Hace unas semanas, dos sentencias contradictorias abrieron el debate sobre el uso de la mifepristona, un químico abortivo. En este escenario, la distribución de la píldora abortiva se puso en duda, y tras ir ascendiendo el caso en la pirámide jurisdiccional estadounidense, acabó en manos del Tribunal Supremo.
Esta Corte se convirtió en la encargada de decidir. Su sentencia podría haber prohibido el uso y distribución de la mifepristona, ganando así más terreno en el derecho a la vida que, desde hace ya unos años, la sociedad americana está pidiendo.
Sin embargo, el Tribunal Supremo ha bloqueado las sentencias de instancias inferiores que prohibían el uso del químico abortivo. Por tanto, el permiso para obtener la píldora abortiva sigue vigente en Estados Unidos.
Una decepción
La Conferencia Episcopal de los obispos estadounidenses publicó un comunicado para referirse a la decisión de la Corte, calificando la orden como una decepción, “tanto por las pérdidas de vidas inocentes de los no nacidos por el aborto químico, como por el peligro que estos abortos suponen para las mujeres”.
Sin embargo, los obispos no pierden la fe, pues afirman: “está en nuestra esperanza y en nuestras oraciones que la Corte derogue algún día las acciones ilícitas de la FDA”. Este organismo que mencionan es la Administración de Alimentos y Medicamentos en Estados Unidos, una agencia a la que se acusa de haberse excedido en sus competencias cuando aprobó el uso de la mifepristona hace ya muchos años.
Seguir defendiendo la vida
Para terminar su comunicado, los obispos recuerdan que “el aborto nunca es la respuesta a un embarazo difícil o no esperado, pues siempre termina con una vida y pone otra en peligro”. Por ello, afirman que seguirán defendiendo “políticas que pongan primero a las mujeres y a las familias, que busquen estar al servicio de las mujeres en situaciones de necesidad” y rezan para que algún día matar a los niños no nacidos sea impensable.
Al mismo tiempo, recuerdan que la compasión es necesaria en las situaciones difíciles, una compasión que no sea vacía y que esté dirigida tanto hacia las mujeres como hacia los niños.