«Un viaje de encuentro porque el objetivo era precisamente estar en diálogo interreligioso con el Islam y ecuménico con Bartolomé. Las ideas expuestas por el gran Imam de al Azhar iban en la dirección de buscar la unidad dentro del Islam, respetando las diferencias, y la unidad con los cristianos y otras religiones».
En su vuelo de regreso de Bahrein, respondiendo a las preguntas de los periodistas, el Papa Francisco hizo un balance del viaje apostólico que concluyó el domingo 6 de noviembre.
Un viaje nacido del Documento de Abu Dhabi, cuya génesis reconstruye Bergoglio, contando que al final de una audiencia en el Vaticano del gran imán de Al Azhar le invitó a comer «y sentados a la mesa tomamos el pan, lo partimos y nos lo dimos». Fue un almuerzo fraternal y al final nació la idea del Documento de Hermandad Humana firmado en 2019. Fue una cosa de Dios, que salió de un almuerzo amistoso’.
El texto, revela el Pontífice, «fue para mí la base de la Hermandad Humana. Creo que no se puede pensar en un camino así sin una bendición especial del Señor en este camino».
Ya hemos dado cuenta de las conclusiones del Foro sobre el diálogo con los líderes de las distintas confesiones.
Recordemos ahora otros momentos destacados de la visita: el abrazo a la comunidad católica con la misa presidida por Francisco en el Estadio Nacional de Bahrein, el encuentro con los jóvenes en la Escuela del Sagrado Corazón y, por último, con los obispos, el clero local, los consagrados, los seminaristas y los agentes de pastoral.
«La fe no es un privilegio sino un don que compartir»
A la entrada de la catedral de Nuestra Señora de Arabia para el encuentro ecuménico y la oración por la paz, dio la bienvenida al Papa Mons. Paul Hinder, administrador apostólico del vicariato apostólico de Arabia del Norte. Aquí, en presencia de representantes de otras confesiones cristianas, el Pontífice expresó su conciencia de que «lo que nos une supera con creces lo que nos separa y que, cuanto más caminemos según el Espíritu, más nos llevará a desear y, con la ayuda de Dios, a restablecer la plena unidad entre nosotros».
De ahí la invitación a dar testimonio. «El nuestro, en efecto, no es tanto un discurso de palabras, sino un testimonio que hay que mostrar con hechos; la fe no es un privilegio que hay que reclamar, sino un don que hay que compartir». Por último, el «distintivo cristiano, la esencia del testimonio»: amar a todos.
En el tercer día del viaje apostólico, Francisco celebró una misa por la mañana en el Estadio Nacional de Bahrein. Por la tarde, se reunió con unos 800 jóvenes en el Colegio del Sagrado Corazón, dirigiéndoles tres invitaciones: «no tanto para enseñaros algo, como para animaros».
«Abracen la cultura del cuidado -comenzó el Papa- en primer lugar de ustedes mismos: no tanto del exterior, sino del interior, de la parte más oculta y preciosa de ustedes, de su alma, de su corazón». La cultura del cuidado, pues, como «antídoto contra un mundo cerrado e impregnado de individualismo, preso de la tristeza, que genera indiferencia y soledad».
Porque si no aprendemos a cuidar de lo que nos rodea -de los demás, de la ciudad, de la sociedad, de la creación- acabamos pasando la vida como los que corren, se afanan, hacen muchas cosas, pero, al final, se quedan tristes y solos porque nunca han probado del todo la alegría de la amistad y la gratuidad». La segunda invitación: sembrad fraternidad y «seréis segadores del futuro, porque el mundo sólo tendrá futuro en la fraternidad». Estar cerca de todos, sin hacer diferencias porque «las palabras no bastan: hacen falta gestos concretos realizados a diario».
