España

¿Será necesaria en el futuro una redistribución del clero? Algunas propuestas

La solemnidad de san José y la celebración del día del seminario son ocasión propicia para analizar cómo evolucionan las vocaciones sacerdotales en España y ver cuál es, en definitiva, la situación y el futuro de nuestro clero.

Santiago Bohigues Fernández·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos
campana_espana_vaciada

La Iglesia en España cuenta, según las últimas estadísticas publicadas, con 18.813 sacerdotes, para un total de 23.071 parroquias. Y la media de edad de los presbíteros españoles es de 65 años, lo cual viene siendo motivo de preocupación para los obispos y para toda la Iglesia, ya que las nuevas promociones de sacerdotes (hay 1.357 seminaristas) no garantizan hoy por hoy el relevo generacional. Si no se adoptan medidas urgentes, en diez años habrá diócesis que no podrán atender las necesidades de sus fieles. Por eso la Conferencia Episcopal trabaja en un documento que incluye criterios y propuestas sobre una futura y eventual redistribución del clero. De esos criterios y propuestas trata en estas páginas el secretario de la Comisión del Clero de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Santiago Bohigues Fernández.

La escasez del clero, que se nota más en las zonas rurales (muy despobladas) que en las urbanas, nos está haciendo afrontar urgencias cuyas consecuencias no se pueden ignorar. Se están planteando nuevas formas de evangelizar, pero la realidad es que en algunos lugares se pondrá en peligro la conservación de la misma fe. La comunidad cristiana necesita de la presencia de los sacerdotes, porque es en la acción litúrgica donde se constituye el centro de la comunidad de los fieles. Y como señala el Concilio Vaticano II, el ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles.

Ante la falta de sacerdotes, existen diferentes posturas: rendirse y resignarse pasivamente ante lo que viene, ir a lo inmediato sin más, llenarse de miedo al futuro… o cambiar la mente y el corazón para afrontar con amplitud de miras los signos de los tiempos.

La escasez de clero nos tiene que preocupar pero no angustiar; el Señor no nos dejará nunca abandonados y siempre atiende a los que se dirigen a Él. Para los obispos, obligados a tener solicitud por toda la Iglesia, es urgente el fomento de las vocaciones. Por ejemplo, será oportuno poner en marcha en las parroquias un grupo vocacional y distintas iniciativas: los jueves vocacionales, grupos de oración por las vocaciones, petición vocacional en las preces de cada domingo, una cadena de oración por las vocaciones, actividades y encuentros de oración en el seminario abiertos a los alumnos de las escuelas católicas, vigilias mensuales, semanas vocacionales, secundar la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y el Día del Buen Pastor. También incorporando la catequesis vocacional en la catequesis ordinaria, trabajando con los monaguillos y a través del Centro diocesano de pastoral vocacional…

Los obispos tienen que liderar ese impulso evangelizador de la mano de los sacerdotes, sus primeros colaboradores. No se debe mirar a tiempos pasados que ya no volverán, sino afrontar los actuales con la disposición interior adecuada.

Y para acertar en una eventual distribución del clero es necesario tener en cuenta muchos factores. La Congregación para el Clero ya indicó que no es sólo cuestión de números; es necesario conocer la evolución histórica y las condiciones específicas de las Iglesias particulares más desarrolladas, que requieren un mayor número de ministros.

Criterios a considerar

Entre los criterios orientadores, podemos señalar, a nivel general:

  • Es muy importante conocer la realidad de cada diócesis y de cada lugar a evangelizar, para hacer una planificación o programación que vaya más allá de las circunstancias temporales o personales.
  • No se puede enviar sacerdotes sólo para conservar lo que hay, sin afrontar las causas de la escasez de vocaciones sacerdotales que impiden desarrollarse a aquella Iglesia local.
    Conviene llevar a cabo una preparación del sacerdote que está dispuesto a ayudar en otra diócesis necesitada.
  • La santidad del sacerdote se da en el propio ejercicio ministerial, y el modo de vivir del sacerdote católico ha de ser atrayente. Lo será si lo externo es expresión auténtica de lo que se vive interiormente. Todos tenemos que hacer hoy una revisión sincera, siguiendo el paradigma de Zaqueo. Hay necesidad de una conversión personal para llegar a una conversión pastoral. Pero, ¿cuántos sacerdotes hacen anualmente ejercicios espirituales? Se necesita ministros enamorados de su sacerdocio, no funcionarios.
  • Es necesaria una pastoral de crecimiento, no de conservación. A veces “quemamos” a los sacerdotes. Existen situaciones nuevas que no debemos afrontar con esquemas antiguos, sino con formas y métodos nuevos: crear, por ejemplo, equipos sacerdotales y fraternos que faciliten la experiencia comunitaria y superen el individualismo imperante. Y posiblemente se haya acabado el tiempo del servicio a domicilio, buscando lo fácil.
  • ¿Es adecuada la formación actual en los seminarios? Porque puede que se esté preparando a los sacerdotes para un mundo que ya no existe. ¿Conviene bajar el listón para que entren más jóvenes al seminario, o en tiempo de escasez hay que elevarlo un poco más?
  • Quizá sea oportuno buscar algunos sacerdotes con fuste de diferentes diócesis para dar retiros y atender la formación permanente del clero (sacerdotes de la misericordia).
  • No es solución a la falta de sacerdotes el diaconado permanente, pero es una ayuda.
  • Hace falta también una íntima colaboración entre el clero diocesano y la vida consagrada.
  • También son importantes los laicos, aunque hay que darles la formación y el acompañamiento espiritual que necesitan para que puedan ser portadores del amor de Dios en una Iglesia misionera y en “salida”.

Fórmulas

A nivel particular se podría acudir a varias fórmulas:

  • Sacerdotes extranjeros con cura pastoral ordinaria. Las peticiones se realizarían de obispo a obispo, que enviaría a algunos de sus sacerdotes por un tiempo determinado y bajo unas condiciones establecidas previamente.
  • Sacerdotes con becas de estudio y con compromiso pastoral limitado. Vienen a una diócesis con la misión de estudiar una licenciatura o un doctorado en ciencias eclesiásticas.  Tendrían la obligación de celebrar la misa diaria y dedicar dos horas a la parroquia en la que estarían adscritos.
  • Seminaristas de otras diócesis enviados por su obispo. Se forman en el Seminario de acogida bajo unas condiciones establecidas. Esta opción está teniendo muchos problemas en diferentes seminarios.
  • Sacerdotes de diócesis españolas que se ofrecen a ir a otras diócesis necesitadas. Estos sacerdotes ayudarían a potenciar la pastoral vocacional en las diferentes diócesis con un plan establecido para un tiempo concreto.
  • Unidades pastorales con un sacerdote y un grupo de religiosos y laicos que atendería un territorio donde hay varias parroquias. En algunas diócesis también incorporan a un diácono permanente.
  • Reestructuración de la diócesis y eliminación de parroquias innecesarias. En pueblos donde hay varias parroquias, se están agrupando en una con varios centros de culto. También parroquias muy pequeñas se están incorporando a otras más grandes.

Nueva mentalidad

Ante la eventual escasez de clero es necesario, por tanto, cambiar de mentalidad: dejar a un lado el activismo funcionarial, el individualismo o la falta de espíritu sacerdotal, que incapacitan para los nuevos retos, y ser auténticos mediadores entre Dios y su Pueblo.

 

El autorSantiago Bohigues Fernández

Secretario de la Comisión Episcopal del Clero.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica
Banner publicidad
Banner publicidad