Vaticano

“Cristo es indígena”: memoria y reconciliación en el viaje del Papa a Canadá

Un pedido de perdón radical e incondicional. Bellísimas predicaciones sobre la reconciliación y la memoria. Un indigenismo cristiano a lo Querida Amazonia. El amor a la abuela de Jesús, en la fiesta de Santa Ana. Una acogida calurosísima por parte de los canadienses en Alberta. Claves de esta primera etapa de la peregrinación penitencial del Papa Francisco a Canadá.

Fernando Emilio Mignone·27 de julio de 2022·Tiempo de lectura: 9 minutos

Foto: El Papa durante la liturgia de la Palabra en el lago Santa Ana. ©CNS photo/Paul Haring

Omnes ya ha informado sobre los primeros gestos, emotivos y fotogénicos, del intrépido peregrino de 85 años que rueda en silla, Fiat 500, papamóvil y por supuesto vuela en avión, unos 19.000 km en total, durante su 37 viaje apostólico.  

El Papa está cumpliendo con creces su promesa de pedir perdón personalmente aquí, como lo anticipó en Roma el 17 de julio: “Iré … sobre todo en el nombre de Jesús para encontrar y abrazar a las poblaciones indígenas. Lamentablemente, en Canadá, muchos cristianos, …han contribuido a las políticas de asimilación cultural que, en el pasado, han dañado gravemente, de diferentes maneras, a las comunidades nativas. Por esto, recientemente recibí en el Vaticano a algunos grupos, representantes de los pueblos indígenas (y) estoy a punto de hacer una peregrinación penitencial.”

El lunes 25 Francisco no pudo ser ni menos ambiguo ni más genuino, y así lo notaron observadores y autóctonos sensatos, que los hay de todo en Canadá. Con un gesto concreto devolvió a una señora indígena de la provincia de Saskatchewan los mocasinitos que ella le había “prestado” en Roma – los zapatitos en Canadá son un recuerdo de aquellos niños autóctonos que nunca volvieron de los internados: “Me pidieron que devolviera los mocasines cuando llegara a Canadá; los traje…, y quisiera inspirarme precisamente en este símbolo que, en los meses pasados, reavivó en mí el dolor, la indignación y la vergüenza. El recuerdo de esos niños provoca aflicción … Pero esos mocasines también nos hablan de un camino, de un recorrido que deseamos hacer juntos. Caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación.”

Es que Francisco nos habla a los canadienses de esperanza y no sólo de pasadas tragedias. “Es necesario recordar cómo las políticas de asimilación y desvinculación, que también incluían el sistema de las escuelas residenciales, fueron nefastas … Cuando los colonos europeos llegaron aquí por primera vez, hubo una gran oportunidad de desarrollar un encuentro fecundo entre las culturas, las tradiciones y la espiritualidad. Pero en gran parte esto no sucedió. Y me vuelve a la mente lo que ustedes me contaron, de cómo las políticas de asimilación terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas; de cómo, también por medio del sistema de escuelas residenciales, sus lenguas, sus culturas fueron denigradas y suprimidas; y de cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; de cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y de cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos.”

“Aunque la caridad cristiana haya estado presente y existan no pocos ejemplares de entrega por los niños, con todo, las consecuencias globales de las políticas ligadas a las escuelas residenciales han sido catastróficas. Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador, incompatible con el Evangelio de Jesucristo. Duele saber que ese terreno compacto de valores, lengua y cultura …haya sido erosionado, y que ustedes siguen pagando los efectos. Frente a este mal que indigna, la Iglesia se arrodilla ante Dios y le implora perdón por los pecados de sus hijos (ver Juan Pablo II, Incarnationis mysterium). Quisiera repetir con vergüenza y claridad: pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas.”

