En su meditación del Ángelus, el Papa Francisco ha reflexionado sobre la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25, 1-13) que se lee en el Evangelio el domingo 12 de noviembre. El Pontífice señaló desde el principio que este pasaje “se refiere al sentido de la propia vida”. Nuestra vida, explicó, es una preparación, una espera activa hasta que seamos “llamados a salir al encuentro de Aquél que más nos ama, ¡Jesús!”.
La parábola que Cristo pronunció sobre las diez vírgenes explica la diferencia entre la sabiduría y la necedad. Francisco profundizó en estas dos actitudes vitales. Por un lado, hizo notar que “la diferencia entre la sabiduría y la necedad no está en la buena voluntad”, pues todas las vírgenes están esperando al esposo. “Tampoco radica en la prontitud con la que llegan al encuentro: todas están allí con sus lámparas”.
El Santo Padre destacó que la auténtica diferencia entre la sabiduría y la necedad es “la preparación”. El aceite de las lámparas es el símbolo de la preparación en esta parábola. “¿Y cuál es la característica del aceite? Que no se ve: está dentro de las lámparas, no llama la atención, pero sin él las lámparas no dan luz”.
Cuidar la vida interior
Francisco quiso aterrizar esta idea en la práctica cotidiana, en nuestra actualidad. “Hoy estamos muy atentos a las apariencias, lo que nos importa es cuidar bien nuestra imagen y dar una buena impresión ante los demás. Pero Jesús dice que la sabiduría de la vida está en otra dimensión: en cuidar lo que no se ve, pero que es más importante, porque está dentro de nosotros”. En definitiva, lo esencial es cuidar la vida interior.
El cuidado de la vida interior implica “detenerse para escuchar el corazón, atender los pensamientos y los sentimientos”. El Papa invitó a “dar espacio al silencio, para ser capaces de escuchar”. También resaltó la importancia de dejar la tecnología a un lado “para mirar la luz en los ojos de los demás, en el propio corazón, en la mirada de Dios hacia nosotros”. Por último, se dirigió a aquellos que tienen un papel dentro de la Iglesia. A ellos les sugirió “no dejarse atrapar por el activismo, sino dedicar tiempo al Señor, a la escucha de su Palabra, a la adoración”.
Examen personal
Todo esto, señaló Francisco, nos lleva a concluir que “la vida interior no se improvisa”. Para cuidar el corazón hay que dedicar “un poco de tiempo cada día, con constancia, como se hace para cada cosa importante”.
Para concluir su meditación, el Papa lanzó una pregunta para que se la haga cada uno: “¿Qué estoy preparando en este momento de la vida?”. Junto a todos los proyectos buenos, Francisco invitó a preguntarnos si estamos dedicando tiempo “al cuidado del corazón, a la oración y al servicio a los demás, al Señor”.
Por último, el Santo Padre acudió a Santa María, para que “nos ayude a custodiar el aceite de la vida interior”.