España

San Isidro, nueve siglos de ejemplo de santidad en la vida matrimonial y familiar

San Isidro Labrador, junto con su esposa, santa María de la Cabeza, son ejemplo de matrimonio cristiano, de santidad oculta y desarrollada en la vida ordinaria. En el año jubilar del patrón de los agricultores repasamos su figura y su ejemplo en el mundo actual.

Maria José Atienza·13 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 7 minutos
san isidro

“Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa”: esta cita de Gaudete et exsultate del Papa Francisco bien puede aplicarse a san Isidro Labrador y su esposa, santa María de la Cabeza. 

La figura de san Isidro, del que se cumplen 400 años de la canonización, emerge con fuerza y plena actualidad casi diez siglos después. 

Laico, esposo y padre de familia, trabajador…, las características de este “santo de la puerta de al lado” han sido redescubiertas, no sólo en Madrid, donde reposan sus restos, sino en los numerosos lugares del mundo donde pervive la devoción a san Isidro.

Una devoción casi milenaria

Como destaca para Omnes Joaquín Martín Abad, doctor en teología, canónigo de la catedral de la Almudena y capellán mayor del Real Monasterio de la Encarnación de Madrid, “la devoción a san Isidro comenzó desde el principio por tradición oral. A los cuarenta años de su muerte es cuando el pueblo de Madrid tomó conciencia colectiva de que Isidro, que es nombre de Isidoro apocopado, había vivido como un santo. Y a esos cuarenta años de su muerte, como narra el Códice de Juan diácono escrito siglo y medio después, fue el pueblo de Madrid quien realizó la exhumación del cementerio y el traslado de su cuerpo, que descubrieron entonces incorrupto, hasta la iglesia de san Andrés donde había sido bautizado”.

Conocedor de la figura del santo patrón de los labradores, Martín Abad señala que “la narración del códice es detallista y cuenta que esa traslación se hizo ‘sin la autoridad pastoral’, espontáneamente. Hasta el siglo XI, e incluso el XII, la elevatio corporis, la exhumación desde el suelo hasta elevar el cuerpo sobre un altar, y la traslatio corporis, la traslación desde el cementerio al interior de una iglesia, si las realizaba el obispo diocesano con licencia del arzobispo metropolitano y del concilio provincial, equivalía a una canonización local. En este caso, al hacerse sin la autoridad eclesiástica, eso mismo se convirtió en una dificultad para que fuera canonizado pronto por el Papa, pues la canonización no se dio hasta cinco siglos más tarde. No obstante, desde el inicio de aquella traslación desde el cementerio de san Andrés a su iglesia, el pueblo y el clero de Madrid lo tenían ya por santo”

Esta devoción primigenia se extendió rápidamente “por los reinos de León y de Castilla, y finalmente por toda España, pues incluso su vida y milagros figuraban en los libros de santos. Desde la beatificación por el Papa Pablo V en 1619 y la canonización por Gregorio XV en 1622, con las gestiones insistentes del concejo de Madrid y de los reyes Felipe II, III y IV, y del arzobispado de Toledo, el culto al santo fue extendiéndose por el reino de España y todos sus reinos, por Europa, y singularmente por América y Asia, llevada esta devoción por los misioneros españoles. Desde entonces multitud de asociaciones están bajo su patrocinio, y hay poblaciones y diócesis con el mismo nombre de ‘san Isidro’, en Argentina y en Costa Rica. Fue el Papa san Juan XXIII, quien, en 1960 a instancias del cardenal Pla y Deniel, arzobispo de Toledo, declaró a san Isidro patrono de los agricultores españoles”.

El códice de Juan diácono

Uno de los documentos más antiguos que recoge la vida del santo labrador lo encontramos en el conocido Códice de Juan diácono, datado en 1275. 

Este códige, apunta Jiménez Abad, “cuenta los milagros que hizo san Isidro en vida y, por su intercesión, después de su muerte. Los cinco en vida: el de las palomas hambrientas dándoles trigo que luego se multiplicó; el de los bueyes arando con él; el de su asnillo y el lobo que no lo atacó; el de la olla que su esposa dijo que estaba vacía y sin embargo hubo para dar al pobre que pedía; y el de la cofradía, en la que también hubo comida multiplicada para todos”. 

Junto a este documento, la bula de Benedicto XIII publicada en 1724, un siglo después de la canonización, “recoge estos milagros y, en cambio, no hace caso a los bulos que existían sobre el santo, inventados en el siglo XVI; y fijó la fecha de su muerte ‘cerca del año 1130’. Como hay consenso sobre el año de su nacimiento (c. 1082), san Isidro habría muerto antes de cumplir cincuenta años, y no a los noventa como querían los que asociaban a san Isidro con el pastor que condujo a Alfonso VIII y sus tropas en la batalla de las Navas de Tolosa. Y esta edad, de menos de cincuenta años que tenía a la hora de su muerte, lo confirma ahora el estudio médico forense sobre el TAC. Así que la bula tenía y tiene razón”.

El santo que te mira

Martín Abad es desde 1998 prelado de honor del Papa y, en este año 2022, ha sido promotor de justicia en el tribunal delegado para la recognitio canonica y exposición pública del cuerpo incorrupto de san Isidro Labrador, una exposición que se realizó el pasado mes de mayo con motivo de la celebración jubilar. y que no se había dado desde el año 1985, cuando se cumplió el I centenario de la creación de la diócesis de Madrid. 

