Vaticano

Sacerdote misionero en China: “La evangelización en China es silenciosa, pero con raíces profundas”

Desde hace años los analistas de información religiosa discuten si el acuerdo secreto entre el gobierno chino y el Vaticano para el nombramiento de obispos está siendo positivo. Entrevistamos a un sacerdote español, misionero en China, sobre la situación de la Iglesia en el país.

Javier García Herrería·31 de enero de 2025·Tiempo de lectura: 11 minutos
China Vaticano

El sacerdote Esteban Aranaz, misionero en China. (Fotografías cortesía del autor).

El padre Esteban Aranaz es un sacerdote aragonés, incardinado en la diócesis de Tarazona (Zaragoza) y misionero en China. Lleva cerca de diez años en Shanghái, aunque su labor misionera comenzó hace 22 años en Taiwán, donde trabajó durante siete años. Antes de su misión en China fue Rector del Seminario Mayor y Director del Instituto Teológico de su Diócesis, profesor del mismo y Vicario General en Tarazona. Habla mandarín y otros siete idiomas. Y es un apasionado por el arte y la música.

Conversamos con él sobre la situación de la Iglesia en China y su valoración del funcionamiento del acuerdo entre la Iglesia y el Gobierno chino para el nombramiento de los obispos. Se estima que en China hay entre 15 y 20 millones de católicos, lo que representa aproximadamente el 1% de la población. En comparación, la comunidad evangélica es algo más numerosa.

Cuéntenos quién es, cuánto tiempo lleva en Asia y en China, y en qué consiste su labor pastoral

– Soy un sacerdote diocesano de Tarazona, España. Mi camino misionero comenzó hace 23 años en Taiwán. Allí estuve siete años antes de trasladarme a Shanghái, donde ya llevo diez años. 

Mi misión en China se centra en la atención pastoral a la comunidad católica hispanohablante y de lengua portuguesa de Shanghai y la Comunidad de Yiwú, en la provincia de Zhejiang. Además, viajo mensualmente a Pekín para desarrollar otras labores pastorales, donde también imparto dos retiros en mandarín para gente joven.

¿Cómo es posible que trabaje en China? ¿No se supone que los sacerdotes extranjeros no pueden ejercer allí?

– En China existen restricciones para la presencia de sacerdotes extranjeros, pero mi labor se inscribe dentro de un marco autorizado para la comunidad extranjera. Mi situación ha mejorado considerablemente.  Oficialmente, atiendo a católicos hispanohablantes y de lengua portuguesa, pero a través del contacto personal y la amistad, también tengo una relación significativa con muchos fieles chinos. Desde la Navidad pasada de hecho, soy organista en la catedral de Shanghai.

Trabajar en China implica adaptarse a una realidad compleja. No se trata solo de las restricciones administrativas, sino de saber moverse con prudencia y discreción. A pesar de que el número de conversiones cada año es importante, la evangelización en China no es masiva ni ruidosa, sino que se desarrolla en los pequeños círculos, en la cotidianidad, en la confianza que se genera con cada persona. La fe aquí es una semilla que crece en silencio, pero con raíces profundas.

¿Cómo son los católicos chinos? ¿Cómo se vive la fe en China?

– La piedad de los católicos chinos es impresionante. En Asia, en general, hay una gran reverencia por lo religioso, y en China se refleja en una participación muy activa en la liturgia. En la catedral de Shanghái, por ejemplo, los domingos se reúnen hasta 700 fieles en cada celebración con una actitud de profunda fe y devoción. 

A diferencia de muchos católicos en Occidente, aquí es común ver a los fieles, muchos de ellos muy jóvenes,  participando activamente en la Misa y manteniendo una postura de profunda piedad. Los gestos son muy importantes: estar de rodillas, mantener las manos juntas en todo momento, son expresiones que hablan de una fe profunda ante el misterio. La liturgia está muy cuidada y los coros son excepcionales, pues la música es muy apreciada en China.

A los extranjeros les sorprende mucho este fervor. Muchos se sienten impactados al ver la profundidad y el respeto con que los chinos viven su fe. Siempre recomiendo a los que visitan el país que asistan a una Misa en chino, aunque no entiendan el idioma. La actitud y la devoción de los fieles hablan por sí solas.

¿Qué papel juega la comunidad católica en la sociedad china?

– La presencia de la Iglesia en China es tanto cultural como social. Y por tanto no se puede hablar como en el pasado de la fe católica como una fe de extranjeros. En China, en prácticamente cualquier ciudad, por pequeña que sea, hay al menos una iglesia católica. Además en muchas diócesis  existen residencias para atender a los ancianos y orfanatos gestionados por religiosas o fieles laicos. Sin embargo, el acceso a ciertos espacios públicos y responsabilidades dentro del estado sigue siendo restringido para los creyentes al menos de modo oficial.

