La Asamblea por una Iglesia sinodal aún no ha concluido. A los trabajos de 12 grupos, encargados por el Santo Padre para que se completen en junio de 2025, se suma ahora la tarea de implementar los resultados a nivel de las diócesis, conferencias episcopales y en toda la Iglesia.
El 24 de octubre, Mons. Alain Faubert, obispo de Valleyfield (Québec), fue elegido por el reciente Sínodo como miembro del Consejo ordinario de la Secretaría del Sínodo, que se ocupa de esas asambleas. Omnes asistió a una conferencia que Faubert ofreció a los sacerdotes canadienses el 5 de diciembre, organizada por el Cercle Sacerdotal de Montréal.
Proceso de escucha
Mons. Faubert, quien participaba en su primer sínodo en octubre, se mostró profundamente impresionado tanto por el proceso de escucha al Pueblo de Dios como por las conclusiones alcanzadas. El Papa las avaló de inmediato, integrándolas al magisterio ordinario; sin embargo, como es sabido, Francisco no publicará una exhortación apostólica post-sinodal.
En el documento final del sínodo, Mons. Faubert reconoció las ideas, opiniones y conclusiones de su mesa redonda, así como las de otras conversaciones en el Aula sinodal. “Fue un sínodo de obispos”, comentó, “ya que la mayoría éramos obispos, pero estábamos allí para escuchar”. Este principio debería ser aplicado siempre en la Iglesia, incluso en cada parroquia. Destacó la importancia de que todos los participantes alrededor de esas mesas redondas, diseñadas intencionadamente para fomentar el diálogo, tuvieran la misma oportunidad y el mismo tiempo para intervenir.
«Yo acabo de ser instalado en mi nueva diócesis» (al oeste de Montreal; anteriormente era obispo auxiliar en la ciudad desde 2016). «Cuando alguien me pregunta qué plan tengo para la diócesis de Valleyfield, mi respuesta es: primero quiero escuchar.»
En su conferencia, Faubert sugirió que, efectivamente, el Espíritu Santo guió este proceso sinodal universal que se extendió por tres años. Recordó que san Pablo VI deseaba que todo el pueblo de Dios participara en los sínodos. En su discurso de clausura del 26 de octubre, el Papa Francisco subrayó que el texto final del sínodo perdería mucho valor si no se considerara el testimonio de las experiencias vividas por los participantes.
El padre Raymond Lafontaine, quien estuvo presente en la conferencia, corroboró las palabras de Mons. Faubert, ya que fue facilitador de una de las 36 mesas redondas, cada una compuesta por 12 miembros.
El retiro de dos días previo al inicio del Sínodo estableció el contexto espiritual necesario para estar atentos a lo que el Espíritu iba a inspirar. Las conversaciones que se dieron allí fueron conversaciones guiadas por el Espíritu. Faubert explicó detalladamente el proceso sinodal, subrayando que, a pesar de las imperfecciones humanas, debemos creer que el Espíritu actúa. Añadió que “Nuestro liderazgo como sacerdotes debe ser sinodal. Si no actuamos de esta manera, si no estamos dispuestos a escuchar, la pastoral se bloquea. Las cosas no funcionan. Tenemos un Papa que nos invita a decir lo que pensamos, con parresía, es decir, con audacia en la caridad.”
Faubert hizo hincapié en que en el derecho canónico es necesario proponer de manera concreta temas como los consejos diocesanos, los concilios plenarios y particulares; hay que “darles pies y manos” a las propuestas sinodales, enfocándose en su implementación práctica. «Es fundamental cerrar el círculo.» “La fraternidad que experimentamos en el Sínodo no es un detalle anecdótico, debe ser reproducida aquí, adaptándola a nuestro contexto.»
Hechos destacados
Según el obispo de Valleyfield, es evidente que la sinodalidad es un elemento fundamental y constitutivo de la Iglesia. Fundada sobre el bautismo, es el modo de vivir y actuar de la Iglesia, como se expresa en “Lumen Gentium” (números 31-32). Es algo que debemos tomar muy en serio: ¡todos tenemos la misma dignidad! Es necesario conocer qué piensa el pueblo de Dios, qué piensan mis hermanos y hermanas, incluyendo a aquellos que no practican o que están alejados de la Iglesia (debemos reconocer sus gritos).
Luego, sugirió que debemos crear procesos concretos de discernimiento, toma de decisiones y rendición de cuentas, e impulsar más eventos como los sínodos diocesanos.
Citando el número 47 del Documento final, Faubert resaltó la dimensión profética de la sinodalidad eclesial en un mundo marcado por tantas divisiones y polarizaciones, en sociedades donde a menudo falta el diálogo.
Sin embargo, la Iglesia sinodal no es un club social; tiene una misión que será fecunda solo si es verdaderamente sinodal. “Echar periódicos delante de puertas cerradas no sirve. Jesús fue a la casa de Zaqueo antes de que él se convirtiera; Zaqueo también es hijo de Abraham. Él dio la mitad de sus bienes a los pobres; nosotros también nos encontraremos con muchas sorpresas positivas entre los no creyentes”.
Diálogo con otras culturas
Faubert subrayó la importancia de dialogar con otras religiones y culturas, haciendo menos énfasis en tener razón o convencer, y más en testimoniar el amor, servir humildemente, especialmente a los excluidos. Es necesario construir una Iglesia menos patriarcal, paternalista y clerical, que camine en la senda del Concilio Vaticano II, buscando la unidad y la reconciliación.
Muchos medios de comunicación afirmaron que el sínodo trató sobre el futuro de la Iglesia, pero en realidad, fue un sínodo sobre el futuro del mundo. ¿Cómo puede la Iglesia, al recuperar un aspecto fundamental de su ser, ofrecer al mundo el futuro de felicidad que Dios desea para él? ¿Cómo puede la Iglesia servir mejor a este mundo?
La conversión, destacó Faubert, atraviesa todo el Documento final, ya que esta es el ADN de la Iglesia. Invitó a leer con atención ciertos números del documento, relacionados con la conversión, la toma de decisiones y la responsabilidad (84, 93, 106), así como otros que abordan temas como la liturgia (27), la participación de las mujeres (77), y la consulta a los laicos (91).
Faubert también reconoció la sabiduría, ponderación y determinación de las mujeres participantes en el sínodo, quienes no adoptaron una postura reivindicatoria, y elogió a muchos teólogos, canonistas y delegados fraternos (no católicos), cuya experiencia en la sinodalidad de sus propias tradiciones espirituales resultó valiosa. “Recuerdo que un obispo anglicano nos pidió que no olvidáramos a la Virgen.” Y añadió: el gran protagonista fue el Papa.
Al concluir su apasionada conferencia, Mons. Faubert hizo un llamado a no dejar atrás la sinodalidad como si se hubiera cerrado un capítulo. Como miembro del Consejo ordinario que asesora a la Secretaría del Sínodo y, por ende, al Papa, Faubert está convencido de que antes de pensar en el próximo sínodo, debemos implementar las conclusiones de la Asamblea XVI. El 17 de diciembre, ese Consejo internacional celebró su primera reunión por Zoom. Está compuesto por 12 obispos elegidos por la Asamblea XVI y 5 miembros más, nombrados por el Papa, de los cuales dos son mujeres.