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Romain de Chateauvieux: «La misericordia cambia el mundo»

Romain de Chateauvieux es arquitecto, padre de familia y director de Misericordia internacional, una institución que desarrolla proyectos sociales y pastorales en la periferias de grandes ciudades Francia, Argentina, Chile o Estados Unidos.

Bernard Larraín·7 de marzo de 2022·Tiempo de lectura: 7 minutos
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Santiago de Chile es una ciudad que puede ser engañosa. Nada más llegar, el aeropuerto ofrece la acogida y la calidad de los aeropuertos más modernos del mundo. Los protocolos sanitarios durante la pandemia del covid han sido reconocidos y elogiados como los más avanzados. La política de vacunación ha sido una de las más exitosas a nivel global. Las rápidas autopistas urbanas permiten trasladarse en algunos minutos por los distintos barrios, entre ellos el centro financiero con sus impresionantes rascacielos. Esas mismas autopistas hacen posible pasar, en pocos minutos, de uno de los barrios más elegantes de la capital chilena a uno de los sectores más abandonados. De una realidad a otra muy diferente en breves instantes. Son mundos distantes que cohabitan en una misma ciudad. Así llegamos a la Población La Pincoya, en el norte de Santiago, una de las zonas más pobres de la capital de Chile. 

La Pincoya nació en los años 1930 a partir de ocupaciones por parte de obreros y pareciera que el tiempo se detuvo pocos años después: casas de madera construidas en las faldas de los cerros, espacios verdes precarios y casi inexistentes, delincuencia y narcotráfico son el pan de cada día de los pobladores. Un caluroso día de enero, es verano en el hemisferio sur, en el centro Misericordia de La Pincoya, el arquitecto-misionero francés Romain de Chateauvieux nos recibe y nos cuenta su historia para Omnes. Más que una entrevista, es una conversación, entre un chileno radicado en Francia y un francés radicado en Chile… las vueltas de la vida. Pasamos del castellano al francés y del francés al castellano sin darnos mucho cuenta, tal vez sí cuando descubrimos el acento que cada uno tiene en el idioma materno del otro. Romain es de esas personas con las que uno habla como si uno se conociera de toda la vida.   

Romain de Chateauvieux llega tarde a la cita. Es algo que les suele pasar a la gente que dedica su vida a resolver los problemas de otros. No son dueños de su tiempo, sus horarios son flexibles porque no dependen de ellos. Romain tiene cerca de 40 años, viene de una familia aristocrática francesa, está casado con Rena, brasileña, con la que tiene 5 hijos. En Francia su nombre  está asociado al de toda una generación de jóvenes emprendedores sociales como Yann Bucaille, fundador de los Cafés Joyeux (en donde los empleados son personas con discapacidad), y al de Etienne Villemain que impulsó la Association pour l’Amitié y Lazare (pisos donde cohabitan estudiantes o jóvenes profesionales con personas en situación de calle). El tiempo de espera me da la ocasión para visitar el centro Misericordia – sus capillas, salas de clases, comedores, conservatorio – y conversar con algunas de las personas que ahí trabajan, con el fin de comprender sus motivaciones. No es necesario ser un genio o venir desde muy lejos para percatarse que más que algunos edificios, lo que ha construido el arquitecto-misionero francés es un oasis. Un oasis en La Pincoya. 

¿Cómo llega un francés a instalarse en la Pincoya? 

–Dios ha actuado de manera sorprendente en mi vida. Siendo estudiante de arquitectura en París, estuve viajando por América del Sur. En esa época, aunque era de familia católica, había abandonado la vida de fe. En Brasil, acompañando a un amigo sacerdote en una zona muy pobre, tuve una experiencia de conversión profunda y personal, sentí a Jesús muy de cerca y comprendí que Él me quería sirviendo a los pobres: sería en el servicio a los pobres que encontraría la felicidad que buscaba. Pensé en ser sacerdote, pero en esa época conocí a Rena. Ella es brasileña, de un extracto social muy humilde. Nos hicimos muy amigos y descubrimos nuestra vocación al matrimonio y a la misión. Así fue como juntos recorrimos en bus todo el continente, y nos instalamos en Chile en servicio a la Iglesia y a los más pobres hace ya 10 años. Nuestra historia está contada con detalle en nuestro libro “Misión Tepeyac”. 

¿Cómo es ser padre de cinco hijos, misionero, arquitecto, y emprendedor? 

–Trato de unir todo en mi vida de oración y de relación con Dios. Nuestros hijos comparten nuestra misión y son grandes protagonistas en el centro Misericordia. En paralelo, llevan una vida normal de chicos de su edad, van a la escuela, tienen sus amigos, etc. Mi principal ocupación es dirigir Misericordia a nivel internacional desde Chile, tenemos actividades en numerosos países y tenemos proyectos para seguir creciendo. Esta actividad me permite de vez en cuando ejercer mi pasión por la arquitectura, por ejemplo en el diseño de estos edificios, salas de clases, o las capillas que construimos con madera traída desde mi tierra natal francesa. Y por último, soy misionero todo el día porque en eso consiste ser cristiano. Concretamente, en la Pincoya estamos constantemente visitando a las familias, hablándoles de Dios y de los Sacramentos. Todos los años tenemos muchos bautizos, matrimonios, etc. 

 ¿Qué es Misericordia? 