“En esta primera etapa quise hacer espacio a la memoria. Hoy estoy aquí para recordar el pasado, para llorar con ustedes, para mirar la tierra en silencio, para rezar junto a las tumbas. Dejemos que el silencio nos ayude a todos a interiorizar el dolor. Silencio y oración. Ante el mal recemos al Señor del bien; ante la muerte recemos al Dios de la vida … Jesucristo hizo de un sepulcro… el lugar del renacimiento, de la resurrección, donde comenzó una historia de vida nueva y de reconciliación universal. No bastan nuestros esfuerzos…, es necesaria su gracia, es necesaria la sabiduría afable y fuerte del Espíritu, la ternura del Consolador.”

Cristo es indígena

El 25 de julio por la tarde Francisco citó a Juan Pablo II (provincia de Ontario el 15 de septiembre de 1984): «Cristo anima el centro mismo de cada cultura, por lo que el cristianismo no sólo comprende a todos los pueblos indígenas, sino que el mismo Cristo, en los miembros de su cuerpo, es indígena». 

Esa tarde, en la parroquia del Sagrado Corazón dedicada a los indígenas en Edmonton, la capital de Alberta, Francisco glosó el concepto de reconciliación. “Jesús reconcilia poniendo juntos, haciendo de dos realidades distantes una única realidad, una sola cosa, un solo pueblo. Y, ¿cómo lo hace? Por medio de la cruz… Jesús, por medio de las extremidades de su cruz, abraza los puntos cardinales y reúne a los pueblos más lejanos, Jesús sana y pacifica todo (ver Efesios 2,14).”

Prosiguió: “Jesús no nos propone palabras y buenos propósitos, sino que nos propone la cruz, ese amor escandaloso que se deja atravesar los pies y las muñecas por los clavos y traspasar la cabeza por las espinas. Esta es la dirección a seguir, mirar juntos a Cristo, el amor traicionado y crucificado por nosotros; ver a Jesús, crucificado en tantos alumnos de las escuelas residenciales. Si queremos reconciliarnos …realmente hay que levantar la mirada a Jesús crucificado, hay que obtener la paz en su altar… La reconciliación no es tanto una obra nuestra, es un regalo, es un don que brota del Crucificado, es paz que viene del Corazón de Jesús, es una gracia que hay que pedir.”

Habló a una iglesia llena de otro aspecto de la reconciliación. “Jesús, por medio de la cruz, nos ha reconciliado en un solo cuerpo… La Iglesia es este cuerpo vivo de reconciliación. Pero, si pensamos en el dolor imborrable experimentado … sólo se experimenta rabia… vergüenza. Eso sucedió cuando los creyentes se dejaron mundanizar y, más que promover la reconciliación, impusieron su propio modelo cultural. Esta mentalidad…tarda en morir, incluso desde el punto de vista religioso. De hecho, parecería más conveniente inculcar a Dios en las personas, en lugar de permitir que las personas se acerquen a Dios. Una contradicción. Pero no funciona nunca, porque el Señor no obra así, él no obliga, no sofoca ni oprime; sino que ama, libera, deja libres. Él no sostiene con su Espíritu a quienes someten a los demás”

Con frase lapidaria Francisco dijo: “no se puede anunciar a Dios de un modo contrario a Dios. Sin embargo, ¡cuántas veces ha sucedido en la historia! Mientras Dios se presenta sencilla y humildemente, nosotros tenemos la tentación de imponerlo y de imponernos en su nombre. Es la tentación mundana de hacerlo bajar de la cruz para manifestarlo con el poder y la apariencia. Pero Jesús reconcilia en la cruz, no bajando de la cruz.”

Siguió hablando de reconciliación, como “sinónimo de Iglesia… La Iglesia es la casa donde conciliarse nuevamente, donde reunirse para volver a comenzar y crecer juntos. Es el lugar donde se deja de pensar como individuos para reconocerse hermanos mirándose a los ojos, acogiendo las historias y la cultura del otro, dejando que la mística del estar juntos tan agradable al Espíritu Santo favorezca la sanación de la memoria herida. Este es el camino, no decidir por los otros, no encasillar a todos dentro de esquemas preestablecidos, sino ponerse ante el Crucificado y ante el hermano para aprender a caminar juntos. Esta es la Iglesia …, no un conjunto de ideas y preceptos que inculcar a la gente, … (sino) una casa acogedora para todos. Y ojalá sea siempre así. …Rezar juntos, ayudar juntos, compartir las historias de vida, las alegrías y las luchas comunes abre la puerta a la obra reconciliadora de Dios.”

