El Papa ha vivido presencialmente, sólo la mitad de las celebraciones propias del Viernes Santo. El pontífice ha presidido la celebración de la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro pero minutos antes del inicio del rezo del Via Crucis en el coliseo, la Oficina de prensa de la Santa Sede anunciaba que el Papa seguiría la oración desde su casa de Santa Marta. Este año, las meditaciones del Via Crucis han sido escritas por el propio Papa.
Un Via Crucis del Papa sin el Papa
«En oración con Jesús en el Vía Crucis», así ha titulado Francisco estas meditaciones que han acompañado el rezo de las 14 estaciones del Via Crucis, al que Francisco, por motivos de salud, no ha podido asistir. El texto se enraiza, de manera directa, con la celebración del Año de la Oración que vive la Iglesia católica en preparación al Jubileo de 2025.
Laicos, jóvenes, religiosas y sacerdotes han sido los portadores de la cruz, junto a los que los centenares de asistentes han rezado este Via Crucis, recorriendo el interior del que fuera uno de los lugares de martirio de los cristianos de la primera hora.
Las meditaciones del Papa han comenzado lanzando una súplica de perdón a Jesús, por nuestra falta de dedicación a la oración que lleva a una superficialidad de vida: «me doy cuenta de que apenas te conozco porque conozco poco tu silencio, porque en el frenesí de las prisas y del hacer, absorbido por las cosas, atrapado por el miedo de no mantenerme a flote o por el afán de querer ponerme siempre en el centro, no encuentro tiempo para detenerme y quedarme contigo».
Asimismo, Francisco ha querido poner el foro en el egoísmo y el encerrarse sobre uno mismo, tan propios de la sociedad actual, que en lugar de ir a Dios «me encierro en mí mismo, rumiando mentalmente, escarbando en el pasado, quejándome, hundiéndome en el victimismo, paladín de negatividad».
La figura de la Virgen y su presencia dolorosa y maternal en la Pasión de Cristo ha llevado al Papa a recordar que «La mirada de la propia madre es la mirada de la memoria, que nos cimienta en el bien. No podemos prescindir de una madre que nos dé a luz, pero tampoco de una madre que nos encarrile en el mundo» y a poner la mirada en las mujeres, tantas veces maltratadas en este mundo.
Francisco ha querido poner el foco también en las debilidades propias de nuestra vida que hemos de convertir en oportunidades de conversión como Cirineo al que la debilidad de Jesús «cambió su vida y un día se daría cuenta de que había ayudado a su Salvador, de que había sido redimido por medio de esa cruz que cargó»; unas caídas que, vividas al lado del Señor «la esperanza nunca se acaba, y después de cada caída nos volvemos a levantar, porque cuando me equivoco no te cansas de mí, sino que te acercas más a mí».
Este Via Crucis 2024, el duodécimo que se celebra bajo el pontificado del Papa Francisco está marcado por la celebración del año dedicado a la oración en la Iglesia. Por ello, han sido continuas las referencias a la oración cristiana. El Papa ha pedido «Jesús, que yo no rece sólo por mí y por mis seres queridos, sino también por los que no me quieren y me hacen daño; que yo rece según los deseos de tu corazón, por los que están lejos de ti; reparando e intercediendo en favor de los que, ignorándote, no conocen la alegría de amarte y de ser perdonados por ti». y ha insistido en el «poder inaudito el de la oración» y la necesidad de perseverar en ella.
Celebración de la muerte del Señor
Previamente, el Papa había presidido la celebración de la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro. El Cardenal Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap., predicador de la casa pontificia ha sido el encargado de hacer la homilía de esta celebración a la que han asistido más de 4000 fieles, junto a decenas de sacerdotes, obispos y consagrados.
Cantalamessa ha querido poner el acento en el «Yo soy» de Cristo que pone de manifiesto que «Jesús no vino a mejorar y perfeccionar la idea que los hombres tienen de Dios, sino, en cierto sentido, a invertirla y revelar el verdadero rostro de Dios».
El predicador de la casa pontificia ha destacado además cómo Dios se «para» ante la libertad del hombre: «Frente a las criaturas humanas, Dios se encuentra desprovisto de toda capacidad, no sólo coercitiva, sino también defensiva. No puede intervenir con autoridad para imponerse a ellas».
El triunfo de Cristo, ha continuado Cantalamessa, «se produce en el misterio, sin testigos. Jesús se aparece sólo a unos pocos discípulos, fuera de los focos. nos dicen que, después de haber sufrido, no debemos esperar un triunfo exterior y visible, como la gloria terrena. El triunfo se da en lo invisible y es de un orden infinitamente superior porque es eterno».
El Papa, visiblemente cansado, ha continuado la celebración de este Viernes Santo con la adoración de la Cruz y la comunión. Una liturgia marcada por el silencio y el recogimiento.