El Papa Francisco ha continuado este miércoles con sus catequesis sobre las virtudes. En este caso, se ha centrado en la virtud de la fe: «Como la caridad y la esperanza, esta virtud se llama «teologal» porque sólo podemos vivirla gracias al don de Dios. Las tres virtudes teologales son los grandes dones que Dios hace a nuestra capacidad moral. Sin ellas, podríamos ser prudentes, justos, fuertes y templados, pero no tendríamos ojos que ven incluso en la oscuridad, no tendríamos un corazón que ama incluso cuando no es amado, no tendríamos una esperanza que osa contra toda esperanza».
A continuación, el Santo Padre ha definido la fe y ha puesto ejemplos de personas que lo han vivido, comenzando por nuestro padre en la fe, Abraham, y siguiendo por Moisés y la Virgen María: «En esta fe, Abraham fue nuestro gran padre. Cuando aceptó dejar la tierra de sus antepasados para dirigirse a la tierra que Dios le mostraría, probablemente se le juzgó loco: ¿por qué dejar lo conocido por lo desconocido, lo seguro por lo incierto? Pero Abraham se pone en camino, como si viera lo invisible. Y seguirá siendo lo invisible lo que le hace subir al monte con su hijo Isaac, el único hijo de la promesa, que sólo en el último momento se librará del sacrificio. Con esta fe, Abraham se convierte en el padre de una larga estirpe de hijos. Hombre de fe fue también Moisés, que, aceptando la voz de Dios incluso cuando más de una duda podía asaltarlo, permaneció firme confiando en el Señor, e incluso defendió al pueblo que tantas veces carecía de fe. Mujer de fe será la Virgen María, quien, al recibir el anuncio del Ángel, que muchos habrían desechado por demasiado exigente y arriesgado, responde: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Con el corazón lleno de confianza en Dios, María emprende un camino del que no conoce ni la ruta ni los peligros».
Citando el Evangelio de la tempestad calmada, el Papa ha señalado cuál es el principal enemigo de la fe: «No la inteligencia, no la razón, como por desgracia algunos siguen repitiendo obsesivamente, sino, simplemente, el miedo. Por eso, la fe es el primer don que hay que acoger en la vida cristiana: un don que es preciso acoger y pedir cada día, para que se renueve en nosotros. Aparentemente es un don pequeño, pero es el esencial». De hecho, ha señalado Francisco, en el día del bautismo, el sacerdote pregunta a los padres: «¿Qué le piden a la Iglesia de Dios?», a lo que se responde: «La fe, el bautismo». «Para un padre cristiano, consciente de la gracia que se le ha concedido, es ése el don que debe pedir también para su hijo: la fe. Con ella, un padre sabe que, incluso en medio de las pruebas de la vida, su hijo no se ahogará en el miedo. Sabe también que, cuando deje de tener un padre en esta tierra, seguirá teniendo a Dios Padre en el cielo, que nunca le abandonará. Nuestro amor es frágil, sólo el amor de Dios vence la muerte», ha continuado el Papa.
Al finalizar, el Papa ha invitado a todos los presentes a decir: «Señor, aumenta nuestra fe».
Concluida la audiencia, el Santo Padre no se ha olvidado de pedir oraciones por la paz, recordando las guerras en Ucrania, Israel, Palestina y a los rohinyá en Myanmar, así como a las víctimas de las inundaciones de Kenia.
Además, ha pedido la intercesión de san José Obrero para que se aumente nuestra fe.