Dos grandes sueños, el de la unidad y el de la paz para Europa. El Papa Francisco así lo ha confiado en la audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), que ha renovado recientemente sus órganos.
Sueños que ya pertenecían a los «padres fundadores«, valores inspiradores del «proyecto-Europa» que volverán a ser horizonte y punto de referencia para los próximos años.
En particular -el Pontífice fue implacable- es decisiva la «unidad», no entendida como uniformidad u homologación, sino como elemento que «respeta y valora las singularidades, las peculiaridades de los pueblos y de las culturas».
La riqueza de Europa, de hecho, «reside en la convergencia de diferentes fuentes de pensamiento y experiencias históricas» y el continente tendrá futuro si es capaz de ser «verdaderamente unión y no reducción de países con sus respectivas características». En definitiva, «unidad en la diversidad», como ha repetido a menudo el Santo Padre, para evitar que prevalezca la burocracia o el paradigma tecnocrático, elementos que no entusiasman a la gente y menos aún atraen a las nuevas generaciones.
Leer los signos de los tiempos
En este desafío, sigue siendo central el papel de la inspiración cristiana, por lo que la Iglesia está llamada a participar en este renacimiento formando personas que «leyendo los signos de los tiempos, sepan interpretar el proyecto europeo en la historia de hoy».
Un tiempo, el de hoy, en el que salvaguardar la paz sigue siendo central. Y mientras continúa el dramático conflicto en Ucrania, es necesario flanquear las múltiples expresiones de solidaridad, ejercidas por ejemplo en la acogida a los refugiados, con un «compromiso cohesionado por la paz», conscientes de que «la guerra no puede ni debe considerarse ya como una solución a los conflictos», como escribió el propio Papa Francisco en Fratelli tutti. Además, «si los países de la Europa actual no comparten este principio ético-político, significa que se han alejado del sueño original».
Valores y contribución profesional
Por lo demás, deben estar a la altura del compromiso a pesar de la fatiga y la complejidad que entraña la situación histórica que vivimos actualmente. En este sentido, la Comisión de las Conferencias Episcopales de todo el continente europeo debe aportar su «valor y contribución profesional», con profecía, clarividencia y creatividad. Una obra para la paz», concluyó el Papa, donde «se necesitan tanto arquitectos como artesanos»; es más, donde un verdadero constructor es ambas cosas.
La COMECE es un organismo creado en 1980, reconocido por la Santa Sede, que reúne a los obispos europeos para las instancias que conciernen a la política y a la legislación de la Unión Europea, que no debe confundirse con el CCEE, que es en cambio el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas.
Nueva presidencia
La Asamblea General celebrada hace unos días para elegir a los nuevos miembros del Comité Permanente, eligió como Presidente al obispo italiano Mariano Crociata, hasta ahora Secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, que sustituye al cardenal Jean Claude Hollerich al final de su mandato de cinco años, y entre otras cosas Relator General del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad.
Como Vicepresidentes fueron elegidos Mons. Rimantas Norvila, obispo de Lituania; Nuno Bras da Silva Martins, obispo de Portugal; y Czeslaw Kozon, delegado de los obispos de los países escandinavos.
En su saludo al Pontífice, el recién elegido Presidente reiteró el compromiso de la Comisión en favor de los sectores más débiles de la sociedad, con especial atención al drama de las migraciones y las peticiones de asilo, así como la atención a la ecología integral y la cuestión de la libertad religiosa.
El 20 de marzo, Comece había firmado también un memorándum de entendimiento con la Federación de Asociaciones Familiares Católicas de Europa (Fafce), presidida por el abogado italiano Vincenzo Bassi, para reforzar la cooperación en el ámbito de las políticas familiares a nivel europeo.