26 de julio, Santa Ana

El 26 de julio es una fiesta muy querida en Canadá, especialmente por los indígenas católicos. A las 10 de la mañana ell Papa concelebró (sin poder presidir la celebración eucarística debido a su mala rodilla) en el estadio Commonwealth de Edmonton. La plegaria eucarística fue en latín. Antes de la bendición final el celebrante principal, el arzobispo de Edmonton Richard Smith, le agradeció “hondamente» su gran sacrificio personal en este viaje, y los más de 50.000 asistentes aplaudieron durante tres minutos. 

Por la tarde, bendijo el agua y a la gente en el santuario de Santa Ana en el lago homónimo a cien kilómetros al noroeste de Edmonton. Allí, como por la mañana en el estadio, dijo palabras sentidas relacionadas con la abuela de Jesús.

Papa Canadá

A este Papa mediático las puertas se le abren de par en par para evangelizar, ya que las ceremonias son retransmitidas a millones de personas, por ejemplo, a través de la Canadian Broadcasting Corporation. Un sacerdote que lo acompaña traduce de manera intercalada y muy efectiva, al inglés, y así se lo puede seguir muy bien. 

Homilía de la misa

Somos hijos de una historia que hay que custodiar, no somos islas, dijo el Pontífice, durante la misa. Explicó que la fe suele transmitirse en casa en lengua materna. De ahí la gran tragedia de los internados que distorsionó esa dinámica. Precisamente de nuestros abuelos aprendimos que el amor no es una imposición. La fe nunca debe ser impuesta. No oprimamos las conciencias – y no dejemos nunca de amar y respetar a las personas que nos precedieron y que nos han sido confiadas. Pues ellos son “tesoros preciosos que custodian una historia más grande que ellos mismos”.

Pero “además de ser hijos de una historia que hay que custodiar, somos artesanos de una historia que hay que construir.” El Papa pidió a los presentes que no fueran críticos estériles del sistema, sino constructores de futuro, precisamente dialogando con las generaciones pasadas y futuras.

Distinguió entre una tradición sana, la del árbol cuya raíz envía sapia hacia arriba y da fruto; y un tradicionalismo horizontal, que hace las cosas porque siempre se han hecho así. La tradición es la fe viva de nuestros muertos, mientras que el tradicionalismo es la fe muerta de los vivientes.

“Que Joaquín y Ana intercedan por nosotros. Que nos ayuden a custodiar la historia que nos ha generado y a construir una historia generadora. Que nos recuerden la importancia espiritual de honrar a nuestros abuelos y mayores, de sacar provecho de su presencia para construir un futuro mejor. Un futuro en el que no se descarte a los mayores porque funcionalmente “no son necesarios”; un futuro que no juzgue el valor de las personas sólo por lo que producen; un futuro que no sea indiferente hacia quienes, ya adelante en la edad, necesitan más tiempo, escucha y atención; un futuro en el que no se repita la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos y hermanas indígenas. Es un futuro posible si, con la ayuda de Dios, no rompemos el vínculo con los que nos han precedido y alimentamos el diálogo con los que vendrán después de nosotros: jóvenes y mayores, abuelos y nietos, juntos. Vayamos adelante juntos, soñemos juntos. Y no olvidemos el consejo de Pablo a su discípulo Timoteo: “Acuérdate de tu madre y de tu abuela”.”

Abuelos y nenes.  Francisco pudo dar la vuelta interior al estadio en el papamóvil y saludar y besar a una veintena de bebés. Eso fue antes de la misa.