En algunas provincias, como Hebei o Shanxi, la presencia católica es más visible, con comunidades numerosas y templos bien cuidados. Aun así, la Iglesia sigue siendo una comunidad minoritaria y no cuenta con la misma influencia social que en otros países.

¿Cómo influyen las políticas del gobierno chino en la formación de nuevos sacerdotes y la educación religiosa de los fieles?

– China cuenta con varios seminarios de prestigio, como el seminario diocesano de Pekín o el seminario nacional también en la capital, que acoge a más de 100 seminaristas y más de 30 religiosas como centro de formación. Hay que decir que la formación es seria y está bien estructurada, con bibliotecas, salas de estudio y una formación teológica sólida.

Además de los seminarios de Pekín, existen otros centros de formación, como el Seminario de Sheshan en Shanghai, que en el pasado tuvo gran relevancia y, después de unos años de decadencia ahora está, resurgiendo. También está el seminario de Xi’an y el de Shijiazhuang en la provincia de Hebei, este último con más de 100 alumnos, es el más grande del país. 

Desde hace años la situación de  la formación de los sacerdotes chinos ha ido mejorando gracias a las ayudas de «Propaganda Fide» y de diversas instituciones eclesiales en lugares como Roma, Pamplona, Francia,  Bélgica, Estados Unidos etc… Esto ha elevado notablemente el nivel del clero en China. Diócesis como la de Pekín, entre otras muchas, han sido pioneras en la formación de un clero joven y bien preparado, con muchos sacerdotes que además de sus estudios eclesiásticos han completado carreras civiles. 

En definitiva, que el nivel doctrinal es bueno.

– Así es. Hay que tener en cuenta que a pesar de la intervención y el control del estado, en China la doctrina, la moral y la liturgia de la Iglesia nunca en la historia han sido modificadas. La sucesión apostólica siempre se ha mantenido. Por eso Roma nunca ha considerado a la Iglesia en China como una Iglesia cismática. 

¿Por qué Benedicto XVI invitó a las comunidades clandestinas a salir a la luz? ¿Cómo avanza este proceso?

– En su carta a los católicos chinos de 2007, Benedicto XVI explicaba que la clandestinidad es una situación excepcional en la vida de la Iglesia y no es el modo normal de vivir la fe. Por eso, el Papa alemán instó a las comunidades clandestinas a integrarse cuando fuera posible, y poco a poco se está avanzando en esa dirección. Hay que decir que no siempre es fácil, pues hay sacerdotes que buscan regularizarse dentro de la legalidad china, pero las autoridades en algunos lugares todavía ponen condiciones muy restrictivas. 

¿Y hoy en día, tiene sentido seguir hablando en China de la comunidad patriótica y la comunidad clandestina?

– Desde la firma del acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno chino en 2018, todos los obispos en China están reconocidos por la Santa Sede y en comunión con el Papa. Esto significa que ya no se puede hablar de una Iglesia oficial y otra clandestina. Si bien todavía existen muchos obispos y algunas comunidades que no han adquirido reconocimiento público por parte del estado, a nivel eclesiástico y doctrinal, la Iglesia en China es una sola, con sus obispos plenamente reconocidos por Roma. .

Este acuerdo, que inicialmente se fue renovando por periodos de dos años, desde septiembre de 2024 estará vigente por 4 años. Lo cual no deja de ser algo muy positivo y significativo, pues esto ha permitido que la Iglesia crezca en unidad y que se fortalezcan los lazos entre la comunidad católica china y la Iglesia universal.

¿Cómo valora el acuerdo secreto del estado chino con el Vaticano?

– El acuerdo secreto entre la Santa Sede y China ha sido, en mi opinión, algo muy positivo. Aunque para algunos siga siendo un tema controvertido, creo que hay que analizarlo con serenidad. No es un acuerdo completo ni definitivo, pues solo se centra en el nombramiento de los obispos. Sin embargo, ha permitido la regularización de muchos obispos y ha ayudado a normalizar la vida eclesial y pastoral de muchas diócesis, como ha ocurrido en Shanghai, facilitando el diálogo con las autoridades. Aunque el contenido del acuerdo no es público, su objetivo es preservar la unidad de la Iglesia en China y garantizar la comunión de todos los obispos con el Papa. 

En un contexto tan complejo, cualquier avance, por pequeño que sea, tiene un gran valor, aunque aún queden muchos desafíos por delante. A mi modo de ver, la actitud de diálogo promovida por el Papa Francisco y el trabajo de la Secretaría de Estado de la Santa Sede están ayudando a avanzar significativamente después de años de distanciamiento y malos entendidos. 