Finalmente, la última invitación, a tomar decisiones en la vida. «Como ante una encrucijada», subrayó, «hay que elegir, implicarse, arriesgar, decidir. Pero esto requiere una buena estrategia: ¡no se puede improvisar, vivir sólo por instinto o sólo de forma improvisada! Pero, ¿cómo entrenar la «capacidad de elegir», la creatividad, el valor, la tenacidad? ¿Cómo agudizar la mirada interior, aprender a juzgar las situaciones, a captar lo esencial?». En la «oración silenciosa», confiando en la presencia constante de Dios que «no te deja solo, dispuesto a echarte una mano cuando se lo pidas». Nos acompaña y nos guía. No con maravillas y milagros, sino hablando suavemente a través de nuestros pensamientos y sentimientos».
«Lo esencial para el cristiano es saber amar como Cristo»
Por la mañana, el Papa se reunió con la comunidad católica en la Misa por la Paz y la Justicia en el Estadio Nacional de Bahrein. Estuvieron presentes unas 30.000 personas procedentes de los cuatro países del Vicariato Apostólico de Arabia del Norte -Bahréin, Kuwait, Qatar y Arabia Saudí-, pero también de otros países del Golfo y de otros territorios.
En su homilía, Francisco apuntó alto invitando a los fieles a reflexionar sobre la fuerza de Cristo: el amor, exhortando a todos a «amar en su nombre, a amar como Él ha amado». Y lo que Cristo propone «no es un amor sentimental y romántico» -explicó el Papa- sino concreto y realista porque «habla explícitamente de los malos y de los enemigos». Y la paz no puede restablecerse -afirmó el Pontífice- si a una palabra mala se responde con otra aún más mala, si a una bofetada le sigue otra: no, «es necesario «desactivar», romper la cadena del mal, romper la espiral de la violencia, dejar de rumiar el resentimiento, dejar de quejarse y compadecerse». Pero el amor no es suficiente «si lo limitamos a la estrecha esfera de aquellos de quienes recibimos tanto amor».
El verdadero desafío, para ser hijos del Padre y construir un mundo de hermanos, es aprender a amar a todos, incluso al enemigo, y esto «significa traer a la tierra el reflejo del Cielo», añadió, «es hacer descender sobre el mundo la mirada y el corazón del Padre, que no hace distinciones, no discrimina».
Y esta capacidad -concluyó- no puede ser sólo fruto de nuestro esfuerzo, es ante todo una gracia» que hay que pedir a Dios, porque muchas veces llevamos muchas peticiones al Señor, pero esto es lo esencial para el cristiano, saber amar como Cristo. Amar es el mayor regalo».
La última parada fue la visita, en la mañana del domingo 6 de noviembre, a la iglesia del Sagrado Corazón de Manama, la más antigua del país, fundada en 1939. El Papa se reunió con los agentes de pastoral, que le dieron una cálida bienvenida.
Les instó a «construir con firmeza el Reino de Dios en el que el amor, la justicia y la paz se oponen a toda forma de egoísmo, violencia y degradación». A continuación, se detuvo en el servicio entre las mujeres presas, en las cárceles, realizado por las monjas.
Ante el Ministro de Justicia bahreiní, presente en la reunión como representante del gobierno, el Papa recordó: «Cuidar a los presos es bueno para todos, como comunidad humana, porque es por cómo se trata a los últimos que se mide la dignidad y la esperanza de una sociedad».
Por último, agradeció al Rey la magnífica acogida que le había dispensado en los últimos días, así como a quienes habían organizado la visita. En un salón del complejo del Sagrado Corazón, recibió a algunos fieles de otras partes de la región del Golfo como último acto del viaje, agradeciéndoles su testimonio.
De regreso a Roma tras acompañar al Papa Francisco al país del Golfo, Miguel Ángel Ayuso Guixot, cardenal prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, expresó su satisfacción por la continuidad de las relaciones entre musulmanes y cristianos y la importancia del diálogo como «habilidad existencial». Una oportunidad de encuentro en un mundo en conflicto: «Diálogo, respeto mutuo, fraternidad y paz». Si realmente queremos caminar por los senderos de la paz, debemos seguir promoviendo estos aspectos».