Vaticano

El sínodo en la tradición de la Iglesia

Este largo itinerario de sinodalidad ha enriquecido a las Iglesias particulares y a toda la Iglesia universal, pues ha constituido una fuerte llamada a la unidad con los obispos diocesanos y del colegio de los obispos con el santo Padre, Pastor universal de la Iglesia de Dios.

José Carlos Martín de la Hoz·5 de noviembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos

@CNS photo/Vatican Media

Con el Documento final del Sínodo de los Sínodos, termina la andadura sinodal en la que la Iglesia universal se ha empeñado en recuperar la Tradición inveterada de reunirse e intercambiar ilusiones, primero en las diócesis o eparquías, luego juntos todas las Iglesias particulares, las conferencias episcopales y, finalmente, en el Sínodo general de los obispos que está teniendo lugar desde la clausura del Concilio Vaticano II en Roma cada dos años.

La corresponsabilidad y la llamada a sentirnos todos Iglesia y la Iglesia de Jesucristo destinada a perdurar hasta el final de los tiempos, siempre joven y siempre reformándose, para escuchar al Espíritu Santos y ser dóciles a sus indicaciones y llevar el mensaje de salvación cristiano hasta el último rincón de la tierra.

Documento Final

El documento final del Sínodo que acaba de publicarse en italiano con fecha 26 de octubre de 2024 recuerda, en sus primeros números, cómo se ha llevado a cabo el Sínodo en Roma después de dos años de intenso trabajo y de dos periodos especialmente dedicados a esa tarea junto al Santo Padre.

Los frutos de este Sínodo quedan expresados en el documento final, que será recordado por su categoría, profundidad y magistral exposición que compagina lo universal de toda la Iglesia con constantes referencias a su aplicación en las Iglesias particulares. Ha sido elaborado con visión y metodología sinodal y habrá de ser fructificado en las Iglesias particulares al ser convocados periódicamente Sínodos y Concilios provinciales como recuerda el derecho vigente (n. 129).

Han sido dos años de Sínodo en Roma que han estudiado las conclusiones de muchos Sínodos en las Iglesias particulares y ha sido resuelto volviendo a la tradición de la Iglesia del primer milenio, donde caminábamos juntos la Iglesia en Oriente y en Occidente bajo un solo Romano Pontífice.

Conexión con el Vaticano II

El Documento final del sínodo que acaba de terminarse en Roma está profundamente conectado con el Concilio Vaticano II y con el magisterio reciente de la Iglesia. Recoge desde sus primeros números el espíritu de comunión de todas la Iglesias particulares con el Romano Pontífice y la ilusión ecuménica, una vez más expresada como ruego al Espíritu Santo. 

Indudablemente, la sinodalidad ha sido recuperada en torno a la llamada universal a la santidad como proclamó la Constitución apostólica «Lumen Gentium» (n. 11) y que san Juan Pablo II recogió en «Novo Milenio ineunte» bajo el enunciado de “la pastoral del Siglo XX sería la pastoral de la santidad” (n.2). Precisamente, durante el Pontificado del Papa Francisco se ha mantenido un ritmo intenso de beatificaciones y canonizaciones y también de beatificaciones de mártires de las persecuciones religiosas del siglo XX.

Fuentes de la revelación

El Documento de la Sinodalidad está sólidamente trabado sobre las Fuentes de la Revelación entregadas al Magisterio de la Iglesia y renovadas en estos años pasados en el quehacer teológico y universitario del mundo entero. Las constantes referencias a la Tradición Apostólica y a la Sagrada Escritura proporcionan raigambre a un documento llamado a perdurar por muchos años. A las fuentes teológicas hay que añadir la metodología sinodal aplicada en las fases diocesanas y nacionales y también en el aula del propio Sínodo en Roma.

Lo primero que llama la atención en el Documento final del Sínodo que acaba de concluir en Roma, es que el Santo Padre lo ha tomado como suyo, puesto que lo ha estado trabajando, discutiendo en la propia aula sinodal y, con la suprema autoridad que le corresponde expresa que es un fruto del Espíritu Santo.

Conversión personal

Inmediatamente, el documento expresa la importancia de la conversión personal para poder elaborar escritos y desarrollar las sesiones del sínodo. Era necesaria la gracia de la conversión para estar a la escucha del Espíritu Santo que habla a cada uno de los padres sinododales. Al igual que en el documento del santo Padre, de convocatoria del Jubileo del año 25 en Roma, el Documento final del Sínodo expresa la importancia de pedir perdón por el daño causado a ”la creación, los emigrantes, los más necesitados, los pueblos indígenas, los niños, las mujeres, los enfermos, y descartados (n.6).

Enseguida nos recordará el Papa Francisco en este documento final que toda la Iglesia convertida sinodalmente ha de renovar su compromiso por las misiones y el espíritu misionero, también en el primer mundo donde debemos llevar la semilla del Evangelio y el anuncio de la salvación (n. 11).

La sinodalidad en Juan Pablo II

Como es sabido, el papa Juan Pablo II en la Encíclica «Ut unum sint» recordaba la importancia de estudiar el ejercicio del ministerio petrino en el primer milenio del cristianismo cuando no se había producido el Cisma de Oriente de Miguel Cerulario del 1054. Una de las conclusiones del Congreso organizado por el Dicasterio de Doctrina de la fe para responder a ese reto, fue la de recuperar la sinodalidad (nn. 18, 28, 31) que en la Iglesia Ortodoxa se había continuado viviendo desde entonces mientras que en la Iglesia Católica había quedado solo para aplicar los grandes concilios, Trento o el Concilio Vaticano II y otras ocasiones previstas por el Derecho (n. 129).  

Conocer este dato ayuda a entender el énfasis del Sínodo de la sinodalidad y el horizonte ecuménico del que está profundamente transido este documento final del Sínodo (n. 139).

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