Una historia de dos lagos

Más tarde, en el Lac Sainte Anne, después de la liturgia de la Palabra (Ezequiel sobre el agua que salía del templo y sanaba y Jesús que dice “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”), el Papa comparó ese lago con el de Galilea. Se imaginó a Jesús desarrollando su ministerio a orilla de un lago similar. 

El mar de Galilea era “como una concentración de diferencias, en sus orillas se encontraban pescadores y publicanos, centuriones y esclavos, fariseos y pobres, hombres y mujeres … Allí, Jesús predicó el Reino de Dios. No a gente religiosa seleccionada, sino a pueblos distintos que, como hoy, acudían de varias partes, acogiendo a todos y en un teatro natural como este.” Ahí  Dios anunció al mundo “algo revolucionario: ‘pongan la otra mejilla, amen a los enemigos, vivan como hermanos para ser hijos de Dios, Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos’. De ese modo, precisamente aquel lago, ‘mestizado de diversidad’, fue la sede de un inaudito anuncio de … una revolución sin muertos ni heridos, la del amor.”

Comparó el sonido de los tambores indígenas que lo han estado constantemente acompañando al latido del corazón. Añadió: “Aquí, en las orillas de este lago, el sonido de los tambores que atraviesa los siglos y une gentes distintas, nos lleva a aquel entonces. Nos recuerda que la fraternidad es verdadera si une a los que están distanciados.”

Hizo referencia al suicidio asistido, eufemísticamente llamado Asistencia médica al morir, que es legal en Canadá desde 2016, primero por decisión unánime de la Corte Suprema y después por ley del Parlamento. El número de los eutanasiados legalmente desde entonces ronda ya los 40.000. “Es necesario mirar más a las periferias y ponerse a la escucha del grito de los últimos, es necesario saber acoger el dolor de los que, muchas veces en silencio, en nuestras ciudades masificadas y despersonalizadas, gritan: ‘No nos dejen solos’. Es también el grito de los ancianos que corren el peligro de morir solos en casa o abandonados en una estructura, o de los enfermos incómodos a los que, en vez de afecto, se les suministra muerte.” 

También se refirió a los jóvenes, al “grito sofocado de los muchachos y muchachas más cuestionados que escuchados, los cuales delegan su libertad a un teléfono móvil, mientras en las mismas calles otros coetáneos suyos vagan perdidos, anestesiados por alguna diversión, cautivos de adicciones que los vuelven tristes e insatisfechos, incapaces de creer en sí mismos, de amar aquello que son y la belleza de la vida que tienen. No nos dejen solos es el grito de quien quisiera un mundo mejor, pero que no sabe por dónde comenzar.”

El evangelizador máximo no vaciló en afirmar, como no podía ser menos, que la evangelización inculturada es una gran bendición, también humana. “Durante los dramas de la conquista, fue Nuestra Señora de Guadalupe la que transmitió la recta fe a los indígenas, hablando su lengua, vistiendo sus trajes, sin violencia y sin imposiciones. Y, poco después, con la llegada de la imprenta, se publicaron las primeras gramáticas y catecismos en lenguas indígenas. ¡Cuánto bien han hecho en este sentido los misioneros auténticamente evangelizadores para preservar en muchas partes del mundo las lenguas y las culturas autóctonas! En Canadá, esta ‘inculturación materna’ que se realizó por obra de santa Ana, unió la belleza de las tradiciones indígenas y de la fe, las plasmó con la sabiduría de una abuela, que es dos veces mamá.” 

Desde hace 133 años los indígenas cristianos peregrinan a ese santuario. Antes de la llegada del cristianismo, ya existía la costumbre de rezar ahí, pues según la tradición oral autóctona un cacique tuvo un sueño en el que vio que en ese lago iban  a encontrar la sanación. Así, dijo el papa peregrino en su homilía: “¡Cuántos corazones llegaron aquí anhelantes y fatigados, lastrados por las cargas de la vida, y junto a estas aguas encontraron la consolación y la fuerza para seguir adelante!”

El Papa vuela cuatro horas el 27 de julio, llegando a la ciudad de Québec a las tres de la tarde. Aquí lo esperamos.

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