Cultura

La Virgen de las Mercedes, patrona de la República Dominicana

Historia de la advocación de la Virgen de las Mercedes desde sus orígenes hasta su llegada a Santo Domingo.

César Arturo Abréu Fernández·2 de mayo de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Virgen Mercedes

Nuestra Señora de las Mercedes de Santo Domingo ©CC

Nuestra Señora de las Mercedes es una de las advocaciones más queridas de la República Dominicana. La devoción nació en el siglo XIII, cuando la Virgen se apareció a dos santos y al rey de Aragón para pedir la fundación de una orden religiosa dedicada al rescate de los cristianos cautivos por los sarracenos.

En 1494 unos mercedarios que viajaban con Colón llevaron a América un cuadro de la Virgen de la Merced, iniciando así su devoción en el Nuevo Mundo.

La historia de la advocación

La particular advocación de la Virgen de Las Mercedes tiene su origen cuando el 1 de agosto del 1218 la Madre de Dios se les apareció por separado a tres ilustres barceloneses en su advocación de Virgen de la Merced: a san Pedro Nolasco, que sería el fundador de la Orden de la Merced, al rey Jaime I de Aragón y a san Raimundo de Peñafort, fraile dominico. Días después, los tres se reunieron en la catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición de la Virgen. Ella les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Nueve días más tarde, la orden fue fundada por san Pedro Nolasco.

Su misión particular era la misericordia para con los cristianos cautivos de los musulmanes y los piratas sarracenos. Muchos de sus miembros, conocidos como mercedarios, canjearon sus vidas por la de presos y esclavos, calculándose en 300.000 el número de ellos.

La Virgen viaja a América

El 25 de septiembre de 1493, una numerosa flota al mando de Colón, compuesta de 14 carabelas y 3 galeones, salió de España. A bordo iban 1500 hombres, entre los cuales había trece misioneros encabezados por el padre Boíl, entre ellos dos mercedarios: Juan Infante y Juan de Solórzano. Antes de partir, la reina de España les había entregado a los dos un cuadro de la Virgen de Las Mercedes que los acompañaría en su viaje a América. Es la primera advocación de la Madre de Dios que viajó al Nuevo Mundo.

Desembarcaron el 2 de enero del 1494 en un lugar elegido por Colón para establecer la primera fundación hispánica en América, y el 6 de enero, día de la Epifanía o manifestación de Dios a los hombres, se celebró la primera Eucaristía en el Nuevo Mundo, en la que participaron los 13 misioneros. Trece para que, como en la última cena, uno representase místicamente a Cristo y los restantes a los doce apóstoles, celebración que de seguro contó con la presencia del cuadro de la Virgen de Las Mercedes.

El Santo Cerro

Juan Infante, uno de los dos mercedarios, era el confesor de Colón, y en tal virtud siempre le acompañaba. Conforme a la leyenda, también iba con él cuando Colón, a principios de marzo del 1495, merodeando en las proximidades del fuerte de La Concepción de la Vega, desde lo alto de un cerro, contempló extasiado la belleza del valle que él había nombrado de la Vega Real.

Sobrecogido por lo exuberante del paisaje, pensó honrar a Dios colocando en la cúspide de la montaña ‒por primera vez en América‒ una gigantesca cruz, símbolo de la fe cristiana. Posteriormente, Juan Infante hizo construir a su lado una rústica capilla donde venerar a la Virgen de Las Mercedes. Desde entonces, ambas devociones ‒la de la Santa Cruz y la de la Virgen de Las Mercedes‒ han estado juntas en lo que hoy se llama Santo Cerro.

Colón y la Virgen de las Mercedes

La devoción fue extendiéndose por toda la isla, convirtiéndose el cerro en un lugar de peregrinaje, reflexión y marcada devoción. El propio Colón, en su codicilo de agosto del 1505, meses antes de su muerte, le recomendaba a su hijo Diego sostener una capilla donde se orase por su ánima, como si con su índice ya vacilante señalase el Santo Cerro: “e si esto puede ser en la Isla Española, que Dios me dio milagrosamente, holgaría que fuese allí donde la invoqué, que es en La Vega que se dice de la Concepción».