Como explica Martín Abad, “el cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, nombró un tribunal para el proceso de exhumación, reconocimiento canónico y mostración del cuerpo de san Isidro, compuesto por el Delegado Episcopal, el Promotor de Justicia, un Notario, cuatro forenses y dos testigos. Este tribunal estuvo presente: en la primera apertura de la urna, el 12 de enero pasado; el 26 de febrero, día en que se le practicó un TAC, cuyos resultados se darán a conocer públicamente en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense el próximo día 28 de noviembre; también el 25 de abril, y el 21 de mayo cuando el cuerpo quedó expuesto a la vista de los fieles hasta el 29 de mayo; en esos días pasaron a venerarlo cerca de cien mil visitantes.

Como Promotor de justicia, al examinar con el tribunal el cuerpo incorrupto del santo, no solo me impresionó el estado de conservación de todo él, pues su osamenta está cubierta con tejidos blandos, carnosos y epidérmicos, sino, sobre todo, que los cuencos de los ojos no están vacíos, pues se conservan perfectamente los glóbulos oculares y los iris de cada uno de ellos, de tal forma que mirándole cara a cara hasta parecería que te hubiera podido mirar”.

El estado de conservación del santo, de hecho, ha sido objeto de estudio y admiración para devotos y no devotos desde las primeras aperturas del féretro.

En este sentido, apunta también Joaquín Martín Abad que “en 1504 cuando Juan de Centenera comprobó la compleción del cuerpo lo describió en estado de incorrupción: ‘en hueso y carne’, y es ésta la primera descripción escrita que se conoce. Todo un portento”.

Santo en la vida ordinaria

San Isidro Labrador fue canonizado en 1622 junto a san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Felipe Neri y santa Teresa de Jesús. El único laico en un grupo de religiosos insignes.

Aunque la santidad en la vida ordinaria ha sido una constante en la Iglesia desde sus orígenes, la llamada a redescubrir la vocación universal a la santidad vivido hoy con la mayor naturalidad, hace que la figura de san Isidro, laico, trabajador, padre de familia, emerja como un modelo plenamente actual.

Así lo subraya Joaquín Martín Abad cuando recuerda que “san Isidro es modelo de trabajadores. Hay una deformación extendida de algo que cuenta el códice. Trabajaba el santo, en compañía de su mujer, dando a Dios lo que es de Dios y a los vecinos la debida fraternidad, como está pintado en el arcón funerario donde estuvo su cuerpo desde finales del XIII, o comienzos del XIV, hasta el siglo XVIII, arcón que puede verse en una capilla de la girola de la catedral de la Almudena. 

Cuando lo acusaron de que, por rezar, no trabajaba lo suyo, su empleador al ir a recriminarlo ‘vio de repente en el mismo campo, por designio del poder divino, realizando el trabajo de labranza, que dos yugadas de bueyes de color blanco, que araban al lado del siervo de Dios, labraban el campo rápida y resueltamente.’ Y como después algunos artistas pintaron en el mismo cuadro a san Isidro rezando y a los ángeles con los bueyes arando, eso dio falsamente origen a pensar que, mientras rezaba, otros le trabajaban. Pero no fue así. San Isidro, primero orando y, después, arando. Cumplía, pues, con los deberes de Dios y con los deberes de su trabajo.

La santidad de san Isidro, un laico labrador en una población diminuta como entonces era Madrid, en una esquina del arzobispado de Toledo, es la santidad en lo ordinario, la heroicidad de las virtudes en lo de cada día. Buen trabajador, espléndido esposo y padre de familia”

Como destacaba el arzobispo de Madrid en la apertura del Año Santo de san Isidro: “Es urgente promover el valor y la dignidad de la familia, defender el trabajo digno, cuidar la tierra… San Isidro no fue un teórico de estas realidades, sino que fue un testigo cristiano de la importancia que estas tienen en la vida del hombre, en su dignidad de hijo de Dios”. 

Un modelo de santidad matrimonial que se plasma también en la iconografía y el lugar en el que se veneran los restos del santo matrimonio. 

En la colegiata de san Isidro “llama la atención que, en medio del retablo de la iglesia, están integrados el sarcófago con el cuerpo incorrupto de san Isidro y la urna con las reliquias de su esposa santa María de la Cabeza”, puntualiza Martín Abad. Añade, “la misma mirada hace comprender que un matrimonio de santos resulta ejemplar para todos los que están unidos por este sacramento. Y, al estar juntos en el retablo, manifiestan la fidelidad que se mantuvieron en vida, pues esa fidelidad ha querido perpetuarse de esta manera, teniendo las reliquias de los dos a la vista en el mismo lugar. Y es que el amor verdadero en el matrimonio es para siempre, pues el amor que no es para siempre es que no era auténtico. Además, el amor matrimonial es un proceso en el que siempre cabe más”.

El Año Jubilar de san Isidro

El 15 de mayo de 2022, una Santa Misa presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, y celebrada en la colegiata que alberga los restos del santo y su esposa, abría el Año Santo de san Isidro. 

Desde ese momento numerosos fieles y devotos del santo labrador están pasando por la real colegiata basílica de san Isidro y han podido subir al camarín, donde se puede rezar ante el arcón que contiene el cuerpo incorrupto de san Isidro y la arqueta que contiene las reliquias de su esposa santa María de la Cabeza.

Peregrinando hasta allí se puede recibir la indulgencia plenaria cumpliendo las condiciones habituales establecidas por la Iglesia, y hasta pueden lograr un documento acreditativo de su peregrinación. 

Un tiempo para impulsar la devoción la familia del santo labrador y seguir su ejemplo de santidad en el día a día plenamente actual nueve siglos después.

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