Las relaciones entre las autoridades católicas y calvinistas son excelentes en Suiza, un país en el que se vive de una manera especial el respeto de todo tipo de creencias y culturas. En este contexto, han tenido lugar en meses pasados unas conversaciones entre l’abbé Pascal Desthieux, vicario episcopal de Ginebra, y las autoridades calvinistas, en las que se acordó celebrar en la catedral de San Pedro una Misa el día 29 de febrero. Ciertamente es una gran noticia para los católicos.
Será la primera Misa después de aquel 8 de agosto de 1935 en el que se suspendió la celebración eucarística, y en ella concelebraremos muchos sacerdotes. El presidente de la Iglesia protestante de Ginebra, el pastor Emmanuel Fuchs, dirá unas palabras de acogida y la ceremonia será presidida por Pascal Desthieux. La Iglesia en Ginebra pertenece a la diócesis de Friburgo-Lausana-Ginebra y Neuchâtel, con sede episcopal en el cantón católico de Friburgo. Han pasado 484 años desde la anterior santa Misa.
La catedral continúa hoy día mantenido el culto protestante y es también el lugar en el que se celebran las ceremonias oficiales del Consejo de Estado y similares. En la actualidad, la catedral puede ser considerada como un lugar turístico visitado por numerosas personas y donde los domingos por la mañana se mantiene una actividad de culto. También allí se celebran conciertos y actos oficiales.
Ginebra, sin mayoría calvinista
El turista no encuentra en su visita ningún elemento que pueda invitar a la oración, aunque continúa conservando la majestuosidad de un templo religioso. En las frías paredes, exentas de imágenes y cuadros, se encuentran sin embargo placas en las que se recuerdan algunos de los acontecimientos ocurridos en estos siglos. En uno de ellos aparece en perfecto latín el siguiente texto: “En el año 1535 abatida la tiranía del anticristo romano y abolida la superstición, la Santa religión de Cristo ha sido restablecida en su pureza…”. Un altar de grandes dimensiones preside la nave central y se encuentra vacío aunque en él aparece en ocasiones una Biblia de gran tamaño. En un lugar discreto se conserva un sencillo sillón con la indicación “Silla de Calvino”.
Hoy, la población de Ginebra ya no es mayoritariamente calvinista. Como consecuencia de las posibilidades de trabajo en este país son muchos los que han venido de otros lugares de tradición católica, como Italia, Hispanoamérica, Portugal, Francia y España. Ginebra alberga hoy en día gentes de 190 nacionalidades diferentes, en buena parte por ser la sede de varios organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Derechos humanos, Derechos humanitarios y refugiados, Paz, Desarme, Seguridad, Economía y desarrollo y Mundo Laboral… La ciudad cuenta con más de 500.000 habitantes, de los cuales 180.000 son católicos bautizados, y la Iglesia católica administra 52 parroquias.
Presencia cristiana antes de 313
Desde los principios de nuestra era, la actual Ginebra formó parte del Imperio Romano. El culto a Júpiter, Mercurio, Neptuno Cibeles, ha dejado restos que aún podemos observar. No disponemos de datos precisos de la venida a esta tierra de los primeros evangelizadores, pero pudo ser antes de finalizar el primer siglo. Los antiguos se desplazaban mucho, los viajes de san Pablo lo testimonian. Los contactos entre Roma y las provincias eran continuos gracias a una red de vías inteligentemente organizadas y Ginebra se encuentra en el cruce de dos importantes ejes de circulación de la Europa occidental, de norte a sur o y de este a oeste. El acceso desde Roma podía ser por el paso del Gran San Bernardo cruzando los Alpes o desde Lyon donde muy pronto encontramos cristianos.
No sabemos quién pudo ser el primer apóstol de Ginebra, pero es segura ya una presencia cristiana antes del edicto de Milán. No consta que haya habido persecuciones religiosas en esta tierra, de hecho no se venera ningún mártir de aquellos primeros siglos pero sí parece ser que llegó a haber obispo, lo que suponía una comunidad cristiana.
Cuando en el siglo IV el Imperio pasó a ser oficialmente cristiano, encontramos ya una organización eclesiástica en esta ciudad y la vida cristiana crece. Se tienen datos de una doble catedral ya en el siglo IV: una para los catecúmenos con su baptisterio por inmersión y otra para los fieles bautizados, y una comunidad cristiana de cierta envergadura. El obispo ocupaba un papel fundamental en el gobierno de la ciudad.