¿Y qué opinión le merece el pesimismo del cardenal Zen respecto aa este Acuerdo?

– Tengo un gran aprecio y respeto por el cardenal Zen, con quien he tenido la oportunidad de conversar en varias ocasiones. De hecho, fue él quien me dijo en una ocasión hace años «que dar apoyo a la comunidad oficial o la comunidad clandestina era igualmente importante porque en China solo había una única Iglesia».

Sin embargo, creo que su opinión crítica sobre este acuerdo, aunque comprensible y muy respetable, no favorece un enfoque constructivo con la realidad actual de China. Roma claramente ha apostado por una estrategia prudente pero más dialogante que busca evitar la confrontación. Esto no significa huir de la cruz ni nada parecido, como a veces se percibe en Occidente. Pero hay que avanzar.

¿Y esta estrategia da frutos?

– Hay que tener en cuenta que en China hay liberad de culto y la práctica religiosa de los católicos como la de otras confesiones se respeta, se permite la formación y los fieles pueden acudir a los sacramentos, en los seminarios hay libros y no se estudia con fotocopias como en el pasado. En fin, que si uno ve las cosas desde aquí advierte que hay muchas cosas que han mejorado. 

A mí, esta situación de ganar por un lado, asumiendo cosas que todavía deben mejorar, me recuerda a lo que vivimos en España durante la Transición a la democracia. En aquel contexto todo el mundo tuvo que ceder en algunos puntos facilitando la concordia y la reconciliación. Llega un momento en la vida personal y de los pueblos que si no se perdona es imposible convivir juntos y seguir adelante, 

¿Cómo está unido a su obispo desde China?

– Aunque mi labor misionera se desarrolla en China, yo sigo incardinado en Tarazona, y mantengo comunicación regular con mi obispo en España, informándole sobre mi labor y recibiendo siempre su apoyo. 

Pero además vivo mi sacerdocio en plena comunión con el obispo local de Shanghai, a quien considero mi pastor en este contexto. Aunque no puedo tener todavía una relación contractual con la diócesis de Shanghai, participo activamente en su vida eclesial. Desde la llegada del nuevo obispo Mons. Joseph Shen, he podido concelebrar tres veces la Eucaristía en la catedral de Xujiahui. Esta doble vinculación refleja la universalidad de la Iglesia y la colaboración entre distintas diócesis para la evangelización, lo que también refuerza la comunión eclesial. 

Desde el 29 de Septiembre del pasado año, mi labor sacerdotal y la comunidad que atiendo en Shanghai tienen reconocimiento oficial por parte de las autoridades, lo cual me ha  ayudado a vivir y a trabajar como un sacerdote prácticamente plenamente integrado en la Iglesia local.

Entonces, claramente, Valora positivamente la nueva situación de la Iglesia en China

– Desde el 2018 se han nombrado 11 obispos respetando el acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno chino, lo cual es un avance. Fuera de lo ocurrido en Shanghai, donde se produjo el traslado de Mons. Shen de forma unilateral por parte de Pekín, el Papa terminó reconociendo al obispo designado, sinceramente prefiero ver la botella medio llena y subrayar lo positivo del proceso. Como en el mundo del toreo, no se trata solo de burlar al toro, hay que entrarle con valor y decisión hasta terminar la faena con éxito.

En la web de la Iglesia católica en China llama la atención la constante presencia de funcionarios en actos religiosos. ¿Qué autonomía tiene realmente la Iglesia?

– En China la presencia y el control del estado se da en todos los ámbitos de la vida pública y económica, la educación, los medios de comunicación y por tanto también en la la vida religiosa,  porque administrativamente la Iglesia, y todas las confesiones religiosas en China dependen del estado. A pesar de ello la Iglesia sigue adelante con su misión pese a tantos desafíos.

Lo que sí que recomiendo a todo el mundo es no perder la perspectiva, el contexto y las circunstancias de China que ha experimentado, como todos sabemos, evidentes cambios y transformaciones a lo largo de las últimas décadas. Sin embargo en Occidente, hay todavía mucha desconfianza y muchos prejuicios sobre este país. Invito a la gente a visitarlo, a conocer su realidad y a entender su contexto.

El proceso de «sinización» de todos los ámbitos de la vida pública y social en China, también afecta a la vida de la Iglesia que enfrenta bajo este nuevo concepto desafíos muy importantes, pero también oportunidades de crecimiento. Hace unos meses participé en un importante encuentro organizado por la diócesis de Pekín con la asistencia de los obispos, sacerdotes, religiosas, seminaristas y varios laicos, profesores y miembros del Gobierno. Tuve una comunicación que me permitió expresar con franqueza algunas opiniones sobre este interesante proceso de «sinización». 

