Hace unas semanas, la Conferencia Episcopal Polaca publicó un “decreto general” que aborda la cuestión de la imagen pública de los sacerdotes y las personas consagradas tanto en los medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales. Se trata de una medida necesaria debido a los avances tecnológicos de los últimos años, con la que se pretende paliar de alguna manera los posibles riesgos de “mala reputación” y el mal uso de las tecnologías modernas. Una iniciativa, por otra parte, que también podrían tomar prestada las Conferencias Episcopales de otros países. Omnes entrevistó sobre el tema a Przemysław Sliwinski, doctor en Comunicación Institucional y portavoz de la archidiócesis de Varsovia.
Sliwinski, ¿qué contempla exactamente este reciente Decreto de la Conferencia Episcopal Polaca?
—El documento se centra en la identidad de los sacerdotes y las personas consagradas, destacando las posibles consecuencias y responsabilidades con respecto a sus discursos públicos como representantes eclesiales que transmiten abiertamente la doctrina de la Iglesia y no su opinión personal.
En concreto, se trata de dos normas. En primer lugar, la necesidad de llevar el hábito religioso o clerical durante las entrevistas y los programas de televisión. En consecuencia, en el caso de las redes sociales, se pide que sus perfiles públicos sean claramente identificables, con una foto o descripción que deje claro que se trata de una persona consagrada o sacerdote.
Un segundo aspecto del Decreto establece que cualquier colaboración continuada con los medios de comunicación por parte de personas ordenadas o consagradas debe ser confirmada por el obispo. Evidentemente, el documento no establece ninguna “censura” sobre los posts publicados en las redes sociales. La noticia de que ahora se está controlando -no sabemos por quién- todo lo que los sacerdotes y consagrados publican en las redes sociales es falsa.
Desde el punto de vista de un comunicador de la Iglesia, ¿qué utilidad tiene esta iniciativa?
—Pensando en la realidad polaca, tenemos cuarenta diócesis, algunas con su propia legislación, sobre las relaciones de los sacerdotes con los medios de comunicación. Cada provincia también puede establecer sus propias normas al respecto. Quizá la idea del documento sea introducir una norma en todo el país.
Por ejemplo, como portavoz de la archidiócesis de Varsovia puedo confirmar que no tenemos un documento propio que establezca normas sobre la relación de sacerdotes y religiosos con los medios de comunicación. Simplemente nos dedicamos al aspecto educativo de la cuestión desde la formación en el seminario. Yo mismo llevo más de diez años formando a seminaristas en los medios de comunicación. Estas “reglas” son claras y todos los sacerdotes las consideran normales a estas alturas. Además, si surgieran problemas, su raíz no estaría directamente relacionada con la falta de un “documento”, sino que tendría causas más profundas.
La propia Conferencia Episcopal Polaca ya había publicado un texto similar en 2004, que se limitaba únicamente a los medios tradicionales. ¿Cuáles son ahora los cambios reales?
—Tras la publicación del Decreto, hubo un debate general que hizo temer nuevas restricciones. En cualquier caso, este “nuevo documento” se creó para sustituir al anterior de 2004. De hecho, lo complementa continuando su lógica. Añade, por supuesto, la proyección y el impacto de la presencia de religiosos y sacerdotes en los medios sociales, que entonces no existía.
¿Cree que este Documento podría ser también de alguna utilidad para otras Conferencias Episcopales?
—Antes de responder, me gustaría hacer una aclaración. Puede haber tres tipos de documentos sobre esta cuestión: el primero, de carácter legislativo; el segundo, de carácter formativo; el tercero, sobre la estrategia de comunicación de la Iglesia en relación con los medios de comunicación.
En mi opinión, debe quedar claro que el carácter de este documento puede parecer legislativo en la forma, pero en el contenido tiene un carácter formativo. Por ello, llamo la atención sobre la necesidad de preparar una cuidada estrategia, en cada país, en relación a la presencia de la Iglesia y de sus representantes en los medios de comunicación, evidentemente adaptada a los tiempos actuales.
¿Algo más que añadir?
—Este nuevo decreto general ha tenido el mérito, más allá de las reacciones que ha suscitado, al menos en Polonia, de hacernos caer en la cuenta de que ya no podemos prescindir de cuidar la comunicación, y de que los medios sociales no son algo lúdico o transitorio, sino una realidad concreta de nuestra existencia, que debemos usar con el justo discernimiento y actuar con la debida preparación.