Misericordia Internacional es una institución que desarrolla proyectos sociales y pastorales en el área de la salud y de la educación en las periferias de grandes ciudades en Francia, Estados Unidos, Chile y Argentina. Queremos abrir pronto un centro en España y en Inglaterra. De manera más profunda, el proyecto Misericordia nace de nuestro convencimiento de que la misericordia cambia el mundo. Haciendo nuestras las dos grandes prioridades apostólicas de la Iglesia, que son el servicio a los pobres y el anuncio del Evangelio, queremos ser una respuesta generosa y audaz a las exhortaciones del Papa Francisco a poner en marcha una verdadera revolución: ¡la de la ternura!

Algo muy bonito en Misericordia es que trabajamos con muchas instituciones católicas y personas de muchas sensibilidades dentro de la Iglesia. Esto se manifiesta también en todos los santos que tratamos de poner como ejemplo en las salas de clases, imágenes, libros: Madre Teresa, el Padre de Foucauld, Sor Faustina, el santo chileno Alberto Hurtado, etc. Con el tiempo me he dado cuenta de que todos los santos, aunque hayan sido muy distintos entre ellos, tenían esta preocupación constante por los más pobres. Estos días, a modo de ejemplo, he estado leyendo una biografía de San Josemaría que comenzó sus apostolados en los barrios pobres de Madrid. 

En uno de los muros está escrita la famosa frase del Papa Francisco: “La Misericordia cambia el mundo”. ¿Misericordia ha cambiado La Pincoya?

–Con la gracia de Dios, pienso que sí. En este barrio, somos un lugar de acogida y de formación para niños y sus familias, para ancianos, madres embarazadas y personas de la calle. A los niños les damos formación, clases de música, baile, literatura, etc. Me parece que algo importante que logramos es alejarlos de las malas influencias cuando ya no están en clases, porque pueden venir aquí a jugar, a aprender, a crecer, en vez de estar en la calle. A los enfermos y ancianos los cuidamos y los limpiamos. Como decía Madre Teresa, esto es una gota en el océano. ¡Nos falta tanto por hacer si realmente creemos que Jesús vive en el pobre!

¿Qué diferencias ves entre tu acción en Francia y en Chile? 

–Hay, primero que todo, una clara diferencia en lo que se refiere a la mención de la religión. En Francia, se vive un laicismo muy estricto, institucional y legal, lo que a veces provoca que los católicos tengamos que escondernos un poco. En Chile, esto es muy distinto. Aunque la Iglesia y el Estado estén separados hace casi un siglo, la relación con la religión no es conflictiva. Aquí, por ejemplo, nuestra identidad católica es clarísima: las capillas, nuestro mensaje, la formación que damos, y eso a nadie le provoca ningún problema como podría ser el caso en Francia. 

Es preciso decir algo también sobre la pobreza. Diría que ésta existe en los dos países, pero que en Chile es más visible. No hay que pensar que en Francia, por ser una nación más desarrollada, la pobreza no existe. Al contrario, está muy presente pero está más escondida, es menos evidente y eso es parte del desafío pues hay que descubrirla.

Por último, en cuanto a nuestra misión de evangelización, los contextos son muy distintos. Chile sigue siendo un país muy marcado por la cultura y religión cristiana. Por otro lado, nuestro trabajo en Francia se desarrolla en un ambiente donde el islam, el anticlericalismo y el comunismo están muy presentes. Se podría decir que en Francia realizamos una “primera evangelización” por lo que nuestro celo misionero nos lleva, por ejemplo, a presentar a Jesús, Camino, Verdad y Vida, a musulmanes u otras personas que nunca han escuchado sobre El. 

Desde hace años, Chile vive una transformación política y social muy fuerte. ¿Como ves la situación actual del país? 

–Como en el resto del mundo occidental, la sociedad chilena se ha ido secularizando poco a poco y eso es un gran desafío para los católicos de este país. La crisis en la Iglesia chilena ha sido también muy fuerte y esto ha provocado que una institución muy respetada haya ido perdiendo su prestigio e importancia como actor social. De manera paralela, desde hace ya varios años, han ido llegando a Chile muchos inmigrantes, principalmente venezolanos. Como se sabe, estos fenómenos migratorios no son fáciles de canalizar pero pienso que desde el punto de vista espiritual muchas de estas personas que llegan, que son muy pobres, tienen la gran riqueza de la fe y del sentido de familia: ellos pueden aportar mucho a Chile. En fin, el mundo también ha sido testigo de la crisis política, el proceso constitucional y de las últimas elecciones presidenciales. Sinceramente pienso que todos tenemos que ser más solidarios, pensar en cómo hacer que este modelo de sociedad sea más fraterno y humano. En particular, los católicos tenemos que aportar nuestro granito de arena en este proceso de reconciliación. 

¿Ves tu futuro en Chile? ¿Qué otros proyectos tienes? 

–Estamos muy bien en Chile pero nuestra vocación de misioneros nos empuja constantemente a buscar nuevos desafíos, estar siempre en salida, a no quedarnos en la comodidad. A mí lo que me gusta son los inicios de un proyecto porque creo que tengo espíritu de pionero, de emprendedor. En La Pincoya, es probable que haya llegado al punto de cierta comodidad: ya tengo mi rutina, conozco a todo el mundo, hablo el idioma, etc. Estoy dispuesto a lo que Dios quiera y puede ser que en algún momento El me pida dejar esta hermosa tierra que es Chile.

El autorBernard Larraín

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