Vaticano

«El Espíritu Santo nos empuja a entrar en el desierto»

El Papa Francisco ha recordado en el Angelus de este domingo que la gracia de Dios nos asegura la victoria sobre el enemigo.

David Fernández Alonso·21 de febrero de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos
angelus Papa Francisco

En el primer domingo de Cuaresma, el Papa Francisco ha tenido su habitual oración del Angelus desde la ventana del Palacio Apostólico, dirigiéndose a los fieles que se habían podido acercar a la Plaza de San Pedro.

En esta ocasión, el Santo Padre ha comenzado haciendo referencia al inicio de la Cuaresma, «con el rito penitencial de la ceniza, iniciamos el camino de la Cuaresma. Hoy, primer domingo de este tiempo litúrgico, la Palabra de Dios nos indica el camino para vivir fructuosamente los cuarenta días que conducen a la celebración anual de la Pascua».

Cuarenta días

Los cuarenta días hasta la Pascua, recordó Francisco, «es el camino recorrido por Jesús, que el Evangelio, en el estilo esencial de Marcos, resume diciendo que Él, antes de comenzar su predicación, se retiró durante cuarenta días al desierto, donde fue tentado por Satanás (cf. 1,12-15). El evangelista subraya que «el Espíritu empuja a Jesús al desierto» (v. 12).

Como debe ser la nuestra, «toda la existencia de Jesús se pone bajo el signo del Espíritu de Dios, que lo anima, lo inspira y lo guía».

El desierto: natural y simbólico

El Papa ha querido detenerse en la idea del desierto: «Detengámonos un momento en este entorno, natural y simbólico, tan importante en la Biblia. El desierto es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la respuesta de la oración. Pero es también el lugar de la prueba y la tentación, donde el Tentador, aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, insinúa su voz engañosa, alternativa a la de Dios. Efectivamente, durante los cuarenta días vividos por Jesús en el desierto, comienza el «duelo» entre Jesús y el diablo, que terminará con la Pasión y la Cruz».

La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo.

De este modo, continúa Francisco, «todo el ministerio de Cristo es una lucha contra el Maligno en sus múltiples manifestaciones: curaciones de enfermedades, exorcismos de los endemoniados, perdón de los pecados. Después de la primera fase en la que Jesús demuestra que habla y actúa con el poder de Dios, parece que el diablo prevalezca cuando el Hijo de Dios es rechazado, abandonado y finalmente capturado y condenado a muerte. En realidad, la muerte era el último «desierto» a atravesar para derrotar definitivamente a Satanás y liberarnos a todos de su poder».

Una batalla contra el mal

Este tiempo litúrgico, con el Evangelio de este domingo, de las tentaciones de Jesús en el desierto «nos recuerda que la vida del cristiano, tras las huellas del Señor, es una batalla contra el espíritu del mal. Nos muestra que Jesús se enfrentó voluntariamente al Tentador y lo venció; y al mismo tiempo nos recuerda que al diablo se le concede la posibilidad de actuar también sobre nosotros con sus tentaciones.

«Debemos ser conscientes de la presencia de este enemigo astuto, interesado en nuestra condena eterna, en nuestro fracaso, y prepararnos para defendernos de él y combatirlo. La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo. En el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto. No se trata -como hemos visto- de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, «para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión» (Oración colecta 1er Domingo de Cuaresma B).

Por último, concluía Francisco, «estamos llamados a caminar por las sendas de Dios, renovando las promesas de nuestro bautismo: renunciar a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones. Nos encomendamos a la intercesión maternal de la Virgen María».

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