En la represión de las manifestaciones, varios jóvenes católicos cubanos fueron detenidos. Entre ellos destacan Isabel María Amador Pardías y Karem del Pilar Refeca Remón, en Bayamo. miembros de la pastoral juvenil; Serguis González Pérez, hijo del diácono Sergio González de la iglesia de San Nicolás de Bari en Mayabeque; Evelio Bacaro, ecónomo y organista de la misma iglesia; Jonathan E. Porto Dilut, de 24 años y miembro del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) arrestado en Palma Soriano; Neife Rigau, joven católica que participa en la pastoral, diseñadora del medio independiente La Hora de Cuba, fue arrestada el 11 de julio junto al periodista Henry Constantín y la fotógrafa Iris Mariño. En cuanto al clero, fue detenido el Padre Cástor Álvarez Devesa, sacerdote de la archidiócesis de Camagüey, que fue golpeado y el seminarista Rafael Cruz. El pronto eco de los medios de comunicación internacionales propició que a los pocos días fuesen enviados a sus casas.
Ellos son una muestra que nos recuerda los acontecimientos de hace algo más de tres décadas. En 1989 el comunismo fue derruido en Europa gracias al liderazgo de san Juan Pablo II y su enseñanza sobre la defensa de la dignidad humana frente a cualquier totalitarismo que amenazase nuestra condición libre de hijos de Dios. Las enseñanzas del Papa polaco no hablaron nunca de política, sino que se centraron en resaltar y comunicar que era ser persona en su auténtica realidad, libres para optar por el bien, y herederos de una dignidad que ningún movimiento totalitario pudiese herir ni controlar. La Iglesia católica en Cuba es fiel reflejo de aquel movimiento que hizo derrumbarse los muros y recuperar la soberanía y la libertad de los europeos del otro lado del telón de acero. Por esta causa, los miembros de la Iglesia son sembradores de paz, pero no sordos al dolor del pueblo. La represión que sufren habitualmente los católicos tiene su clave en la defensa de la dignidad humana, que los convierte en testigos incómodos y dinamizadores de preguntas a unas autoridades, que únicamente se muestran favorables a mantenerse en el poder, eliminando la disidencia.
Los Obispos de Cuba, en un comunicado del 12 de julio escribieron: “La violencia engendra violencia, la agresividad de hoy abre heridas y alimenta rencores para mañana que costará mucho superar, por eso invitamos a todos a no incentivar la situación de crisis, sino con serenidad de espíritu y buena voluntad, ejercitar la escucha, la comprensión y la actitud de tolerancia, que tenga en cuenta y respete al otro para juntos buscar caminos de una justa y adecuada solución”.
Los obispos hispanoamericanos del Consejo Episcopal Latinoamericano, a través de su presidente, Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, hicieron llegar su solidaridad al episcopado cubano, con las siguientes palabras: “Desde el Consejo Episcopal Latinoamericano nos unimos a su llamado para que la respuesta a los reclamos de la población no sea el inmovilismo que contribuya a dar continuidad a los problemas, sin resolverlos, ni el endurecimiento de posiciones que pudieran dañar a todos”.
La isla caribeña ya tuvo su primera “primavera negra” en el 2003, cuando 75 defensores de los derechos humanos fueron condenados a duras penas de cárcel. La causa era haber participado como organizadores del Proyecto Varela junto a Oswaldo Payá, quien organizó el Proyecto Varela, amparado por la constitución cubana, que le permitía recolectar las firmas necesarias para presentar al gobierno una solicitud de cambios en la legislación. Las 11.000 firmas fueron presentadas y visualizaron la fuerza organizativa que tenía la organización política fundada en clandestinidad por Oswaldo Payá, el MCL que nunca fue una organización confesional pero sus principios de basan en la doctrina social de la Iglesia y el mensaje liberador del Evangelio. Sus principales dirigentes fueron expulsados de la isla, y en el 2012 Oswaldo Payá y Haroldo Cepedo murieron en un extraño accidente de automóvil que sigue sin esclarecerse. Su hija Rosa Mª Payá prosigue la lucha desde Cuba Decide, en un exilio que reúne sólo en Estados Unidos a 2,5 millones de cubanoestadounidenses, en un 65 % en Florida.
En el pasado la fuerte represión comunista detenía a los disidentes antes de que pudiesen transformarse en un peligro real, al no poder propagar de forma conveniente sus ideas. Sin embargo, en la actualidad, el turismo, única industria real de la isla, acercó la realidad del resto del mundo a Cuba, una rama de la economía hundida en la actualidad a causa del covid-19. La emigración económica proporciona apoyo y noticias, y ya no dependen de los canales controlados por las autoridades. Las nuevas tecnologías han dado acceso a pequeños móviles, que ha proporcionado a la nueva generación cubana, la posibilidad de conectarse con el mundo fuera de la isla y organizarse sin ser detectados. En el 2003 fueron docenas de activistas, en el 2021 es el pueblo entero el que ha salido a la calle a pedir que la isla deje de ser una cárcel para sus habitantes. Incluso los bardos del régimen de antaño, los antiguos privilegiados de Fidel, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, se suman al grito del pueblo contra el regimen comunista.
Profesor titular, Universidad CEU San Pablo