Vaticano

Papa Francisco: ¡Los ancianos llenos de humor hacen mucho bien!

Desde el pasado mes de febrero el Papa Francisco dedica la catequesis de los miércoles a reflexionar sobre la vejez. En el día de hoy ha meditado un texto del libro del Eclesiastés convocando a los más mayores a asumir un papel protagonista en nuestra sociedad. 

Javier García Herrería·25 de mayo de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos
Papa Francisco ancianos

Foto: El Papa durante la audiencia del 25 de mayo 2022. © CNS photo/Paul Haring

A nadie sorprende el crecimiento de la cultura del descarte con las generaciones más longevas. Por eso, es llamativo que el Papa confíe a los ancianos la tarea de ser luz y sabiduría para los demás. Uno podría pensar que los mensajes del Papa a los mayores serían de complacencia y victimismo. A pesar de que la sociedad no cuenta con ellos, Francisco les invita a salir del derrotismo y la zona de confort.

Comenzaba sus palabras señalando cómo “este breve libro impresiona y deja desconcertado por su famoso estribillo: «Todo es vanidad», todo es “niebla”, “humo”, “vacío”. Sorprende encontrar estas expresiones, que cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura. En realidad, la oscilación continua de Qohélet entre el sentido y el sinsentido es la representación irónica de un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, de la que el juicio de Dios es garante”.

En un mundo en el que el paradigma del crecimiento económico parece gobernarlo todo, el Papa se pregunta: “¿Nuestros esfuerzos han cambiado el mundo? ¿Alguien quizá es capaz de hacer valer la diferencia entre lo justo y lo injusto? Es una especie de intuición negativa que puede presentarse en cada etapa de la vida, pero no hay duda de que la vejez hace casi inevitable el encuentro con el desencanto.

Y por tanto la resistencia de la vejez a los efectos desmoralizantes de este desencanto es decisiva: si los ancianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la fe. Y para el mundo contemporáneo se ha vuelto crucial el paso a través de esta crisis, crisis saludable, porque una cultura que presume de medir todo y manipular todo termina por producir también una desmoralización colectiva del sentido, del amor, del bien. Esta desmoralización quita el deseo de hacer”. 

El valor de la ancianidad

Como se ve, Francisco hace una lectura esperanzadora de la situación presente, a la que no le faltan problemas y sin sabores. Reconoce cómo pese a “todo nuestro progreso y bienestar, nos hemos convertido verdaderamente en una “sociedad del cansancio”. Teníamos que producir bienestar generalizado y toleramos un mercado sanitario científicamente selectivo. Teníamos que poner un límite infranqueable a la paz, y vemos sucesión de guerras cada vez más despiadadas contra personas indefensas. La ciencia progresa, naturalmente, y es un bien. Pero la sabiduría de la vida es otra cosa, y parece estancada. 

La verdadera sabiduría no parece que haya sido algo generalizado en ninguna época, pero ahora estamos en la de la desinformación. “No es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las supersticiones colectivas y las verdades pseudo-científicas. La vejez puede aprender de la sabiduría irónica de Qohélet el arte de sacar a la luz el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente desprovista de afectos por la justicia. ¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los jóvenes! Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin sabiduría. Y los devuelven a la promesa de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5, 6). 

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