España

Teología para laicos: ¿por qué y para qué?

A propósito del Congreso de Laicos que tiene lugar este fin de semana en Madrid, sobre el que Palabra viene informando, se recoge un artículo de Raquel Pérez Sanjuán sobre la formación teológica de los laicos, publicado en marzo del año pasado, y de plena actualidad

Raquel Pérez Sanjuan ·13 de febrero de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Sería necesario establecer una primera clarificación respecto a qué se entiende por “formación teológica para laicos”: en el criterio “laicos” incluiremos a quienes no se están preparando para el ministerio ordenado, es decir, también a miembros de institutos de vida consagrada masculinos laicales, así como a todas las mujeres, pertenezcan o no a un instituto de vida consagrada.

En cuanto a “formación teológica”, es importante tener en cuenta que, junto a los estudios clásicos de Baccalaureatus in Theologia, Licentiatus in Theologia o Doctor in Theologia (los tres ciclos académicos de Teología) existe una modalidad específica orientada a la formación de laicos que van a desempeñar tareas u oficios eclesiásticos tales como la enseñanza de la Religión, la catequesis, la formación de agentes pastorales, etc. Dichos estudios, cuya oferta académica regula la Santa Sede (Congregación para la Educación Católica) a finales de los años 80, se denominan Scientiis Religiosis (Ciencias Religiosas), constan únicamente de dos ciclos  (Baccalaureatus  in  Scientiis  Religiosis y Licentiatus in Scientiis Religiosis), y se imparten en Institutos Superiores de Ciencias Religiosas (ISCCRR) patrocinados por las Facultades de Teología.

Como señala la introducción a la Instrucción para los Institutos de Ciencias Religiosas (2008), “con el Concilio Ecuménico Vaticano II se ha intensificado entre los fieles -laicos y religiosos- un vivo interés por el estudio de la Teología y de otras ciencias sagradas, para enriquecer con ellas la propia vida cristiana, ser capaces de dar razón de la propia fe (cf. 1Pe 3, 15), ejercitar fructuosamente su apostolado propio y poder colaborar con los ministros sagrados en su específica misión (cf. can. 229 §§1-2 CIC 1983). En el período post-conciliar, mientras las Facultades eclesiásticas, que ya contaban con una larga tradición, se han conformado a las disposiciones de la Constitución Apostólica Sapientia christiana (1979), ha ido asumiendo una creciente importancia en la Iglesia la necesidad de velar por una adecua- da formación de los fieles laicos, mediante modalidades específicas”.

 La ardua tarea de formar

En este sentido, vale la pena recordar lo que, al efecto, dijo el Concilio: “La Iglesia espera mucho de la laboriosidad de las Facultades de ciencias sagradas. Ya que a ellas les confía el gravísimo cometido de formar a sus propios alumnos, no sólo para el ministerio sacerdotal, sino, sobre todo, para enseñar en los centros eclesiásticos de estudios superiores; para la investigación científica o para desarrollar las más arduas funciones del apostolado intelectual. A estas facultades pertenece también el investigar profundamente en los diversos campos de las disciplinas sagradas de forma que se logre una inteligencia cada día más profunda de la Sagrada Revelación, se descubra más ampliamente el patrimonio de la sabiduría cristiana transmitida por nuestros mayores, se promueva el diálogo con los hermanos separados y con los no-cristianos y se responda a los problemas suscitados por el progreso de las ciencias. Por lo cual, las Facultades eclesiásticas, una vez  reconocidas oportunamente sus leyes, promuevan con mucha diligencia las ciencias sagradas y las que con ellas se relacionan y sirviéndose incluso de los métodos y medios más modernos, formen a los alumnos para las investigaciones más profundas.” (cfr. Declaración Gravissimum Educationis sobre la Educación Cristiana, n. 11)

Creciente número de alumnos

Es, pues, a partir del Concilio Vaticano II cuando los laicos acceden por primera vez a los estudios eclesiásticos en las Facultades de Teología, siendo minoritaria siempre su presencia en las aulas respecto a quienes se preparan para el Orden. Sin embargo, a partir de la última década del siglo XX, con el surgimiento de las Ciencias Religiosas como formación específica para laicos, el número total de alumnos/as en los ISCCRR ha venido a triplicar al total de alumnos/as matriculados en las Facultades de Teología, si bien también en éstas encontramos una presencia significativa de laicos/as.