Con la llegada en el 1527 de fray Francisco de Bobadilla, Vicario General de los Mercedarios, y otros doce sacerdotes, los mercedarios se extendieron por el Santo Cerro, Santiago y Azua, construyendo en esos lugares monasterios, lo que contribuyó grandemente al afianzamiento de la devoción a la Virgen de Las Mercedes en toda la isla de La Española.

El terremoto de 1641

Durante los meses de agosto y septiembre de 1641, un fuerte terremoto estremeció la ciudad de Santo Domingo. Algunas crónicas señalan que fuertes réplicas se prolongaron por más de cuarenta días, con un saldo de 24 muertos. Asustados, los habitantes de la ciudad acudieron a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes que está en el Convento de esta Orden, y, en la víspera de su fiesta de la Natividad (el 7 de septiembre), experimentaron el divino favor y sucedieron algunas maravillas. Por ello al año siguiente, 1615, la Curia y la Real Audiencia declararon a Nuestra Señora de las Mercedes patrona de la ciudad y de la isla, celebrando su fiesta el 8 de septiembre de cada año. En el 1710, por Real Cédula, su festividad es movida al 24 de septiembre.

La batalla de la Limonade

El 21 de enero de 1691, el ejército español de Santo Domingo, al mando del maestre de campo don Francisco de Segura y Sandoval, se enfrentó al francés en la Sabana Real de la Limonade, confrontación en la que los criollos salieron victoriosos. El combate había sido reñido, e invocaron a Nuestra Señora de Las Mercedes. En el cuerpo de la batalla había un lienzo con su imagen, mientras que los soldados de la parte oriental de la isla invocaron a la Virgen de la Altagracia, cuya acción fue determinante en el triunfo de las armas criollas.

De ahí salió fortalecida la fe en Nuestra Señora de las Mercedes y comenzó en toda la isla el culto a la Virgen de la Altagracia. La batalla tuvo lugar el 21 de enero, fecha en la cual se celebra el día de la Altagracia.

La Virgen y Toussaint

En 1801, Toussaint Louverture invadió Santo Domingo en nombre de Francia. Al día siguiente de su llegada asistió a la catedral, donde había muchos fieles orando, y requirió del párroco colocar la Hostia en el viril, arrodillándose con las manos cruzadas en el pecho. Sus ayudantes le informaron que, mientras él hacía esto, algunas de las damiselas asistentes se sonreían sarcásticamente y, lo que era peor, le informaron que tres soldados criollos le habían dado la espalda para no saludarle.

Montando en cólera, Toussaint ordenó que al día siguiente todo el mundo se congregara en la plaza de armas con la intención de cometer un degüello general.

Llegado el siguiente día y congregados todos los habitantes, separados los hombres, las mujeres y los niños, rodeados por la caballería con sus sables desenfundados, listos para el degüello, Toussaint se acerca a las damas y con su bastón de mando las toca, preguntándoles: “¿Francesa o española?”. Cuando toca a Dominga Núñez, esta le reprocha: “¡Atrevido, aprenda modales!”. 

Iracundo, sube a la tarima para ordenar la matanza. El cielo, claro hasta ese momento, oscureció repentinamente. Truenos hicieron temblar la tierra y, de pronto, se abrió un espacio en el cielo, apareciendo un haz de luz blanco. Toussaint, asustado, miró la luz y ordenó que todo el mundo se retirara. Preguntado por sus ayudantes el porqué de su actitud, respondió: “¡Era ella, Nuestra Señora! ¡Yo la vi! ¡Yo la vi!”. La Virgen de Las Mercedes había intercedido una vez más a favor de los criollos.

La Virgen de las Mercedes ©Dustin Muñoz

Patrona de la República Dominicana

Al proclamarse la República Dominicana el 27 de febrero del 1844, luego de que los trinitarios lanzaran al aire el grito de “Dios, Patria y Libertad”, tres exclamaciones salieron de los presentes en ese momento histórico: “¡Viva la República Dominicana! ¡Viva la Virgen! ¡Viva Duarte!”.  Desde ese momento, la Virgen de Las Mercedes quedó instituida como Patrona de la República Dominicana.

El autorCésar Arturo Abréu Fernández

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