Thierry Bonaventura es el responsable de comunicación del Sínodo de los Obispos 2021-2023.
En este mes de junio está prevista la publicación del Instrumentum laboris para la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en Roma del 4 al 29 de octubre de 2023. Un camino comenzado hace más de dos años que ha implicado a muchas personas de la realidad eclesial en diferentes etapas, primero locales y después internacionales.
Una movilización en la que ha jugado un papel esencial la comunicación, ya que ha permitido que se impliquen el mayor número posible de personas, manifestación del pueblo de Dios. En esta entrevista con Omnes, Thierry Bonaventura, responsable de comunicación del Sínodo, nos cuenta de primera mano lo que ha supuesto a nivel mundial este largo camino sinodal iniciado por el Papa Francisco.
Dentro de unos meses comenzarán los trabajos de la primera sesión de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo, un viaje que comenzó en 2021. ¿Qué ha supuesto para usted gestionar comunicativamente todo este proceso?
—Me vienen a la mente estas palabras: el proceso ha sido un desafío, pero sobre todo un regalo. Llegué a la Secretaría General del Sínodo en agosto de 2021, es decir, dos meses antes de la apertura oficial del proceso sinodal. Como la mayor parte de los fieles, apenas conocía el Sínodo ni la sinodalidad. Tuve que enfrentarme a un entorno nuevo, tanto grande como complejo: el Vaticano, con sus estructuras y procedimientos internos, a veces complicados. Me propuse hacer tangible y coherente la invitación del Papa Francisco a promover una Iglesia abierta a la escucha, cercana, como el buen samaritano, a los sufrimientos de este mundo, a las personas distantes o indiferentes al mensaje de salvación de Cristo. De alguna manera tenía que contribuir a dar una nueva imagen a una estructura de la Iglesia que la gente percibe como un poco distante.
Suponemos que contaba con el apoyo de sus superiores…
—Agradezco haber tenido un secretario general detrás de algunas de mis ideas, que siempre me ha apoyado. Eso marcó la diferencia. Desde entonces, ¡nunca he parado! Ha habido muchas reuniones, han aumentado los retos, pero también las satisfacciones, que luego han influido en mi labor de comunicación. Pondré un ejemplo concreto.
El Papa había abierto el proceso sinodal el 10 de octubre y había pedido a todas las diócesis del mundo que iniciaran el proceso, marcando el comienzo con una celebración diocesana. Ante mi falta de preparación, tuve la intuición de difundir un número de WhatsApp a través de un boletín que acababa de abrir. Recibí cientos de mensajes con fotos, breves testimonios, homilías u otros materiales, algunos de altísima calidad, preparados directamente por las diócesis. De ahí surgió la idea de crear el portal synodresources.org, donde reunir toda esa información.
Ahí me di cuenta de que mi forma de comunicar solo podía ser participativa, realizada no para sino junto con los colegas de las conferencias episcopales, diócesis, parroquias, asociaciones, congregaciones religiosas…
¿Cómo hacer frente a la perplejidad de quienes se esfuerzan por comprender el verdadero sentido del Sínodo?
—Durante mucho tiempo, el Sínodo de los Obispos se ha percibido como una realidad lejana, prerrogativa de los obispos, que trataba temas ciertamente muy importantes, pero que no siempre eran vividos por el pueblo llano con la misma urgencia que la de los llamados “iniciados”. A menudo, el Sínodo se reducía al documento de trabajo, la celebración del evento y la espera de un documento final del Papa, conocido como Exhortación postsinodal.
El Papa Francisco ha querido devolver a toda la Iglesia este importante instrumento de discernimiento. Ya con las dos asambleas especiales sobre la familia invitó a los fieles a participar mediante el envío de un formulario. En 2018, con la constitución apostólica Episcopalis Communio, actualizó el modo de realizar el Sínodo: de ser un evento, ha pasado a ser un proceso en el cual es importante implicar a todo el pueblo de Dios que forma la Iglesia.
