Tengo 15 años y vivo en Cracovia. Voy a la Jornada Mundial de la Juventud por primera vez porque en 2016, cuando se celebró en mi ciudad, era demasiado pequeña para asistir, aunque, de alguna manera me cautivó la visión de todos esos hermosos jóvenes de todo el mundo queriendo unirse en oración.
Pero esa no es la única razón por la que decidí hacer este viaje. Sigo intentando encontrarme a mí misma en un mundo tan complicado, ruidoso y difícil. Quizá sea esto lo que necesito para mirar dentro de mí y conocer mejor a Dios. Además, pienso que es una oportunidad para «recargar» mi fe, ya que pueden venir varias crisis.
No he hecho preparativos espirituales particulares, aparte de rezar a diario, leer las Escrituras y asistir a retiros. En la parte material, ¡aún me quedan algunas compras por hacer con una amiga!
Voy con un grupo de estudiantes y chicas de instituto de Cracovia organizado por Joanna Łękawska. Nos hemos estado preparando juntas mediante viajes de integración conjuntos.
¿Qué creo que esperan la Iglesia y el Papa de los jóvenes? Cuando miro mi parroquia y a mi comunidad, llego a la conclusión de que, en realidad, simplemente que los jóvenes estén presentes en la Iglesia, escuchen y den testimonio silencioso viviendo bien la Palabra de Dios cada día. Esto es tan fácil y a la vez tan difícil.
A menudo he oído decir a personas mayores que buscan a los jóvenes en la Iglesia, esperando obtener alguna prueba tangible de que Dios actúa y sigue siendo buscado. Y de que lo que han creído toda su vida está dando frutos y tiene sentido. Quieren saber que la Iglesia nunca morirá y que ahora una nueva y joven generación podrá gritar al mundo que Dios está y sigue obrando. Pero primero nosotros, los jóvenes, debemos aprender a escuchar.