Con la caída del Imperio romano en Occidente en el siglo VI, los francos se instalan en Ginebra en el año 443. La catedral se agranda y enriquece y crece la vida religiosa. Más tarde, en el siglo IX, bajo el reinado de los carolingios, Ginebra es gobernada por condes, y en el año 888 se integra en el reino de Borgoña. En esta época se crean varias parroquias rurales.
En 1032, Ginebra se incorpora al Sacro Imperio romano-germánico. La vida religiosa en la ciudad y su entorno continúa creciendo conservando las auténticas creencias y bajo el Papa de Roma. La catedral sigue siendo el centro de las actividades religiosas, aunque son necesarias continuas reformas, en ocasiones por los incendios que en ella se producen, como el tremendo de 1430, y otras para agrandar su capacidad.
La reforma protestante
En el siglo XVI la reforma promovida por Lutero conmociona a toda Europa. Como es sabido, este sacerdote de origen alemán promovió una nueva iglesia en la que Papa de Roma no tuviera la supremacía total, donde la fe volviera a ser el principal motor religioso y en la que la corrupción religiosa fuera aniquilada. En sus 95 tesis, Lutero defendía la fe cristiana como motor esencial de la religión y se contrapuso, así, al modus operandi que la Iglesia católica había estado llevando a cabo durante la Edad Media.
En Ginebra, el iniciador de esta nueva corriente fue el pastor de origen francés Guillaume Farel, que muy pronto logró la condena y expulsión de la Iglesia de Roma de la ciudad. El 21 de mayo de 1536, en la plaza pública de Ginebra, mediante la institución de la teocracia, consiguió que todos aceptaran vivir “según el evangelio y la palabra de Dios”, lo que le abrió las puertas de un enorme poder: unir el Evangelio con el gobierno.
En un encuentro con Juan Calvino, que ya era reconocido en toda Europa a los 26 años por su obra sobre el cristianismo reformado, le convence para que se instale en Ginebra con el fin de ayudarle en la implantación de esta nueva línea cristiana. Y fue principalmente Calvino quien abrió nuevos caminos al protestantismo en esa ciudad. Dotado de una mente más lógica y rigurosa que la de Lutero, Calvino llevó hasta sus últimas consecuencias las premisas fundamentales de la doctrina protestante.
Calvino en Ginebra
El protestantismo calvinista tuvo una enorme acogida en Ginebra, donde Calvino se instaló de manera definitiva en año 1541. A petición suya, el Consejo que gobernaba la ciudad prohibió el juego, la danza, los juramentos y las diversiones, y ordenó asistir al sermón y al catecismo. Todos los habitantes debían prometer obediencia a la autoridad religiosa o salir de la ciudad. Se creó un Consejo formado por los pastores responsables de celebrar el culto y de predicar que serían los que, en la práctica, gobernarían la ciudad. Los que no se avinieron a ello y se opusieron fueron castigados y muchos ejecutados. En cinco años hubo 68 ejecuciones en una población de 20.000 almas, entre ellas el español Miguel Servet. A partir de entonces la catedral, aun manteniendo el título de catedral de San Pedro, pasó a pertenecer a la iglesia reformada de Calvino y fue la sede principal del culto protestante.
El 8 de agosto de 1535, tras una predicación de Farel defendiendo la Reforma, los iconoclastas destruyeron los altares, así como las imágenes, cuadros y ornamentos y rompieron los órganos. El magnífico retablo de Conrad Witz ofrecido por el obispo François de Metz en 1444 fue desmontado y las estatuas destrozadas. El Consejo decidió el 10 de agosto suspender la Misa de una manera definitiva. La Reforma fue oficial en Ginebra el 21 de marzo de 1536, y se proclamó en el claustro de la catedral.
La actividad de Calvino en esta ciudad fue muy intensa y eficaz. Uno de sus discípulos, el escocés John Knox llegó a decir que la Iglesia de Ginebra era la más perfecta “escuela de Cristo que alguna vez haya habido en la tierra desde los días de los apóstoles”. Los católicos fueron perseguidos y expulsados, y hasta el siglo XIX no consiguieron algunos derechos.