Ciertamente es importante que esta formación teológica exista, tanto por lo que supo- ne de reflexión sistemática como para poder dialogar con la cultura actual. Además, desde hace más de una década, la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha establecido como requisito para impartir clases de Religión en Secundaria y Bachillerato haber obtenido al menos el grado académico de Baccalaureatus in Scientiis Religiosis y contar con una formación pedagógica específica para la enseñanza de la Religión.
El número de laicos que estudian Teología y Ciencias Religiosas lo desconocemos, por no preguntarse explícitamente esta categoría al momento de solicitar a las Facultades de Teología los datos estadísticos que, anual- mente, proporcionan para la elaboración de la Memoria Anual de Actividades de la Iglesia Católica en España.

Sí que podemos afirmar que, en los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas, el 100 % del alumnado son laicos (como decíamos al inicio, esto incluye a miembros de institutos de vida consagrada que no se forman para recibir el Orden sagrado); su número, según la última estadística que disponemos, se acerca a los cuatro mil alumnos matriculados en toda España (curso 2016-17).

En cuanto a las Facultades de Teología, de los casi dos mil alumnos que se distribuyen por las 11 Facultades de Teología presentes en el territorio de la CEE, el número de laicos no llega a constituir un tercio del alumnado en sus aulas, si bien es posible que esta proporción varíe en función de la Facultad de Teología a la que nos refiramos. En este sentido es importante recordar que son varias las facultades, o bien centros teológicos agregados o institutos teológicos incorporados a las mismas que cuentan entre sus alumnos con los seminaristas de Seminarios afiliados a dicha Facultad.

Universidades y profesorado

Los estudios de Teología se imparten en Facultades de Teología, que pueden ser autónomas, o bien pertenecer a una universidad católica (es decir, tiene también estudios civiles) o a una institución eclesiástica (esto es, únicamente se imparten disciplinas eclesiásticas, es decir, bajo el régimen de la Santa Sede). Además, pueden impartirse en centros que ofrecen primer y segundo ciclo (agregados a la Facultad de Teología), o segundo y tercer ciclo (incorporados a la Facultad de Teología). En todos estos casos, las aulas están abiertas tanto a laicos como a candidatos al sacerdocio, sean seminaristas, sean miembros de institutos religiosos o sociedades de vida apostólica clericales.

En cuanto al profesorado, depende también de cada caso: en algunas Facultades e ISCCRR hay mayor proporción de profesorado laico (en varias, mayoritariamente mujeres), y en otros no hay prácticamente ninguna presencia laical, la cual se reserva para las disciplinas auxiliares y/o las lenguas clásicas. Si pensamos que únicamente tras el Concilio Vaticano II los laicos han tenido acceso a los estudios teológicos en las Facultades, y la exigencia del grado académico de Doctor para la docencia, realmente es significativo el esfuerzo de formación realizado por los laicos en el ámbito teológico -es importante mencionar que, en la mayoría de los casos, los laicos acceden a los estudios de Teología o Ciencias Religiosas con otras titulaciones universitarias previas-.

Aportación a la persona

Como hemos señalado más arriba, además de ofrecer la posibilidad de capacitar al fiel a dar razón de su fe, y de entablar un diálogo fecundo con las ciencias y la cultura de su tiempo, el estudio de la Teología o de las Ciencias Religiosas -como todo estudio sistemático de una disciplina- aporta rigor cien- tífico y capacidad investigadora, además de formación humana. En este caso es también oportunidad de profundizar en el conocimiento de las Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, lo cual siempre es ocasión de crecimiento en la propia experiencia de fe.

Ciertamente es importante promocionar estos estudios, supone que tanto sacerdotes como consagrados y laicos estén bien formados y preparados en el ámbito teológico. También por el hecho de ser España uno de los países del mundo donde contamos con mayor presencia de Facultades de Teología (11) y centros agregados o incorporados (10) e Institutos de Ciencias Religiosas (casi medio centenar, contando con las secciones a distancia de la UESD).

El autorRaquel Pérez Sanjuan 

Directora del Secretariado de la Subcomisión episcopal de universidades

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