Resulta difícil narrar en pocas líneas la visita pastoral del Papa Francisco a México realizada entre el 12 y el 17 de febrero. La gran cantidad de anécdotas y vivencias experimentadas en el antes, el durante y el después del viaje exigirían un mayor espacio para resumirlos. Los mensajes del “peregrino de la Misericordia”, como muchos llaman al Papa, han calado hondo en los asistentes. Pero lo que mayor impacto produjo, incluso en Francisco, fue escuchar los testimonios de algunos fieles sobre la realidad que se vive en México. Se trata de una realidad que el Papa conoce muy bien: “No quiero tapar nada de eso”, dijo antes de emprender el viaje, al referirse a los males que sufre el país.
Esta visita ha sido la primera del Papa Francisco a México. Durante seis días el Pontífice mantuvo diversos encuentros públicos a lo largo del país y se reunió con diferentes sectores de la sociedad mexicana.
Ciudad de México
El Papa Francisco arribó al hangar presidencial del aeropuerto internacional de la Ciudad de México el viernes 12 de febrero de 2016 a las 19,30 horas. Antes hizo una escala en Cuba, donde sostuvo un histórico encuentro con el Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kirill. En Ciudad de México, a pie de pista, le esperaban el presidente de la república Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera de Peña; además del nuncio apostólico en México, Mons. Cristoph Pierre, y el arzobispo anfitrión, el cardenal Norberto Rivera Carrera.
Unas cinco mil personas recibieron al primer Papa latinoamericano. La desbordante alegría de los jóvenes, que agitaban pañuelos amarillos y coreaban con entusiasmo cantos y lemas, era contagiosa: “¡Francisco, amigo, seas bienvenido! ¡Francisco, ya eres mexicano!…”.
Cuatro niños con trajes regionales se acercaron al Papa Francisco para entregarle un cofre que contenía tierra de México. El Papa agradeció el gesto y lo bendijo. A continuación, el ballet de Amalia Hernández y el mariachi de la Secretaría de Marina ofrecieron un gran espectáculo con las tradicionales “Son de la negra” y “Jarabe tapatío”. Posteriormente, la comitiva salió en dirección a la nunciatura apostólica. Miles de persona le esperaban en el trayecto portando luces que iluminaron el camino. Al llegar a la nunciatura, un numeroso grupo de personas pedían a gritos al Papa que saliera a saludarles. Éste respondió saliendo a la calle para dirigirles un mensaje y orar junto a ellos.
El sábado 13 de febrero el presidente Peña Nieto recibió a Francisco con una ceremonia de bienvenida en el Palacio Nacional. En una parte de su discurso, el Santo Padre afirmó que “la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficios de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, e incluso, el tráfico de personas”.
Luego, tras abandonar el recinto presidencial, recibió en las puertas de la catedral metropolitana las llaves de la Ciudad de México de parte del jefe del gobierno, Miguel Ángel Mancera. Después se reunió con los obispos del país. Ante 165 obispos titulares y 15 auxiliares hizo un discurso en el contexto de la inseguridad y la violencia que azota a los mexicanos. También realizó un llamado a los prelados mexicanos para no corromperse con las riquezas.
Francisco no quiso abandonar la Ciudad de México sin visitar la basílica de Guadalupe; de hecho, afirmó que este era el momento principal de su viaje. Allí celebró una Misa a la que asistieron cincuenta mil personas. Algunos asistentes tuvieron que seguir la liturgia desde el exterior del recinto. En la homilía, el Papa hizo referencia a las víctimas de los secuestros y del abandono de jóvenes y ancianos. “Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”, señaló.
Estado de México
Durante la multitudinaria Misa celebrada el domingo 14 de febrero en un predio de 45 hectáreas conocido como El Caracol, en el municipio de Ecatepec (Estado de México), el Papa Francisco llamó a los mexicanos a resistir las tentaciones de la riqueza y de la corrupción. Ecatepec es una localidad afectada por la violencia y el crimen.
El pontífice dijo que sabe que no es fácil evitar la seducción del “dinero, la fama y el poder” que pone frente a ellos el demonio. Sin embargo, les advirtió que sólo pueden hacerle frente con la fuerza que da Dios. “Metámoslo en la cabeza: con el demonio no se dialoga. No se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre”, dijo el Papa. “Solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar”, aseguró. Habló también de las tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio; tentaciones que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado: la riqueza, la vanidad y el orgullo.
Chiapas
El lunes 15, en su cuarta jornada en el país, Francisco arribó a San Cristóbal de las Casas (Chiapas). Tras la recepción oficial en el aeropuerto (en la que la comunidad zoque le entregó el bastón de mando, un collar y una corona), el Papa se trasladó a la localidad. En esta ciudad, el obispo de Roma ofició una Misa en el Centro Deportivo Municipal en la que participaron comunidades indígenas. Durante su homilía afirmó que “muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder y el dinero, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡perdón!, ¡perdón, hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”.
Posteriormente, en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, el Papa Francisco presidió un multitudinario encuentro con las familias y pidió a los mexicanos que le “echen ganas” a la familia para mantenerla unida, porque es el núcleo más importante de la sociedad.
El martes 16 presidió una Misa con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en Morelia (Michoacán), y el miércoles 17 se trasladó a Ciudad Juárez.
Ciudad Juárez
En Ciudad Juárez (Chihuahua) el Papa Francisco quiso para palpar de cerca el drama de la migración y la violencia. Juárez es una ciudad del Norte de México –colindante con El Paso (Texas)–, y tristemente célebre por los feminicidios que, entre 1993 y 2012, costaron la vida a 700 mujeres. Además de ese flagelo, Juárez se ha visto azotada por una espiral de violencia ocasionada por el narcotráfico y las disputas entre los distintos cárteles de las drogas. Un tercer flagelo que azota Juárez es la muerte de cientos de personas en su intento de llegar sin documentos a Estados Unidos.
En este lugar, además de visitar una prisión y de reunirse con el mundo del trabajo, el Papa celebró una Misa con migrantes y víctimas de la violencia. El altar se construyó a tan sólo ochenta metros de la valla fronteriza. En la ceremonia se dieron cita más de 200.000 personas. Entre ellas se encontraban diversos grupos y familiares de víctimas de la violencia, no sólo de Juárez sino de todo México.
En la Misa también participaron obispos y sacerdotes de México y de Estados Unidos. Fue una ceremonia “transfronteriza” ya que, además de la presencia binacional de clérigos, se congregaron al otro lado de la frontera 50.000 católicos que siguieron la ceremonia en el estadio de la Universidad de El Paso, a unos metros del altar. Así, en Juárez y en El Paso se formó una sola familia unida por la fe, separada −como miles de familias− por una valla metálica.
Antes de la Misa, el Papa Francisco acudió a rezar ante una cruz gigante que se erigie a treinta metros de la red metálica. En ese lugar el Pontífice dejó un ramo de flores y rezó por los migrantes que han muerto en su intento por llegar a Estados Unidos.
Ya en su homilía el Papa se refirió a la migración indocumentada como una crisis humanitaria, una tragedia humana. Los migrantes “son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia”. Ante ello el pontífice exclamó: “¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y siempre hay una oportunidad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre”.
Al final de la Misa, el Papa acudió al aeropuerto de Ciudad Juárez para concluir su visita con la ceremonia oficial de despedida. Al acto acudieron autoridades civiles, religiosas, y más de 5.000 personas que al son de mariachi despidieron al Papa Francisco.
México DF y Ciudad Juárez