Esta amplia participación del pueblo de Dios, del que también son expresión los obispos, no es en realidad más que el desarrollo natural de la eclesiología del pueblo de Dios del Concilio Vaticano II, un tanto apagada por una eclesiología que entendía la comunión en la Iglesia principalmente como comunión jerárquica. Pero por otra parte no hay que olvidar que ya el clarividente san Pablo VI había sugerido una evolución de la estructura en el momento mismo de constituirla.
No faltaron las críticas e incomprensiones durante todo el transcurso de los preparativos. ¿Cómo gestionó todo esto?
—Con respeto, seriedad y caridad. El Papa Francisco ha pedido que se escuche a todos y así lo hemos hecho. Hemos escuchado a los que participan activamente en la vida de la Iglesia, pero también a los que se han alejado por diferentes motivos. Hemos escuchado también los silencios de quienes no se han sentido interpelados y de los que no se han querido implicar en el proceso sinodal. Creo que las personas hoy en día tienen necesidad de una Iglesia auténtica, y como secretaría del Sínodo nos hemos esforzado en ser auténticos escuchando también las críticas, las incomprensiones, los miedos de personas o grupos.
Todas estas opiniones deben tomarse en serio. Son fundamentales para el proceso sinodal. Me asustaría que no hubiese debate ni incomprensiones, porque eso no mostraría el rostro de una Iglesia viva. A nivel comunicativo nunca he cerrado una puerta a un colega crítico con el proceso, porque creo en el diálogo. Lo importante es que las personas escépticas o críticas con el proceso demuestran realmente la voluntad de comprender, de caminar juntos. Estoy completamente convencido de que, independientemente de mis argumentos o mis convicciones, el verdadero protagonista de este proceso es el Espíritu Santo. Él será quien permita una conversión progresiva del corazón de mi interlocutor.
Para mí, esta debería ser la actitud de aquellos que tienen la tarea de llevar a cabo la comunicación de la Iglesia desde un punto de vista institucional: ser verdadero y auténtico, hacer y dar lo mejor de uno mismo para ayudar ante todo a los colegas periodistas a hacer mejor su trabajo.
¿Cuál es el aire que se respira entre bastidores de una “máquina” que ha movilizado y movilizará a miles de personas, que representaban de hecho esa verdadera escucha del pueblo de Dios deseada por el Papa Francisco?
—Mucho entusiasmo, emoción, pero también un poco de inquietud. Creo que en muchas de las personas de la secretaría o de las comisiones que trabajan con nosotros percibimos un gran entusiasmo acompañado de un sentimiento de gratitud, porque somos conscientes de que estamos viviendo algo especial, histórico, en la vida de la Iglesia.
No solo la reflexión, sino también la práctica de la sinodalidad en el seno de la Iglesia se está volviendo cada vez mayor, así como la comprensión de este Sínodo, sobre este tema, tan difícil de comprender para los que no dominan la eclesiología. Es evidente que ahora las cuestiones organizativas ocupan gran parte de nuestro tiempo, pero no se trata solo de eso.
Queremos de hecho trabajar lo mejor posible para ofrecer una buena acogida a los participantes, los numerosos grupos diocesanos, parroquiales, asociaciones o congregaciones religiosas que nos están pidiendo cómo ser parte activa del encuentro del octubre próximo. Hay, en resumen, un gran deseo de poner en práctica la sinodalidad, la escucha recíproca, trabajar y tomar juntos las decisiones para el bien de la Iglesia.
¿Ve algún riesgo?
—El riesgo sería no conseguir hacer entender que el Sínodo no es sobre una cuestión específica, sino sobre la Iglesia como sínodo y de cuáles son los pasos que hay que dar para vivir mejor la comunión y compartir la misión de anunciar a Cristo y construir el Reino de Dios mediante la participación de todos. El juicio sobre el evento debe depender de esto y no de la resolución de una cuestión determinada.
¿Cuáles son ahora los pasos más inmediatos hacia la celebración de la Asamblea?
—Ante todo, la publicación del Instrumentum Laboris, que significa la entrega al pueblo de Dios del documento que servirá para la preparación y discusión de los participantes en la Asamblea. Y después la publicación de la lista de los participantes, que permitirá crear vínculos entre el pueblo de Dios y los obispos llamados a representarlo.