«Si nos hacemos cargo de las llagas del prójimo y en ellas derramamos misericordia, renace en nosotros una esperanza nueva, que consuela en la fatiga». De esta manera «nos encontramos con Jesús, que
Jesús, que desde los ojos de quienes son probados por la vida, nos mira con misericordia y nos repite: ¡La paz esté con ustedes!». Lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa de la Divina Misericordia, en el segundo domingo de Pascua, que este año volvió a la Basílica de San Pedro con la presencia de los fieles, después de dos años de celebraciones en forma privada en el cercano Santuario de Santo Spirito en Sassia.
Comentando el pasaje evangélico del día, en el que aparece tres veces el «¡La paz esté con ustedes!» de Jesús, el Papa sugirió las «tres acciones de la divina misericordia en nosotros» que se desprenden de este relato.
La primera es una reacción de alegría, que surge de haber sido perdonados gratuitamente a pesar de nuestro abandono y negación. Un entusiasmo que surge de haber experimentado una vez más la presencia del Resucitado, logrando desviar la atención de nosotros mismos. De ahí la invitación: «Antepongamos el recuerdo del abrazo y de las caricias de Dios al de nuestros errores y nuestras caídas. De ese modo alimentamos la alegría. Porque nada puede seguir siendo como antes para quien experimenta la alegría de Dios».
Una segunda razón de la alegría es que hay que compartirla con otros, después de haberla experimentado: «si sabemos en primera persona lo que significa renacer, después de una experiencia que parecía no tener salida, entonces se hace necesario compartir el pan de la misericordia con los que están a nuestro lado. Sintámonos llamados a esto», añadió Francisco. Y de nuevo: «preguntémonos: yo, aquí donde vivo, en la familia, en el trabajo, en mi comunidad, ¿promuevo la comunión, soy artífice de reconciliación? Me comprometo a calmar los conflictos, a llevar perdón donde hay odio, paz donde hay rencor?»
Por último, está el ejemplo de Tomás, que es algo así como «la historia de todo creyente», en la que es habitual asistir a una crisis de fe. La respuesta está en la «prueba» de las heridas, como ocurrió entre el discípulo y Jesús. «Preguntémonos entonces si en este último tiempo hemos tocado las llagas de alguien que sufre en el cuerpo o en el espíritu; si hemos llevado paz a un cuerpo herido o a un espíritu quebrantado; si hemos dedicado un poco de tiempo a escuchar, acompañar y consolar». Este es el secreto, concluyó el Papa Francisco, para volver a sentir la paz del Señor en la propia vida y la alegría de haberse reencontrado con él.
El aniversario
El aniversario de la Divina Misericordia fue instaurado, como recordaremos, por San Juan Pablo II durante el Gran Jubileo del año 2000, y hace referencia al culto a la santa polaca Sor Faustina Kowalska, que en sus visiones místicas tenía indicaciones de cómo pintar la imagen de Jesús misericordioso.
El año pasado se cumplió el 90 aniversario de la revelación de esa imagen, y fue el propio Papa Francisco quien presidió una Santa Misa en Santo Spirito in Sassia -una iglesia que el Papa Wojtyla había dedicado a la devoción de la Divina Misericordia y elevado a Santuario en 1994- en presencia de presos, médicos, enfermeras y refugiados de África y Oriente Medio.
Misericordia para la guerra
Al saludar a los fieles polacos en la audiencia del pasado miércoles, el Papa recordó que «Cristo nos enseña que el hombre no sólo experimenta la misericordia de Dios, sino que también está llamado a mostrarla al prójimo». A continuación, agradeció al pueblo del que procede el culto que hoy se celebra su misericordia «hacia tantos refugiados de Ucrania, que han encontrado en Polonia puertas abiertas y corazones generosos».
Otra referencia a la guerra en curso y a cómo vivirla con sentido de la misericordia la hizo Francisco al recibir el sábado en audiencia a un grupo de peregrinos, a los que recordó cómo Dios llora a las víctimas de un conflicto armado que «está destruyendo a todos los pueblos implicados», a los vencedores, a los perdedores y a los que miran superficialmente lo que ocurre. Encomendemos, pues, a María, Madre de la Misericordia, todo lo que sucede en este momento en el mundo.
Misioneros de la Misericordia
La misericordia se refiere también a los llamados «Misioneros», aquellos sacerdotes que han recibido el mandato especial de administrar el sacramento de la Reconciliación incluso en situaciones difíciles y «periferias», tanto humanas como geográficas. También ellas son fruto del Jubileo de la Misericordia, deseado por expreso deseo del Papa Francisco, y hoy son 1040 en el mundo, según comunica el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, que anima su coordinación.
Estos días se reúnen en Roma para reflexionar sobre su tarea como «signo de acogida». Proceden de varios países del mundo, de todos los continentes, y también hay varios sacerdotes de Ucrania para los que se ha obtenido un visado especial para salir del país.
Además de varios talleres para compartir experiencias y prácticas pastorales desarrolladas durante la pandemia, asistieron a varias charlas, entre ellas una del Predicador de la Casa Pontificia, el cardenal capuchino Raniero Cantalamessa. Después participaron en la Santa Misa en San Pedro este domingo y mañana concluirán el encuentro acudiendo a una audiencia con el Papa Francisco.