En mi opinión, China puede aportar mucho a la Iglesia universal y al contrario, la Iglesia en China necesita mantener viva la comunión con la Iglesia universal para su crecimiento y su misión.

¿Cuál es su perspectiva sobre el futuro de la Iglesia en China?

– Soy optimista. La fe en China no se ha apagado, sino que sigue viva, sigue creciendo en la vida cotidiana de muchos chinos. Como recordó el Papa Francisco en su viaje a Mongolia: «los cristianos en China deben ser buenos buenos ciudadanos y buenos católicos». Los desafíos son muchos, la Iglesia siempre ha sabido adaptarse y encontrar caminos para evangelizar. El futuro dependerá de la capacidad de la Iglesia para mantener vivo el ardor misionero para seguir también fomentando un diálogo constructivo con las autoridades que estimule a los fieles a seguir viviendo su fe con autenticidad.

¿Qué papel juega la amistad en su relación con los fieles chinos?

– La amistad es clave, yo la llamo el «octavo sacramento». Aunque mi labor oficial es con extranjeros, en verdad tengo muchos amigos chinos. Además, la música y el arte han sido herramientas valiosas para acercarme a ellos, a través de iniciativas como «Amigos de la Belleza», encuentros y tertulias donde compartimos la riqueza cultural de China y el humanismo cristiano tomando un buen té. Ahora junto a algunos amigos estoy impulsando la promoción de un Instituto que creo es un proyecto muy interesante.

¿De qué se trata exactamente?

– Queremos constituir el «Instituto Diego de Pantoja», un proyecto para tender puentes entre China y Occidente en todos los ámbitos de las relaciones humanas: la historia, el arte, la filosofía, el mundo de los negocios y la economía y las relaciones internacionales y la diplomacia. Diego de Pantoja, natural de Valdemoro (Madrid) fue un jesuita contemporáneo de Mateo Ricci, que promovió el diálogo entre China y Europa en el siglo XVII. A través del Instituto, impulsamos intercambios académicos y artísticos, como el que hemos realizado recientemente colaborando en la instalación de unas obras pictóricas de gran valor artístico, del pintor malagueño Raúl Berzosa, en la catedral del Sur de Pekín o un proyecto musical para la catedral de Shanghái entre otros.

Una última pregunta, ¿usted cómo hace para mantenerse así de optimista?

– Mi labor en China no sería posible sin la oración y el apoyo de mi familia y gran número de amigos. En este sentido quiero señalar la ayuda espiritual y humana de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. El Opus Dei seguramente no es perfecto, como ninguna institución pero, a pesar de sus errores y dificultades, brinda un servicio impagable a la Iglesia y sobre todo a los sacerdotes diocesanos.

Me gustaría decirlo alto y claro, el Opus Dei ha apostado por el acompañamiento a los sacerdotes desde sus orígenes. Y la formación del clero ha sido una de sus prioridades promoviendo gran número de ayudas y becas, resultado de la generosidad de muchas personas buenas, para estudiar en Pamplona y en Roma. La mayoría de los sacerdotes formados allí no pertenecen a la Obra, hoy algunos incluso son obispos, todos se han beneficiado de unos medios que redundan desde hace tiempo en favor de la Iglesia universal. 

Esto es un legado que hay que agradecérselo a un sacerdote diocesano de Zaragoza y santo universal, Josemaría Escrivá, que amó y vivió para los sacerdotes. El Beato Álvaro del Portillo fue continuador de esa obra.  Ahí están instituciones como el Seminario Internacional Bidasoa de Pamplona y el Sædes Sapientiæ en Roma, la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma y muchos otros centros que siguen ayudado a la Iglesia y a los sacerdotes en todo el mundo.

Yo mismo estudié en la Universidad de Navarra, que es mi «alma mater», y me formé en el Colegio Eclesiástico Bidasoa, después de varios años de vida ministerial obtuve la Licenciatura en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma.

¿Alguna idea con la que le gustaría acabar esta entrevista?

Si se me permite, no quisiera terminar este interesante encuentro sin compartir con nuestros lectores un pensamiento que escribí hace unos años y que puede ayudar a entender mi amor por China:

“Nuestra existencia se la debemos a Dios, a nuestros padres que nos dieron la vida. Formamos parte de una tradición con nuestros antepasados! Pero el corazón sólo responde a la libertad del amor! Y yo, porque soy libre, por amor a Cristo, he decidido dárselo para siempre al pueblo chino. Por ello no importa dónde la Providencia me lleve, allí donde esté yo, quiero ser siempre un chino más!”

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica