Vaticano

San Pío y San Leopoldo, ‘ministros de la Misericordia’

Las urnas que contienen los restos mortales de San Pío de Pietrelcina y San Leopoldo Mandić han sido trasladadas a Roma con ocasión del Jubileo; medio millón de fieles les han rendido homenaje. Entretanto, hay novedades en la reforma de la Curia Romana y del Sínodo.

Giovanni Tridente·7 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Alrededor de medio millón de personas han llenado Roma a rebosar durante una semana, para lo que ha sido definido como el primer gran evento jubilar, a saber, la traslación desde sus respectivas tierras de los restos mortales de San Pío de Pietrelcina y de San Leopoldo Mandić, los dos frailes capuchinos que han transcurrido prácticamente todas su vida sacerdotal en el confesonario y por eso han sido elegidos por el Papa Francisco como ejemplos de los “ministros de la Misericordia” en este año jubilar.

Los fieles congregados, en su mayor parte devotos de estos dos santos, provenían de todo el mundo, y los han venerado primero en la basílica de San Lorenzo Extramuros, donde han permanecido dos días, y después en la basílica de San Salvatore in Lauro, iglesias ambas integradas en el recorrido jubilar. La oración ha sido constante y se ha prolongado durante todas las horas del día, signo de “una espiritualidad tan participada y espontánea que ha impresionado a toda la ciudad”, ha declarado Mons. Rino Fisichella.

Muy impresionante ha sido también la multitudinaria procesión de las urnas con las reliquias de los dos “santos de la Misericordia” hacia la basílica de San Pedro, donde han permanecido varios días más para la veneración de los fieles, antes de retornar a los respectivos lugares de origen.

Grupos de oración del Padre Pío

Aprovechando esta etapa jubilar romana, una numerosa representación de los miembros de los llamados “Grupos de oración del Padre Pío” –movimiento espiritual laical ligado al Santo y difundido por todo el mundo– han sido recibidos en audiencia en la plaza de San Pedro por el Papa Francisco. Con ellos se encontraban también los dependientes de la Casa Alivio del Sufrimiento, el hospital fundado por el propio fraile e inaugurado en 1956. Estas dos obras, nacidas en paralelo, fueron queridas “en favor de los enfermos, de sus familiares, de los ancianos, de los necesitados en general”, como “lugar de oración y de ciencia donde el género humano se reúna en Cristo Crucificado como un solo rebaño con un solo pastor”, dijo el Padre Pío el día de su inauguración.

Estuvieron presentes en la audiencia los fieles de la archidiócesis de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo, en cuyo territorio al sur de Italia se encuentran el monasterio que acogió al fraile de Pietrelcina, el hospital Casa Alivio del Sufrimiento y el santuario erigido después de la muerte y que conserva sus reliquias, meta de constantes y numerosas peregrinaciones.

En esta ocasión, Francisco ha trazado un perfil del Padre Pío como “servidor de la misericordia”, que ha practicado “a veces hasta el agotamiento, ‘el apostolado de la escucha’”. A través del ministerio de la Confesión, el fraile capuchino se ha convertido en “una caricia viviente del Padre, que sana la heridas del pecado y refresca el corazón con la paz”.

Por estar “siempre unido a la fuente: se aferraba continuamente a Jesús Crucificado”, ha sabido transformarse en un “gran río de misericordia, que ha regado muchos corazones desiertos”.

Los mismos grupos de oración fundados por San Pío se han convertido en “oasis de vida en muchas partes del mundo”: “la oración, de hecho, es una auténtica misión, que trae el fuego del amor a toda la humanidad”.

Dirigiéndose luego a los dependientes de la Casa Alivio del Sufrimiento, que ahora cumple sesenta años, les ha invitado, además de a “tratar la enfermedad”, a “cuidar del enfermo”.

Con los frailes menores capuchinos

En esos mismos días, el Papa Francisco ha celebrado en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro una Santa Misa con los frailes menores capuchinos de todo el mundo, reunidos con ocasión de la traslación de las reliquias de sus intercesores.

En la homilía, el Pontífice ha centrado sus palabras en la importancia del Sacramento de la confesión, del perdón y de la capacidad de concederlo, que nace de una profunda vida de oración, donde cada uno se descubre como necesitado también él de perdón. “Cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdón, lentamente se olvida de Dios, se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar”, ha explicado Francisco. En cambio, “la persona que viene [al confesonario], viene a buscar consuelo, perdón y paz en su alma”. Por eso, es muy importante “que encuentre a un padre que lo abraza, que le dice: ‘Dios te quiere mucho’ y ¡que se lo haga sentir!”, precisamente como testimonian San Pío y San Leopoldo, que en las muchas horas pasadas sentados en el confesonario han hecho “el oficio de Jesús, que perdona dando la vida”.

Reforma de la Curia Romana

Igualmente en el mes de febrero ha tenido lugar la décimo tercera reunión del Consejo de Cardenales en presencia del Santo Padre, y entre los temas afrontados han estado, como es habitual, los aspectos inherentes a la reorganización de los dicasterios de la Curia romana, además de las informaciones sobre cómo avanzan las estructuras creadas ex novo por Francisco, desde la tutela de los menores hasta las reformas en el campo económico y en el proceso canónico sobre la validez del matrimonio.

En particular, han sido aprobadas las propuestas finales para la creación de dos nuevos dicasterios, el referente a “Laicos, familia y vida” y el de “Justicia, paz y migraciones”, y han sido puestas en las manos del Santo Padre para que decida sobre ellas. Ha habido luego un nuevo intercambio de consideraciones sobre la Secretaría de Estado y sobre la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos. El cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley ha informado sobre la actividad de la Comisión para la tutela de los menores, que preside, mientras que en relación con las cuestiones jurídico-disciplinares que afectan a las competencias de los dicasterios de la Curia, se han remitido a un estudio más profundo. Se escuchó también al cardenal Georg Pell, que ha informado sobre el estado y la actuación de las reformas en el ámbito económico. Finalmente, se entregó a los cardenales del Consejo la documentación sobre el llamado “vademécum” preparado por el Tribunal de la Rota romana para la actuación de la reforma del proceso canónico sobre la validez del matrimonio.

Sinodalidad y descentralización

El Consejo había comenzado con el estudio de algunos temas del discurso pronunciado por el Pontífice el pasado 17 de octubre, durante la conmemoración del quincuagésimo aniversario del Sínodo de los Obispos, cuando habló de la “sinodalidad” y de la “necesidad de proceder a una saludable descentralización”. Todas estas indicaciones constituyen una referencia importante para la reforma de la Curia, y que en esos mismos días han sido también el eje central de un seminario de estudio organizado por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.

En el simposio han participado numerosos docentes de eclesiología y derecho canónico provenientes de universidades y facultades eclesiásticas de todo el mundo, que han coincidido en desear una “mayor escucha e implicación” del Pueblo de Dios en el Sínodo, según se informó en un comunicado. Tal implicación debe ocurrir tanto en la fase preparatoria, previendo “establemente” una consultación a los fieles como sucedió con el cuestionario enviado a las parroquias con ocasión del sínodo extraordinario de 2014, como ofreciendo mayor espacio a la intervención de los auditores durante el desarrollo de la asamblea, aún sin concederles derecho de voto. Los fieles se verían asimismo implicados en la fase sucesiva de la “actuación”, donde deberían ocuparse de “traducir en las diversas situaciones socio-culturales las decisiones asumidas a nivel central”.

Estas indicaciones podrían confluir en “una revisión de la normativa sobre el Sínodo de los Obispos” y de las tareas del Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos”, “en el cual se pueda proyectar en cierto modo el carácter permanente del organismo sinodal”, como sucede con las Iglesias católicas de Oriente “para una evolución del Sínodo que pase de ‘evento’ a ‘proceso’”.

 

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