos y hacer su propia investigación, y armarse de valor para hablar, discutir y debatir”.
Sarah Sassoon afirma que le gustaría “que la sociedad aprendiera a usar su corazón con sensatez”. En resumidas cuentas, dice: “Quiero que apoyemos la coexistencia, el amor y la alegría, no el odio”.
Guerra de información
La guerra entre Israel y Palestina sigue abierta. Es difícil calcular los daños que está provocando, pues ninguna de las dos partes ofrece la información de forma transparente. A pesar de ello, se calcula que el bloque de Hamás cuenta con más de catorce mil bajas, treinta y seis mil heridos y siete mil desaparecidos, tan solo en la Franja de Gaza. Por el lado de Israel, parece que las muertes ascienden a más de mil doscientas, siete mil doscientos heridos y más de doscientos secuestrados.
Además, muchos ciudadanos extranjeros han fallecido también durante el conflicto. Especialmente durante los primeros días varios países denunciaron las muertes, secuestros o desapariciones de personas que estaban en Tierra Santa en aquel momento. Desde Estados Unidos, Tailandia, España, Irlanda o Filipinas, gobiernos de todo el mundo alzaron la voz por el fallecimiento de sus ciudadanos.
La situación se volvió tan dramática a finales de noviembre que los combatientes tuvieron que pactar una tregua temporal para permitir el acceso de material sanitario y alimentos. Durante el alto al fuego también se liberaron rehenes tanto de Israel como de Palestina.
La realidad de lo que está ocurriendo en Tierra Santa es difícil de ver. Muchas voces denuncian la manipulación mediática que realizan los combatientes, así como la muerte de varios periodistas que estaban en el terreno cubriendo los sucesos.
El núcleo
En los testimonios de Ranin y Sarah se escuchan las voces desde Tierra Santa. Son voces envueltas en un conflicto que mezcla lo religioso con lo político, lo histórico con lo social. Sin embargo, los dos testimonios resaltan que en Tierra Santa de lo que se habla es de personas, de soldados caídos, de niños heridos y de familias separadas.
Lo que ocurre, más allá de la destrucción de un territorio, afecta a miles de personas, y ahí debe estar el foco. Así lo piden miles de organizaciones internacionales que tratan de paliar los duros efectos del combate. A ellas se unen muchos miembros de distintas confesiones religiosas, incluido el Papa, que lleva desde el inicio del conflicto llamando a la paz.