Una nueva pieza se añade al espíritu general de despertar en la Iglesia «el entusiasmo personal de cada bautizado». Tras el «motu proprio» con el que hace apenas cuatro meses el Papa Francisco abría también a las mujeres, en virtud de su bautismo, la posibilidad de acceder a los ministerios del lectorado y del acolitado -modificando el canon 230 del Código de Derecho Canónico con la carta Spiritus Domini del 10 de enero de 2021-, hoy instituye el «ministerio laical de catequista» con la Carta Apostólica Antiquum ministerium.
Como se desprende del propio título, es algo reconocido en la Iglesia desde los primeros tiempos. Un camino que hoy llega a su madurez dada la urgencia «por la renovada conciencia de la evangelización en el mundo contemporáneo», que el Santo Padre ya había destacado oportunamente en su «documento programático» Evangelii gaudium en 2013.
Implicar a los laicos
Leyendo el nuevo «motu proprio» se vislumbra un despliegue de razones que han conducido a la decisión del Pontífice, que evidentemente encuentran una sólida base de discusión y motivación en el Concilio Vaticano II, que en no pocos documentos había pedido la participación directa de los laicos «según las diversas formas en que puede expresarse su carisma».
Obviamente, le correspondió a Pablo VI comenzar a sedimentar esta conciencia en la Iglesia del último medio siglo, como explica el Papa Francisco en su documento, sabiendo perfectamente que toda esta implicación de los laicos está orientada a imprimir «mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización» (Antiquum ministerium, 7).
Fuerte valor vocacional
Hoy el Papa Francisco imparte a este ministerio histórico, aunque nunca formalizado hasta ahora a través de un Rito de Institución -que será publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos- un «fuerte valor vocacional», dejando a los Obispos el debido discernimiento sobre a quién asignar este servicio que, en cuyo caso, pasa a ser estable.
Hay un pasaje de la Carta Apostólica que sugiere que en el trasfondo de esta decisión podría haber estado -quizá incluso un poco inconscientemente- la reciente experiencia del Sínodo sobre la Amazonia, en particular cuando destaca, en el n. 3, esa multitud de hombres y mujeres que «animados por una gran fe y auténticos testigos de santidad» a lo largo de los años han fundado Iglesias, «y llegaron incluso a dar su vida», o que todavía en nuestros días «están al frente de comunidades en diversas regiones», llevando a cabo «una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe».
También se puede entender mejor, de este modo, el enfoque con el que el Papa Francisco decidió llegar a esta institución: «fidelidad al pasado y responsabilidad por el presente» (n. 5), con la única intención de reavivar la misión de la Iglesia en el mundo, pudiendo contar con testigos creíbles, activos y disponibles en la vida de la comunidad y adecuadamente formados.
Custodio de la memoria de Dios
Ya a los pocos meses de su toma de posesión el Papa Francisco había ofrecido un retrato del catequista, en la Misa celebrada con motivo de la Jornada de los Catequistas en el Año de la Fe (29 de septiembre de 2013): el catequista «es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás».
Una actitud que «compromete toda la vida», que sólo puede funcionar a través de una relación vital con Dios y el prójimo: «si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné«, de paciencia, de perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia».
Sembradores de esperanza y alegría
En el Jubileo de los Catequistas, en el Año Extraordinario de la Misericordia, el 25 de septiembre de 2016, el Papa había hablado de los sembradores de la esperanza y la alegría, con visión amplia, aprendiendo a mirar más allá de los problemas, siempre en cercanía con el prójimo: «ante los muchos Lázaros que vemos, estamos llamados a inquietarnos, a buscar caminos para encontrar y ayudar, sin delegar siempre en otros.»
La importancia del primer anuncio
En 2018, en un videomensaje dirigido a los participantes en la Conferencia Internacional de Catequistas promovida por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el Pontífice destacó la importancia del «primer anuncio» que hace hoy un catequista en un «contexto de indiferencia religiosa», que aunque sea de forma inconsciente puede llegar «a tocar el corazón y la mente de muchas personas que están a la espera de encontrar a Cristo.»
Esto significa que la catequesis no debe entenderse como una lección, sino como «la comunicación de una experiencia y el testimonio de una fe que enciende los corazones» porque encuentra su savia en la liturgia y los sacramentos.
Vanguardia de la Iglesia
La última ocasión en la que el Papa se refirió a los catequistas fue el pasado 30 de enero, en la Audiencia concedida en la Sala Clementina a los participantes en un encuentro promovido por la Oficina Nacional de Catequesis de la Conferencia Episcopal Italiana. Aquí habló de la catequesis como «la vanguardia de la Iglesia», que desempeñan «la tarea de leer los signos de los tiempos y de acoger los desafíos presentes y futuros», aprendiendo a escuchar las preguntas, las fragilidades y las incertidumbres de la gente, siempre en una dimensión comunitaria.
Y el hecho de que hoy el ministerio de catequista se haya convertido en algo estable y formalmente instituido, con el acompañamiento de los pastores y a través de un proceso formativo, va precisamente en la dirección de reavivar el entusiasmo apostólico en las pequeñas y grandes comunidades.